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— tu muñeca no esta rota – me informo la doctora que me atendía.

—es algo grave?– pregunto la chica a mi lado.

— no pero no tiene que hacer esfuerzos– me enseño la receta. 

Asentí y suspire un poco aliviada de que no haya sido algo peor.
La doctora salio de la habitación unos segundos para ir por unos analgésicos.

—Dios si que me diste un susto cuando dijiste que te dolía.

Murmuro Alicia la dueña del vehículo con el cual casi fui atropellada.

— la verdad es que lo siento, yo soy una principiante en esto de la conducción de un coche.

Alce una ceja divertida.

— en pocas palabras, no sabes conducir.

—si, y bueno ¿a donde ibas?.

—a casa de los vecinos, no es que sea muy sociable pero. Estoy un poco sola en casa.

Suspire.

— mm pues yo iba sin rumbo, lo que era mi pueblo lo destruyeron así que ahora vivo con mi hermano mayor.

Fruncí el ceño, se supone que ya no estamos en la edad media como para que se ataquen entre si los pueblos.

— ¿ataque terrorista?– Murmuré.

Sonrió juguetona.

— algo así.

Una media hora después nos encontrábamos en la parada de autobuses para yo poder regresar a casa.

— y dime como es que reaccionaste tan rápido en un momento te vi parada observando como venia y después estabas al otro lado de la calle tirada.

— no lo se, yo solo me quede demasiado sorprendida que no me podía mover, pero después alguien me abrazo y nos tiro a ambos al otro lado de la carretera.

— pero yo no vi a nadie.

— no.

De camino a casa seguimos hablando nos hicimos amigas, ella quedo de venir a visitarme. A la media noche después de haber cenado decidí ir a visitar a mi vecina naturaleza.
Salí de casa mientras comía un emparedado. Me introduje entre los arboles y camino con pasos relajados alumbrado con la linterna de mi celular, algunos metros mas tarde escuche pisadas fuertes impactando con el suelo.

Como si alguien estuviera corriendo, no podría ser una persona por que las pisadas eran escandalosas y potentes. Me puse de espaldas contra un árbol, a lo lejos observe algo blanco. Un blanco majestuoso, pulcro, limpio.

De un momento a otro la cosa blanca se fue haciendo un poco mas grande, y ya no era completamente blanco. Negro y blanco, los colores se combinaban es su pelaje.

Corrí sigilosamente a un árbol mas cercano para poder ver mejor. Y no era una cosa eran dos cosas el otro era café y un poco mas pequeño, pero aun siendo gigantes para mi. Estaban de frente parecía que hablaban telepática mente o algo. Y la cosa, que no solo era una cosa, no era una cosa si no un gran y majestuoso lobo. Y bueno no era uno pero, ustedes me entienden.
Dios yo misma me revolví.

Trague saliva al ver como el lobo blanco volteaba hacia mi dirección como si en todo momento el hubiera sabido que yo estaba ahí.

Sus ojos azules brillaron con la luz de la luna, dándome una mejor visión de los mismos. Mi boca quedo entre abierta y mi corazón se acelero, lo que me había pasado ya dos veces seguidas. Esto no era normal. El lobo café también volteo en cuanto sus ojos chocaron con los míos, doblo sus patas delanteras y agacho la cabeza en forma de respeto.

Mire asombrada la escena, los lobos se acercaron lentamente, dejando a la vista la gran diferencia entre sus enormes cuerpos y el mio.

El lobo blanco inclino un poco su cabeza olfateando muy cerca de mi rostro. Segundos después su legua se poso en mi mejilla, como la muestra de afecto que dan los perros. En cuanto la retiro mi mano por acto reflejo fue a mi mejilla.
Al momento de tocarla una sonrisa se asomo en mis labios, retire la mano de mi rostro y la guíe al del lobo blanco, este cerró los ojos y se dejo acariciar disfrutando de mi tacto.

Algo en mi hizo clic dándome a entender que algo estaba mal dentro de mi cabeza. Pues es que era obvio. En este preciso instante me encuentro acariciando a un Lobo y eso amigos mios, no es para nada normal.

DE MI PROPIEDAD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora