II

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Temblaba, el momento había llegado.
Mis piernas eran puro flan mientras sostenia la llave de la puerta frente a mí.
Al otro lado, mi principe soñado.
Dormido cual bello durmiente, o eso quería pensar.

Nervios.

Encajé la llave, la giré,  miré nuevamente al frente, cogí aire.

Exhalé.

Abrí con suavidad, entré en aquella estancia.
Una entrada con un pequeño salón, a la izquiera dos puertas, las habitaciones, a la derecha una cocina y el baño.

Taquicardia.

Fui a la izquierda, la primera puerta y giré el pomo. Era el momento.

Más nervios.

Entrar y verlo ahí, estirado en la cama, boca arriba, ni se había quitado las gafas, me acerqué sin hacer ruido y lo miré.

Hermosura.

Me agaché, lo observé de cerca, sus ojos tras las gafas, no se las quité, vi su pecho subir y bajar mientras respiraba, acaricié su mejilla rasposa por una barba de poco tiempo.

Aún así era bello.

Era bonito verlo, cara a cara, sin pantallas, sin distancias, sin nada en medio.
Me incorporé, me acerqué al borde de la cama y subí sobre el con cuidado y sin dejarme caer.

Anhelo.

Volví a acariciar su mejilla, tibia, rasposa...adictiva casi.
Agaché para acercas nuestras caras, sujete mi pelo tras mi oreja.

Eras tú.
Frente a mí.
De carne y hueso.
Eras tú.

Junté nuestros labios levemente y abriste los ojos lentamente.
Me viste, y sin separar nuestros labios, te sentí sonreir, agarraste mi cintura.

Si, estaba allí.
Juntos.
Al fín.

7 de Junio de 2017

Versos nocturnos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora