La Última Pieza

Capítulo III

-El motivo de esta inesperada visita se debe a que le he traído una copia de la redacción del informe oficial de su último caso. Es claro que de la versión original solamente usted conoce los pormenores, pero esta es la conclusión final de la justicia local.

  Estiró su brazo y me pasó un sobre amarillo de más o menos 210mm de ancho por 297mm de largo. Por su peso pude percibir que habían agregado más hojas de las que había presentado originalmente. No me preocupé por eso porque sabía que siempre agregaban argumentos y palabrería para parecer sofisticados, mientras que yo prefería ir al punto y no utilizar falacias.

-Gracias oficial. Pensaba justamente relatarle este caso a Croway desde mi perspectiva, pero creo que será más interesante contárselo desde el punto de vista de la justicia local.- respondí echándole un ojo al contenido del sobre.

-De acuerdo. Veo que ha encontrado algo con lo cual entretenerse en esta lluviosa noche detective.- dió dos pasos hacia atrás esbozando una pequeña sonrisa de cortesía y poniéndose su mojado gorro de policía.- Hasta pronto Dr. Doyle.

-Si se presenta otra ocasión, hasta entonces Weitzman.

  Cerré la puerta y me adentré en la cocina donde me esperaba la cafetera a punto de hervir. Me apresuré para apagarla, comencé a buscar mi taza especial de café cuando alguien tocó a mi puerta. Aquello me tomó por sorpresa. Intuía que no era el oficial Witzman, acaba de retirarse y estoy seguro que no olvidó nada aquí. No quise especular sobre quién podría ser. Era mejor que lo averiguara sin más demora. Recogí las llaves de arriba de la mesa y sin tardar abrí la puerta.
 
  Quiero detenerme aquí para hacer una acotación: no sé si sólo yo pienso así pero, para mí es muy molesto que estén golpeando por horas mi puerta. Las personas de esta ciudad saben que si tocan dos veces la puerta y no salgo o no doy señales de vida es porque no estoy. Me gustaría que los demás hicieran lo mismo. No soporto tener que tocar cinco veces una puerta para hablar con alguien.
1) Porque me parece molesto para la persona de adentro.
2) Porque me parece molesto para mi mismo.
3) No tengo tanto tiempo para perder tocando puertas por horas y horas.
  No entiendo por qué hay personas que prefieren esconderse antes que atender la puerta. "El que nada debe nada teme". Eso dicen por ahí. Pues yo creo que aunque deban algo a alguien deberían enfrentar la situación valientemente y no esconderse como cobardes. No me venga con que no atiende la puerta para no salir de su comodidad porque la persona que está del otro lado tuvo que salir de la suya para ir a hablar con usted.
  El respeto ante todo. Respete el tiempo que las personas dedican a hablar con usted.

  Volviendo al caso, debo confesar que en mi adolescencia imaginé varias situaciones parecidas a esta, pero las había descartado desde el momento en que firmé un acuerdo con la policía local que básicamente consistía en que yo les informaría cada vez que tuviera un caso de investigación para poder tener el respaldo de la ley sin ser oficial de policía, pero al mismo tiempo sin interferir en su trabajo de arrestar a los delincuentes. Además el trato era que las personas debían hacer sus denúncias en la comisaría, si los oficiales determinaban que el caso requería un seguimiento especial me contactaban para que hiciera mi trabajo y lo resolviera.
  Lo bueno de ésto era que me daban ciertas libertades de investigar con metodología propia, sin presionarme a usar métodos anticuados y tradicionales que la mayoría de las veces daban pocos resultados. En parte por eso también les costaba deducir ciertos casos, ya que no expandían sus conocimientos acerca de nuevos métodos. Pero no voy a criticarlos, no estoy para eso. Más bien debo ayudarlos, y es lo que hago.

  Lo extraño de la situación fue que al abrir la puerta, me hallé frente a una dama delgada, de cabello oscuro y ondulado, de estatura mediana, vistiendo un abrigo de algodón color gris oscuro, pantalones de montar negro azulado y botas marrones. Sus ojos demostraban gran conmoción y si respiración era agitada de manera tal que, parecía que en cualquier momento se desmayaría.
  Su ropa mojada, botas embarradas, ojos conmocionados y respiración agitada evidenciaban que antes de tocar mi puerta estuvo corriendo.

Pero ¿por qué corría? Era obvio que no lo hacía por cuestiones de salud porque, si fuera el caso, elegiría un día que no estuviera lloviendo y una hora más adecuada para ejercitarse.
  Entonces ¿de qué corría? O mejor dicho, ¿de quién? No podía deducirlo en ese momento ya que, era la primera vez que veía a esa persona y desconocía casi todo sobre ella. Lo que no me quedaba del todo claro era ¿por qué usaba ropa de montar y no llevaba suficiente abrigo? Era muy tarde para salir a montar. Además no había ningún caballo cerca.
  Pero la pregunta principal era ¿por qué tocó a mi puerta? Si de algo estaba seguro era de que lo averiguaría en algunos minutos.

  Permanecimos inmóviles, mirándonos de frente por varios segundos. Hasta que por fin, tomé aire y comencé la conversación:

-Buenas noches madame. ¿Puedo ayudarla en algo?

Ella parpadeó varias veces como si acabara de recordar algo, dirigió sus ojos hacia los míos y respondió:

-Buenas noches señor. Disculpe que pregunte pero ¿es usted el Dr. Doyle?

-El mismo.- respondí.

-Ahora sé que vine al lugar correcto a hablar con la persona correcta.-dijo parándose firme y asintiendo. Imaginé como seguiría la conversación. De todos modos, quería escucharla.- Deseo contratar su servicio como investigador.

-¿Ya hizo su denúncia en la comisaría?

-Esto es algo muy importante.

-¿De vida o muerte?

-Exactamente. Este caso requiere investigación especial. Y, por los comentarios que he escuchado, a usted se le ha asignado estos tipos de casos y ha tenido éxito resolviéndolos.- hizo una pausa, agachó su cabeza, volvió a levantarla y con expresión de desesperación continuó.- Por favor se lo pido, ayúdeme.

  Comprendí que lo que sucedía era bastante complejo. Si el caso no fuera tan urgente, ella hubiese ido a hacer la denuncia antes de acudir a mi. Presentí que se venía algo grande.

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