Capítulo dos
¿Pero qué había hecho? Sin duda alguna esta era la peor apuesta que había pactado en mi vida. Enamorar a Adam Adams, ¿estamos locos?
Adam era el mayor idiota, estúpido, egocéntrico, guapo, cretino, absurdo... ¿Espera dije guapo? Pues sí, lo es. Es jodidamente guapo. No es como Kyle, de músculos desarrollados y mitad piedra. Adam es guapo. Tiene un cabello marrón más bien ondulado que perfectamente puede llegarle a las orejas, mandíbula marcada y ojos igualmente marrones, de esos que te absorben para no volver nunca a la superficie; piel morena y músculos marcados, pero de forma sutil. Nadie va a negar que tiene un buen físico, pero no es exagerado.
¿Y yo que soy? Pues soy una estúpida chica del montón que ha decidido que sería una buena idea intentar enamorar al señor perfección por doscientos dólares. Doscientos dólares que voy a perder.
— Mandy, ¿estás ahí?— preguntó gritando, para variar, Savannah.
Eran las seis y media de la tarde y habíamos decidido quedar para tomar un café e ir de compras. Justo cuando sorbí el último trago de café de la taza, Vannah se atragantó con su donut de chocolate.
— ¡Savannah!— Grité pasándole un vaso de agua.
— Tía, no grites. Quieres llamar su atención, pero no te pases. Te está mirando.— Intenté girar mi cabeza para ver de quién hablabla pero me cogió del brazo y me lo impidió.— ¡No! Que se acerque él. Oh Dios mío, sigue mirándote.
No aguanté más y en un momento de confusión me deshice de su agarre y miré a la persona que supuestamente no me había quitado el ojo de encima.
— ¿Qué pasa, Nancy?— Preguntó Kyle con su sonrisa de lado mirando a mi amiga por encima de mi hombro disimuladamente. Oh, ya entendía.
— Es Mandy, aunque para ti Amanda. Y te agradecería que dejaras de comerte con la mirada a mi mejor amiga.
— Venga, Nancy, no seas tiesa. Estás mucho más sexy cuando no tienes el ceño fruncido, preciosa. — ¿Acababa de guiñarme un ojo? Eso parecía.
— ¿Qué quieres Kyle?— Dije cansada.
— Esta noche hay una fiesta en mi casa. Venía a deciros que estáis invitadas.
— ¡Una fiesta! Cuenta con nosotras. — Respondió Savannah antes de preguntarme si a mí me apetecía.
— De acuerdo. Ahora ya puedes irte, Kyle.
— ¿Quieres que vaya a recogerte, preciosa? — Decir que tenía ganas de partirle la boca se quedaba corto.
— Sí, si quiere. Pasa a por ella a las nueve. ¡Adiós!— Gritó Savannah despidiéndose de él con la mano.
Espera, espera, espera. ¿Acaso mi supuesta mejor amiga acababa de acordar que Kyle me recogiera sin tener en cuenta mi opinión? Era obvio que yo no quería.
Vannah siguió gritando y tirándome prendas a la cara hasta las ocho que estuvimos de compras. Afortunadamente, éramos vecinas y su casa estaba a dos metros de la mía, así que fuimos a su casa para prepararnos juntas.
Me di una larga ducha mientras Savannah se vestía con la falda roja de tubo que había comprado y una blusa blanca. Yo preferí llevar pantalones y una blusa gris que me obligó a comprarme, ya que según ella "realzaba mis pechos mucho". Ella nunca fue de maquillarse de forma excesiva, pero tenia bolsas de maquillaje en cantidades industriales. Una vez listas, bajamos a su salón. Pasaba tanto tiempo en casa de mi amiga que me la sabía como la palma de mano.
Sin embargo, por mucho tiempo que pasara, seguía sin acostumbrarme a sus hermanos. Ellos era simplemente increíbles, con todos los sentidos de la palabra. En ocasiones he llegado a considerarme una verdadera acosadora. En la familia de mi mejor amiga eran seis. Sus padres, que por motivos de negocios pasaban mucho tiempo fuera de casa y se iban sin problema sabiendo que dos de los hermanos eran mayores que ella. Y después estaban esos auténticos dioses que mi querida amiga tenía como hermanos. Primero teníamos a el mayor de todos, Thorn. Veinticinco años, pelo castaño oscuro, ojos miel y siempre con su barba de dos días. Era el sexy hermano mayor. Después de él, venía Marco. Veintiún años recién cumplidos. Pelo rubio, piel blanca, ojos azules. Uhm... Tentador. Por último, pero no menos importante, Axel, el mellizo de mi mejor amiga. Diecisiete que se convertirán en dieciocho en una semana. No se parece en nada a Savannah. Él tiene el pelo negro, la piel blanca como Marco y unos inquietantes ojos marrones verdosos. Me encanta. Podríamos decir que es mi amor platónico desde que era una niña.
Lo sé, los hermanos de mi mejor amiga son a cuál mejor. Llevo viviendo con el martirio de ser como una más en la familia por años.
— ¿Qué hay, Mandy?— Marco acababa de venir de correr. Llevaba la camiseta en un hombro, dejando su torso brillante por el sudor al descubierto.— ¿Quieres un poco?
¿Qué? Oh Dios mío. Me había pillado mirándole de arriba a abajo. Noté como me miraba fijamente, con una sonrisa burlona plantada en su cara. Y entonces preguntó algo que me dejó las piernas como verdadera gelatina:
— ¿Quieres zumo de limón o no?
— ¿Zumo de limón?— Pregunté confundida. Vannah intentó aguantar la carcajada sin mucho éxito. Claro, él me preguntaba si quería un poco del zumo de limón que se estaba echando en el vaso cuando me ha hablado. —No, gracias, creo que paso.
Eres una idiota, Amanda.
— Hay un tío en la puerta. ¿Debería preocuparme?— Dijo Axel haciendo acto de presencia. Oh, Axel. Caminaba hacia nosotros desde la puerta. No podía verse mejor. Jeans negros y una camiseta blanca remangada hasta los codos apretada que le hacía gran justicia a su cuerpo. Él sabía lo bien que le quedaba y no dudaba en usarla. Justo cuando pasó por detrás mía, me rozó el brazo, un toque leve, con las puntas de sus dedos.
Era algo nuestro. No era ningún secreto que Axel me encantaba desde pequeña. Supongo que el pasar tanto tiempo en su casa tampoco ayudaba mucho con mi obsesión por él. Hace muchos años, cuando los padres se Savannah estaban de viaje y ella quería compañía femenina, siempre estaba yo para quedarme durante una semana a dormir en su casa. Prácticamente, era mi segundo hogar. Recuerdo que Savannah y yo nos sentábamos dentro de la casita del jardín, con nuestros muñecos favoritos y nos contábamos secretos. Siempre, minutos después, venían sus hermanos a bombardearnos con globos de agua, fuera la estación del año que fuese. Acto seguido, corríamos tras ellos, intentando alcanzarlos y darles su merecido. La escena terminaba con Vannah siendo cogida por los brazos y las piernas por Thorn y Marco, y Axel cargándome sobre el hombro.
Con los años dejamos de tener tanto contacto, pero nunca hemos dejado de notarnos. O al menos, yo nunca he dejado de notarlo a él. Siempre que pasaba por donde yo estaba me rozaba con los dedos el brazo o el pelo. Sí, siempre dijo que le encantaba mi pelo.
— Oh, no es nada. Sólo es la cita de Mandy, que ya sabes, viene a recogerla. — Respondió mi amiga quitándole importancia.
Axel frenó en seco. Creo que fue mi imaginación pero me pareció ver cómo apretaba sus puños.
— Él no es mi cita. — Sentencié rápidamente y con voz alta, esperando que Axel se hubiera enterado.— Yo no quería que me recogiera. Savannah le dijo que sí sin mi permiso. Técnicamente viene a por las dos.
Me alegré cuando comprobé que la tensión en los brazos de Axel había desaparecido y que se giraba de nuevo aproximándose a nosotras.
— Entonces vais a la fiesta. — Asentí, mirándole de lleno a sus ojos marrones verdosos.— Genial, os veré allí. Te estaré vigilando, Savannah.
— ¡Eso ni se te ocurra! — Gritó mi amiga cogiendo su bolso.
— No creas que la vigilancia te excluye, Mandy. — Susurró Axel para que solo yo pudiera oírlo. Este chico me volvía loca.
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Adam's Kind of Girl
Fiksi RemajaAdam era un chico bastante difícil de entender. No era por el hecho de que no confiara en nadie, por supuesto que no. Era porque tenía una forma de pensar un poco extraña. Y aún así era uno de los chicos más populares del Instituto. Lo que nadie s...