Hábito

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Con el tiempo, cuando se sentía sola solía acudir a él. 

Era un hábito que había desarrollado desde que era una niña; siempre que sentía impotencia era él la primer persona a la que recurría. No se debía al hecho de que esencialmente carecía de más amistades, sino que él la hacía sentir calmada y segura; incluso si no le ofrecía el más mínimo consejo. 

El estar a su lado era suficiente para hacerla sentir mucho más relajada.

Desarrolló esa costumbre cuando aún vivían en el Distrito de Shingashina; por aquel entonces ella habitaba la casa de su familia adoptiva. En la misma nunca le faltó nada: ni comida ni el acogedor amor de una familia promedio. Siempre se sintió muy afortunada de haber sido proveída de una segunda oportunidad para disfrutar de un hogar y una familia.

Pese a todo eso, había ocasiones en las que las inseguridades originadas por los traumas de su pasado salían a la luz, dejando ver su lado más vulnerable: una faceta que había prometido no mostrarle a su hermanastro nunca más.

Por voluntad propia había asumido el rol de su imponente protectora, y por lo tanto no había lugar para dudas. Tenía que demostrarle a Eren; al mundo, que era apta para llevar tal responsabilidad.

Porque sólo los fuertes sobreviven y avanzan. 

Es por eso que cada vez que sentía un nudo amenazando con desgarrarle la garganta, corría lejos de casa sin un rumbo en específico. 

Por supuesto, al estar dotada de tantas habilidades no era difícil para ella escabullirse sin que ningún miembro de la familia Jaeger pudiese percatarse. Dentro de su lista de deseos no estaba el causarles más preocupaciones de las que ya tenían entre manos.

No obstante, era obvio que ella no era capaz de lidiar con sus propios sentimientos. 

Probablemente por cuestiones de su edad tenía tales ideas, pero deseaba desde el fondo de su corazón que alguien la rescatara. Incluso aunque nunca fuese a expresarlo explícitamente, se sorprendía a sí misma esperando a que uno de los héroes de los cuentos que solía contarle su madre acudiera en su ayuda. 

Pero las cosas no serían tan sencillas para Mikasa: era terriblemente consciente del terror que infundía sobre otros niños, así como lo diferente que era respecto a ellos. Y ella necesitaba de alguien mucho más fuerte que sus propios demonios. 

Alguien que no tuviera miedo del abismo que había dentro de ella. 

Siempre pensó que una fuerza así provendría de una persona con la habilidad de derribarla durante una pelea; jamás imaginó que se encontraría resguardada en una figura tan pequeña y delicada.

Cuando lo entendió a él, entendió una distinta definición de fuerza.

Durante una de sus huidas su mente divagó, sin percatarse de que sus pies la llevaron al lugar donde sabía que él se encontraría: el chico con los ojos radiantes de esperanza.

El chico con sueños de un mundo maravilloso; el chico con la sonrisa más sincera que había conocido; el chico que pese a sus debilidades se mantenía firme. Era valiente como sólo él sabía serlo: quizás por eso constantemente recurría a él. Con suerte un día sería alcanzada por su  coraje y aprendería a sobrellevar sus miedos.

Después de correr durante varios minutos, por fin llegó al césped de la plaza principal: poco sorprendida, pero ciertamente no decepcionada. Pues justo como esperaba, ahí estaba Armin con la nariz metida en un libro. 

Mientras se acercaba se preguntó qué tipo de libro sería esta vez; pues el muchacho no se limitaba únicamente a leer con una hábil rapidez, sino que también mantenía variados sus géneros de lectura.

🌟✩Los suaves murmullos de los recuerdos✩🌟 (♡Armin x Mikasa♡)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora