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— GRIMES.

Carl Grimes firmemente caminó tras su grupo, con una postura firme que tensó su espalda y su barbilla levantada, como si temiera que su corona- sombrero de sheriff se cayera. Su cabello castaño cubría su ojo mútilo; ¿no eran suficientes las vendas y su sombrero? Sus pasos lentos pero largos le hicieron aparece indomable. Observando cuidadosamente los movimientos de cada adulto, empezó a cualificar cada una de sus cualidades. Uno a uno estaban siendo matados como moscas, y no... Él no planeaba morir. Él quería ser el escorpión que atacaba la mano.

Su padre paró de andar, elevando su mano levemente para que los demás lo vieran. Se quedaron callados. El sonido del viento seguido por las hojas secas se llevó al Otoño junto con él.

Carl se permitió disfrutar la brisa, ya que kilómetros y kilómetros de distancia le cansaron.

—Necesitamos ahorrar gasolina –recordó la voz de su padre antes de irse de Alexandria– También nos ayudará a ocultarnos y prevenir atención.

Rick saltó sobre la valla blanca de la casa abandonada. Carl observó la casa mientras esperaba que los demás entrasen. Le recordó a una casa de muñecas: pintada de un rosa (ya grisáceo) con hiedra venenosa trepando por las paredes agrietadas, y un tejado blanco con una antena torcida.

Era su turno, trepó sobre la valla y aterrizó ligeramente sobre la hierba seca. Un pequeño parque devorado por flora le distrajo. Algunas rosas estaban empezando a marchitarse, dejando un olor acre en sus fosas nasales.

—Carl –llamó su padre, viendo que estaba distraído.

Asintió. Rick golpeó la puerta para atraer la atención de los caminantes, sin embargo, no había ninguna señal. El líder derribó la puerta, dejando ver un salón lujoso. Entraron, Rick y Michonne en el piso de arriba y él y Daryl en la de abajo. Los muebles estaban intactos, sin embargo estaban cubiertas por una gruesa capa de polvo. Pudo ver un marco con una foto de una familia sonriente en un día soleado. No sintió pena alguna y rompió el marco, quedándose con la foto.

Verano del 2006, los Meadows.

Rebuscando por los cajones, encontró unas pilas, cerillas y un Rolex.

Después de aclarar el área, Daryl asintió y ambos se fueron arriba.

Con cada paso que dio, las escaleras de madera chirriaron fuertemente. El pasillo estaba desierto, las paredes decoradas con cuadros de óleo, representando paisajes idealistas.

Oyó unas risitas lejanas en una habitación, seguramente eran su padre y Michonne de nuevo; y tenía razón, salieron con unas gran sonrisas con la ropa de los anteriores dueños puesta.

—Lo siento, Carl. Nada interesante para tí, sólo había novelas de Shakespeare... –Michonne sonrió, tocándole el hombro.

—Hamlet, Othello, Macbeth... –continuó Rick.

"Ya, joder."

—¿Encontraste algo, Daryl? –preguntó Rick, andando hacia él. Estaba intentando desbloquear una puerta, asi que le empezó a dar patadas.

Los demás se reunieron a su alrededor hasta que la puerta se derrumbó. Sus caras se cubrieron de pena al ver que era una habitación de una niña. La cara de Carl se quedó monótona, pensando en la cursilería que veía le hizo fruncir el ceño. Las paredes eran como el rosa de la casa, excepto moho empezaba a crecer por la falta de ventilación. Entraron a la habitación para ver si había algo útil. De repente, Rick alzó su mano.

REQUIEM [C. GRIMES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora