Capitulo III: Rin Matsuoka

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—Felicidades, Haru. Jamás hemos tenido duda de que eres el mejor de todos.—

Fueron unas palabras sencillas, nada diferente a la que le habían dicho cientos de personas, pero de alguna forma le produjeron cierto pesar. Rin estaba sonriendo, mostrando aquellos pequeños dientes afilados, pero Haru podía percibir con claridad la amargura que se escondían en sus ojos. No se atrevió a responderle a esas falsas felicitaciones, ni llegó a desprender sus orbes azules del rostro de él, a pesar de que Matsuoka no se atrevía a mirarlo.

—Rin...— el nombre de su amigo se escapó en un murmullo suave, rodeado de pesar.

—¡Oye! ¡Oye! No me llames en ese tono, ¿Está bien?— el pelirrojo había reaccionado de inmediato, girando su rostro para dejar que sus miradas se encontraran por primera vez desde que había terminado la competencia. —¡Gané una medalla de bronce en mi primera competencia Olímpica! ¿No es eso genial? Mi papá estaría orgulloso de mí.—

Haruka no era de las personas que pudiera disimular sus sentimientos, y esta ocasión no era una excepción. Al escucharlo hablar de esa forma una de sus cejas se había arqueado. Porque no importaba cuánto Matsuoka estuviera comprometido a disimular, podía ver claramente la decepción de su amigo en esas palabras vacías.

En forma inconsciente, la pálida mano de Nanase se comprimió entorno a la medalla de oro que colgaba en su cuello. Su corazón estaba latiendo con fuerza en forma dolorosa, y era preso de ciertos sentimientos que no lograba comprender con claridad.

Para fortuna del atleta más alto, Serizawa había llegado con el resto del equipo japonés, y con ello daba por terminado esa incomoda charla que estaban teniendo. Las felicitaciones y el frenesí de la competencia volvieron a ser protagonistas, compartiendo una amena charla que le imposibilitó por completo a Haru el poder volver a hablar con Rin, pero desde su posición, había notado como el entrenador Serizawa se había acercado a su amigo.

En frente de él Rin se había permitido el reflejar por unos momentos el pesar que pasaba por su cuerpo, y sin poder evitarlo, Haruka había emitido un pequeño quejido.

—¡Nanase eres increíble! ¡Tienes que escuchar la repetición y los comentarios de la prensa!—

Nadie parecía ser consciente de la preocupación que consumía al joven de ojos azules, pero supo que así era lo mejor. Tan sólo se limitó a asentir las palabras de sus compañeros a medida que se iban retirando del estadio Olímpico.

El bus que los llevó de nuevo al hotel estaba lleno de conversaciones animadas. Haru notó cómo entre pares nadadores, Rin había dejado atrás aquella sombra en sus ojos y se dedicaba a participar activamente en los juegos. Pero en ningún momento había volteado en su dirección, ni le había insistido en que participara con ellos.

Supo que Sarezawa también había notado aquella situación cuando Haru se topó de repente con su mirada. Por instinto, Nanase mantuvo sus ojos con los de él, cuestionándolo en silencio, pero no obtuvo respuesta alguna, tan sólo una suave sonrisa de parte del entrenador. Toda esa situación ya lo estaba ahogando, y para su mala fortuna, al llegar al hotel no se terminó. Debía atender a la prensa y a la Federación Japonesa como el medallista de oro, dando pequeñas notas que le costaba con su propia limitación para hablar en público.

Rin estuvo ausente en la conferencia de prensa y Haruka no tuvo otra opción de abordar la situación solo. Estaba agotado, con sueño y hasta hostigado. No había considerado aquella parte de ser representante de Japón en unas Olimpiadas. Por ello, apenas tuvo la oportunidad, se marchó a su habitación.

Supuso que su compañero estaría allí cuando llegara, pero para su sorpresa el cuarto se encontraba exactamente de la misma forma que lo habían dejado esa mañana. La cama no estaba removida, y la puerta del baño estaba abierta, dándole seguridad de que Matsuoka no estaba presente.

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⏰ Última actualización: Jun 02, 2017 ⏰

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