Capítulo 4

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"La misma mierda de siempre..."

Pero en un día diferente.

Aquí estoy una vez más tras la barra de el bar, el lugar está en su apogeo siendo la media noche del sábado así que mi trabajo va y viene constantemente activo, mi compañera de trabajo me lleva el ritmo muy bien, hemos tratado de llevarnos bien y en realidad nos funciona, ella es mi única compañía en las tardes noches y aunque su turno termina a las dos de la mañana estoy agradecida que en las horas más pesadas esté presente.

Su nombre es Glenda, es diez años mayor que yo y aún así parece una adolescente por su cabello teñido de violeta, los tatuajes y perforaciones.

-Lo digo muy en serio, debemos cambiar las putas copas por vasos rojos desechables, ya cada vez vienen más clientes, el idiota de John no lo toma en cuenta porque él no hace ni madres se la pasa sentado en esa mesa de allá rodeado de sus amigos, a duras penas levanta su gordo trasero para venir y preguntar como va todo ¡vallase al carajo!- grita hacia él, pero por la música es imposible que él la escuche, miro a todos lados buscándolo, en éste sitio hay variedad, desde adolescentes locos ubicados cerca de la barra "por si acaso", ancianos en las mesas más cercanas al baño, pervertidos de cuarenta o cincuenta acercándose a las universitarias y uno que otro "dolido" recargando su cabeza en la barra rodeado de miles de copas vacías.

-¡Jodase!- grito ésta vez yo, Grenda y yo intercambiamos miradas cómplices y comenzamos a gritarle palabrerías al jefe, cualquiera pensaría que somos atrevidas, pero  en realidad somos unas cobardes aprovechando la música para desahogarnos .

Hay un cambio muy drástico entre una hora y la otra, a la media noche hay miles de chicos universitarios sudorosos bailando pegados a sus parejas, a las dos los ancianos y viejos pervertidos desaparecen, a la media hora solo quedan los valientes y a partir de las tres los dolidos y ebrios predominan en las mesas, a éstas alturas ya estoy sola, espero que la gente no se empiece a acostumbrar a que a plena madrugada éste lugar siga disponible, un día de estos me van a dar un susto y tal vez termine muerta o violada en algún callejón.

En el reloj dan las tres treinta y mi subconsciente crea una película en la que el chico rizado aparece a hacerme compañía, el rubio tampoco ha llegado ésta noche, espero no halla pescado un resfriado por la mojiza que nos dimos.

Mi turno aún no termina y sin embargo mi trabajo si, lo único que espero es a un par de chicas que ríen a carcajadas en una de las mesas, no hay nadie salvo nosotras, espero que se vallan para poder seguir leyendo el libro que Grenda me prestó o tan siquiera revisar mi celular, cuando el letrero de la entrada se ilumina doy un pequeño salto, por inercia me enderezo esperando a ver quien ha entrado, los mismos ojos verdes, mismos rizos de siempre, se acerca hasta la barra y me dedica una media sonrisa, hecho un vistazo rápido al rededor de el lugar esperando las miradas curiosas de las chicas, pero éstas no lo notan.

-Buenas noches- me saluda, jala un banco y lo posa delante de la barra, delante de mi.

-Hola- respondo de vuelta, ya no me coquetea, tan solo me mira con seriedad prestando atención a mis movimientos, pero después de un incómodo silencio agacha su cabeza para elegir entre uno de los vinos que ofrecemos, cuando por fin lo elige me doy media vuelta para servirle.

-¿Cómo te ha ido?- pregunto mientras le doy la espalda, trato de romper el hielo pues no lo conozco pero ya nos hemos visto antes y sería de mala educación no hablarle.
Él suelta un largo suspiro antes de responderme.

-La misma mierda de siempre...-

-Pero en un día diferente- completamos en coro, se forma otra vez el mismo silencio, giro ligeramente mi cabeza hasta él y me recibe con una media sonrisa, no noté que había regado el vino hasta que sentí mi mano fría, él no lo nota y lo agradezco porque que vergüenza.

-Aquí tienes- le entrego su copa, él hecha un vistazo a ésta y enmarca una ceja hasta mi.

-¿Es otra puta copa Europea?- pregunta, mis ojos se abren un poco más de lo normal recordando las palabras que dije sin pensar el día de ayer debido a mi enojo pero al instante vuelvo a ponerme mi máscara de chica despreocupada a la que claro que no le importa verlo una vez más luego de tanto tiempo.

-No, ayer se rompieron las únicas copas europeas que teníamos- respondo, él asiente  y toma un largo trago bajándole más de la mitad a su bebida.
-Por cierto, vi a Niall- le digo sin recordar que él no sabe que lo conozco, el rizado levanta su cabeza y frunce el ceño confundido.

-¿Conoces a Niall?-

-Y cómo no, viene cada noche sin falta al lugar, termina ebrio y me veo obligada a tirarle agua helada para que se le baje, supongo que el no lo sabe o se le olvida al día siguiente- respondo a su pregunta.

-Ah, yo se casi todo sobre él y de eso no tenía idea, pero supongo que es por el cambio de ambos, Niall es mi amigo desde que teníamos dieciséis, en realidad es como el hermano que siempre quise tener ¿tu tienes hermanos?- me pregunta.

-No, bueno a éstas alturas tengo ya una media hermana, pero está en mi lista de personas que en realidad no me interesa conocer- le digo, giro mi cabeza en busca de mi banco de siempre y lo acomodo delante de él.

-¿Tu mamá o papá?- me dice, se a que se refiere.

-Papá- respondo con arrebato, crecí sin pronunciar mucho esas palabras así que lo que menos quiero es comenzar a decirlas ahora.

-Mi padre murió hace poco- confiesa mientras da otro largo trago a su copa, abro mi boca esperando a que las palabras me salgan pero no digo nada.
-En realidad hace un mes- añade, se que intenta parecer indiferente y hacerse el rudo, pero no puedo pasar por alto aquel rayo de tristeza que reflejan sus ojos.

-Puedo decirte que estoy a punto de entender tu dolor, perderé a la persona que más amo dentro de poco, pasará el mes si es que tengo suerte- no lo miro a los ojos cuando él fija su mirada en mi, intento voltear a ver a las chicas de la mesa, pero el lugar ya está vacío, recargo mis codos sobre la mesa y mi cara sobre mis manos sin importarme si esto me hace lucir aún más demacrada.

-Que puta mierda- dice de manera cómica sacándome una media sonrisa, las lágrimas ya no me salen a menos que se trate de algo fuerte así que no me preocupo, me concentro en retirar el esmalte azul de mis uñas.

-¿A que hora termina tu turno?- me pregunta.

-Falta menos de media hora- respondo después de mirar el reloj de la pared.

-Así que supongo que en las mañanas no trabajas o vas a la escuela-

-No podría dejar sola a mi mamá, además perdí el año en la universidad, si quiero entrar deberé hacerlo en año que viene- digo.

-A mi me faltaron dos años para terminarla, me quede a mitad ha sido demasiado dura la perdida de alguien tan importante en la familia, para mis hermanas específicamente- imagino como es su dolor y el de toda su familia, cuando yo perdí al mio a pesar de estar tan pequeña lo resenti demasiado.

-Algún día podríamos quedar o algo, espero verte en otras condiciones que no sean gritándole a mi amigo ebrio-
Bromea o eso creo, parece que no sabe expresar del todo bien sus emociones pero de todos modos yo asiento sin más rollos.

-Pero tu no eres de aquí- afirmo luego de un rato, él tuerce la boca y mira hasta el techo.

-Pues ahora lo soy- responde Harry , ahora que me acuerdo de su nombre también recuerdo que él no sabe que lo se pues el mismo nunca se ha presentado.

-Mi nombre es Harry, por cierto- me extiende la mano, la tomo asombrada ante lo que pareció ser una leída de mente.

-El mío es Amber- correspondo.

-Bueno Amber, a partir de ahora ya no somos dos desconocidos-

Ever Since New York. H.S #wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora