Capítulo Uno
Quedaba menos de un mes para las vacaciones de verano y yo aún no había aprendido que las clases comenzaban a las ocho, no a las diez. Como siempre, me levanté corriendo de la cama, haciendo todo el ruido que podía y pateando todo lo que se interponía en mi camino hacia la ducha.
Después de la "relajación" que a mí me suponía ducharme, ya que consistía en agua fría porque no le daba tiempo a calentarse y un minuto bajo ella, terminé frente a mi pequeño armario, eligiendo la ropa que usaría hoy.
- ¡Mandy, baja a desayunar ya!
- ¡Voy!
Bajé dos minutos después y bebí un vaso de leche en veinte segundos literalmente. Bueno, todo en mi vida era literal. ¿Llegar con un petardo metido en el culo? Literal. ¿Tropezarme con miles de cosas hasta llegar a la puerta? Literal. Literalmente hablando, mi vida era una mierda.
Desperté algo de pena y compasión en mi hermano mayor, que me llevó en su coche hasta el Instituto. Una vez allí, no había nadie a la vista. El timbre que daba comienzo a las clases habría sonado hace veinticinco minutos. Me despedí de él con la mano y corrí hacia la puerta, esperando a que mi hermano se fuera. Obviamente, no entré en el Instituto. Si hacía una entrada triunfal a esta hora lo mínimo que me caería sería una tarde en el aula de castigados, y eso no me apetecía lo más mínimo. Decidí que lo mejor sería sentarme bajo las gradas del campo de fútbol.
Hicieron falta unos quince minutos para darme cuenta de que no estaba sola. Dos chicos estaban en las gradas, sentados, unos escalones por encima de donde yo me encontraba. Se reían como si no hubiera un mañana.
— Tío, nos va a matar como se entere.— Dijo uno de ellos.
— En nuestra defensa diremos que nosotros no la cogimos. Fue ella.— Respondió el que se encontraba a la izquierda tranquilamente.— Además, ¿quién dice que vaya a enterarse? ¿Acaso se lo vas a decir?
— ¡Claro que no, capullo! Pero, ¿y si se entera? Tenemos un tesoro en nuestras manos, tío.
— Pues lo mejor será que Adam no sepa nada de esto. Deberíamos devolverla.— Empezaba a inquietarse, ya no sonaba tan seguro.
— ¿Le tienes miedo a Adam? ¿En serio?— Pude reconocer su voz, era Kyle. Estaba en mi clase de Anatomía. ¿Estaba hablando de Adam? ¿Adam, ese Adam?
— ¿Y quién no? Anda, vámonos de aquí.
Bajaron a saltos las gradas y se fueron haciendo una carrera hasta la puerta del Instituto. ¿Cuál era ese secreto tan jugoso que tenían de Adam? Coincidía en varias clases con él. Era un chico de estos que tienen un aura negra a su alrededor, un cartel en la frente que dice con letras mayúsculas PELIGRO. Típico chico que conduce una motocicleta negra mate, una Harley-Davidson, para ser exactos. ¿Se podía ser más tentador?
Nunca se me había ocurrido acercarme a Adam. ¿Quién en su sano juicio lo haría? No es que tuviera buena fama. Creo que hablé con el una vez, si mi memoria no falla. Fue en un debate sobre los jóvenes delincuentes.
— Es por eso que creo que jóvenes o adultos, todos los sujetos que cometan un crimen, sea del grado que sea, deben ser castigados.
Él levantó la mano, pidiendo la palabra. El profesor se quedó boquiabierto. Adam nunca participaba en los debates de clase.
— Puede hablar, señor Adams.
¿Señor Adams? Supongo que a sus padres les pareció gracioso llamarle Adam Adams. Adam se levantó de su silla, abrió la boca y pronunció:
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Adam's Kind of Girl
Novela JuvenilAdam era un chico bastante difícil de entender. No era por el hecho de que no confiara en nadie, por supuesto que no. Era porque tenía una forma de pensar un poco extraña. Y aún así era uno de los chicos más populares del Instituto. Lo que nadie s...