01: Quizá

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Enfocado en: Vikturi

[...]

Yuri está enamorado, no tiene duda. Su corazón bien puede competir al ritmo de cualquier atleta y ese hecho en lugar de provocarle un revoloteo en el estómago cual mariposas en primavera, lo aterra.

Sentado en su banca, observa desde el segundo piso hacia las canchas, lugar donde Viktor ahora mismo se encuentra rindiendo la práctica de tenis. Al verlo aún a lo lejos, no logra contener la alegría que le provoca contemplarlo de esa manera: dando todo de sí.

El aula permanece únicamente empleada por Yuri, pues al no haber clase durante la presente hora los alumnos suelen optar por salir a despejarse e incluso algunos bajan a presenciar el juego. Estando así, se da la libertad de emocionarse y aplaudir cada que Vitya realiza un movimiento certero, sin tener porqué preocuparse de miradas curiosas.

Absorto en sus pensamientos, se sorprende al escuchar la puerta del salón abrirse. Gira para ver quién ha llegado, topándose con la figura de su mejor amigo.

-¡Yuri! -Saluda el tailandés, yendo rumbo al nipón-. ¿Qué haces aquí? Todos están allá abajo, ¡vamos! -exclama entusiasmado, tomando el brazo del contrario una vez cerca.

-Gracias, Phichit -menciona, sonriente-, pero sabes que prefiero estar en este lugar -responde, soltándose del agarre.

-Umm, ¿de nuevo viendo a Viktor? -reprocha el de tez morena al notar la dirección a la que da la ventana: un perfecto panorama de las canchas-. Amigo, ¿si tanto te gusta por qué no bajas para hablarle? ¡Yo te ayudo!

-¡No! -Grita, adquiriendo un tono carmín en sus mejillas de solo pensar hacer aquello-. Eso sería una locura, además ya sabes... él tiene a alguien -murmura lo último con los ojos al suelo.

-Vamos, para nadie en el instituto es un secreto que ella no es mas que una mujer en busca de popularidad a cuesta de Vitya, agregando que su "relación" -enfatiza la palabra formando comillas con los dedos de ambas manos- se está desmoronando -Toma lugar en la silla continua a la del nipón-.En cambio tú mi dulce amigo, le quieres con total sinceridad. He sido testigo de eso.

El aludido suspira ante tales palabras. Si bien es cierto, nunca se atrevería a entrometerse e intentar romper el vínculo que hay entre el ruso y su pareja, por más problemas que parezcan tener.

El nipón suspiró ante las palabras de su amigo. Si bien era cierto, nunca se atrevería a romper tal vínculo entre el ruso y su pareja.

-Si piensas que me interpondré en la relación, mejor date por vencido -comenta, apartando la mirada para pisarla sobre los movimientos efectuados por el ojiazul-. Me conoces bien, no soy esa clase de persona.

-Lo sé, lo sé -Empuja el cuerpo hacia la banca de Yuri, pasando un brazo por los hombros de este-. Al menos podrías volverte su amigo, son vecinos después de todo.

-Quizá algún día lo intente -dice, acompañado de sutil levantamiento en las comisuras de sus labios.

La tristeza puesta en dichas palabras causa un sentimiento de culpabilidad en el tailandés.

-Ey, ¿qué tal una foto? -Ánima sacando su móvil, ingresando a Instagram al instante-. ¡Sonríe! -exclama, acercándose más al japonés mientras realiza el símbolo de amor y paz con la mano libre, siendo imitado por el contrario.

En cuanto obtiene la fotografía no demora en subirla a dicha red social, colocando como descripción: "observando la práctica de tenis. ¡Tú puedes, Viktor!"

-Listo -dice con entusiasmo.

Al oír eso, Yuri entra a su respectiva cuenta en busca de la foto recién, sin embargo, al ver lo que esta dice se tambalea; aunque lo peor es darse cuenta que no solo él es quien aparece en las etiquetas.

-¡Phichit! -gritó poniendo el celular frente suyo-. ¿Por qué, por qué, por qué? -Se lamentaba sin parar-. No tuviste que etiquetarlo también a él, ¿ahora qué haré?

Su amigo no pudo contener una risa ante ello.

-Deja de preocuparte, él recibe muchas etiquetas a lo largo del día -Se encaminó hacia la puerta-. Iré adelantándome, te espero en los casilleros -comunicó antes de irse.

Así, Yuri quedó sumido nuevamente en el silencio del amplio salón. Trató de ser optimista y confiar en las palabras de su compañero.

Guardó sus cosas en la mochila para luego girarse a observar al joven ruso que descansaba del arduo juego. Sonrió ante tal imagen.

-Quizá algún día lo intente -confesó al aire sin borrar la sonrisa en su rostro-. Quizá...

Boulevard. | Yuri KatsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora