Daddy.

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El cielo comenzó a ensombrecer, gritó el nombre de su amada con todas sus fuerzas, asustado corrió entre los escombros, su memoria era vaga, solo recuerda ese «boom» que lo alejó del amor de su vida.

—¡Marinette! —llamó desesperado, transformado en Chat Noir podía apoyarse en su bastón para encontrarla, a lo lejos escuchó las ambulancias, comenzó a sudar frío, aquello era demasiado para el —¡Mari! —un nudo en su garganta se comenzó a formar.

—a-aquí —logró escuchar muy lejos de él, corrió importando poco lo demás, su esposa cubría su vientre con ambas manos —lo siento —un sollozo se escapó de su boca —es mi culpa.

—no, no, claro que no, tranquila —se agachó, la tranquilidad que experimento al verla se esfumó al notar la enorme mancha de sangre que la rodeaba, sus ojos se llenaron de lágrimas —resiste —tomo sus brazos dispuesto a cargarla.

—te amo Adrien.
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Su cuerpo sudaba, su corazón parecía querer explotar, de nuevo ese nudo en la garganta se formó, tenía que ser fuerte, llevaba años siéndolo, tenía que seguir. Observó la puerta abrirse con lentitud, una niña de no más de 6 años se colgaba de la cerradura, miró a su padre, en sus ojos turquesas aún quedaban residuos de sus lágrimas.

—perdón —se disculpó haciendo una reverencia que le había enseñado su abuela Sabine —¿Tu también tuviste una pesadilla? —interrogó mientras escondía a su peluche entre sus piernas, camino con precaución hacia su padre.

—no pequeña —intentó sonreír y sonar convincente, se movió por la cama para encender la lámpara —sólo insomnio.

—insomnio —repitió, colocó su índice en su barbilla mirando al techo, negó con la cabeza —no sé que es, pero creo que es malo.

—es que no pueda dormir Emma.

—oh, he escuchado decir a la tía Lila que tiene insomnio, justo después dice que es producto de lo que la molesta —se acercó más a la cama de su progenitor —papá ¿Qué te molesta?

—en realidad nada —mintió —,solo la luna es más hermosa, quería que la acompañará a cuidar los sueños —sonrió de verdad al ver como la infanta abría la boca incrédula —para que no se conviertan en pesadillas.

—¿Te puedo pedir algo?

—por supuesto, sabes que puedes tener lo que quieras.

—dile que me deje soñar con ella, siempre que aparece para cantarme, una nube negra la invade, todo se vuelve una Apocalipsis, se desvanece —susurró dejando que varios mechones de pelo cubrieran su rostro, deseaba llorar, tirarse al suelo y hacer un berrinche, pero no era lo que ella debía de hacer, su abuela Agreste siempre se lo repetía.

—¿Ella?

—mamá —musitó soltando un sollozo, la primera lágrima cayó al suelo, abrazó a su peluche —quisiera poder haberla conocido —lloriqueo, corrió hasta el lecho de su padre y se lanzó a él, Adrien la atrapó rodeándola con sus firmes brazos, dejó que la pelinegra llorará en su pecho.

—no llores Emma, a tu madre no le gustaría verte así —susurró, a él también lo destrozaba, era noche, el cielo lloraba, la melancolía se había apropiado de los sentimientos de padre e hija.

—¿Podríamos escucharla? —preguntó señalando su celular el cual estaba en el buró, Adrien asintió, la ojiazul se despegó de él para ir por aquel aparato.

—por supuesto.

—Duusu también quiere estar conmigo.

—llámalo —acarició su melena negra, suspiro, tal vez le gustaría tener a Plagg a su lado, pero lo había entregado, al igual que a Tikki. Su madre le había regalado a su nieta el Miraculous de pavo real, diciendo que ella en verdad lo merecía, que lo cuidaría y sería una buena superheroína, como su madre.

Ya No Estás Tú [Three-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora