Curvatura del espacio y el tiempo.

942 56 29
                                    

-          Dime, ¿Qué crees que pasaría si te absorbiese un agujero negro?- Preguntó Clarke mientras bebía su cerveza.

Bradbury no sabía que contestar. Por un lado, nunca comprendió a su amigo, un avezado explorador capaz de las locuras más dispares. Se quedó callado, sin decir nada.

-          Venga hombre, di algo.- Le arreciaba Clarke.

Al final, Bradbury habló, pero sabía que a su amigo no le gustaría lo que tenía que decirle.

-          Meterse en un agujero negro es una locura.- Comentó con calma, pero mirando fijamente a Clarke.- Una vez entrases te absorbería. Es gravedad pura. Ni la luz es capaz de escapar de su fuerza gravitatoria.

Clarke vio hacia donde quería ir Bradbury. Su amigo siempre se preocupaba de él, de que no llevara a cabo ninguno de sus descabellados planes que siempre ponían su vida en peligro.

-          Pero nadie hasta ahora lo ha intentado.- Argumentó Clarke mientras movía la botella que portaba en su mano.- Imagínate la sorpresa que se llevaran cuando se descubra que se oculta realmente tras estos misteriosos cuerpos. Seria famoso aquel que lo averiguase.

-          Precisamente.- Inquirió Bradbury.- Nadie lo ha hecho hasta ahora por el peligro que conlleva. Y espero que tú no lo hagas.

El hombre resopló ante la continua negativa de su amigo. Estaba realmente molesto por no ver ni una sola muestra de apoyo por parte de este.

-          Te recuerdo que eres un suicida en potencia.- Le apuntó Bradbury, mientras tomaba otro sorbo de cerveza.- O es que no te acuerdas de cuando trataste de ponerte bajo la estela del cometa Halley. O cuando quisiste calcular el nivel de radiación que emitía Sirio antes de sufrir su colapso en supernova.

Le lanzó una mirada seria. Estaba realmente enojado ante los pretextos de Bradbury.

-          ¡Pones tu vida en peligro por empresas de absurda conquista!- Dijo este con aire preocupado.- Prométeme que no vas a cometer esta nueva locura, ¿entendido?

A Clarke no le quedó más remedio que recular. Su amigo siempre era muy convincente y tenía buenas dotes para convencer a todo el mundo.

-          Te lo prometo, no llevare a cabo ninguna locura.

Ambos alzaron sus bebidas y celebraron este acuerdo.

5 días más tarde,  Sebastián Clarke ponía rumbo a la galaxia de Andrómeda, donde se había detectado la presencia de un agujero negro. Le dio mucha pena no hacer caso a las advertencias de su compañero, siempre preocupado por él. Pero Clarke era un aventurero demasiado avezado como para no meterse de lleno en una expedición tan emocionante como peligrosa.

Su nave llegó al destino pensado. Fue un trayecto de cinco días en viaje interestelar desde la estación Estrella Muerta, donde había tomado su copa con su gran amigo Bradbury, para ahora llegar hasta allí.  El agujero negro parecía haber sido detectado en el sector X-23, donde se suponía, había un sistema solar. Ahora, ya no había nada.

En su lugar, vio un descomunal agujero negro, ahora brillante, iluminando con una incandescente luz color rojo claro. Esa luz procedía de la masa amorfa de gases que conformaban una gran estrella,  una gigante roja, que ahora pareció un descomunal coloso agonizante, viendo como aquel silencioso parasito la devoraba.  Los agujeros negros son fuerzas imparables de la naturaleza. Grandes concentraciones de gravedad que giraban formando un vórtice inestable que los hacían irrefrenables, convirtiéndolos en frenéticos torbellinos que arrasaban con todo lo que encontraban a su paso. Aquellos que se acercasen acababan a su merced y desaparecía sin dejar ni rastro, sin saber hacia dónde se dirigía, cuál era su destino. Eso era precisamente lo que fascinaba a Clarke, y lo que iba a hacer, descubrir que te ocurría si eras absorbido por uno de ellos.

En el espacio, nadie leera tus relatos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora