Al abordaje

823 77 4
                                    


El agua del mar estaba calmada, su temperatura era agradable al contacto con el cuerpo de las dos mujeres, ellas se habían olvidado de que el resto del mundo existía, solo estaban ellas, el mar, el cielo y ese beso eterno con sabor a sal. Mecidas por las olas en un baile sin fin, ambas se sentían seguras, felices y libres.

Para Regina ese momento fue magia, libre de toda atadura pasada, libre de cualquier resquicio de duda que quedara en su alma, libre de su antiguo ser. Saltar al vacío, dejarse llevar por el viento y sentirse feliz fue lo único que necesitó para dejar de pensar en el pasado y mirar al futuro con ojos nuevos, un futuro incierto, desatado y caótico, mas un futuro de libertad. Su única morada, los ojos verdeazulados de la joven capitana que había roto todas sus cadenas.

Como un pájaro liberado de su jaula, voló junto a su rubia cogiendo por fin su vida en sus manos y liberando su alma de la sociedad. Su idea de moral, vivir con su rubia dándoselo todo, haciéndola feliz sin pensar en nada más. Estaba donde realmente quería estar, bañada por las aguas de su adorado mar besando con sed insaciable los labios de su adorada rubia.

Se dejaron llevar por el balanceo de las olas y finalmente la marea las condujo a la orilla donde, sin dejar de besarse un solo momento, las manos de ambas, recorrían sin prisa el cuerpo de la otra, descubriéndolo y memorizándolo.

Emma finalmente rompió ese beso, provocando que Regina la mirase con ansia y buscase nuevamente sus labios, frenética y desesperada por ese contacto.

-Ven sevillana, pongamos a secar la ropa o enfermaremos.

-Si eso es una excusa para que te quite la ropa no tendrías que haber dejado de besarme.

La reacción de Regina hizo que la capitana estallara en una carcajada.

-Vaya, ¿En qué momento te volviste tan libertina?

-En el momento que rompiste mi último corsé.

Con una sonrisa, Emma se acercó a Regina, atrapando sus labios nuevamente en un beso, un beso que poco a poco se volvió una lucha de dominación entre ambas mujeres dado que, desde que la morena se había liberado de las cargas de su alma, ansiaba con todo su ser poder llevar el mando y demostrarle a la joven capitana que era perfectamente capaz de dárselo todo, de estar a su altura. Ese juego de poder que se había instaurado entre ambas, llevaba a la rubia a un nivel de excitación que jamás había alcanzado anteriormente. Sin duda Regina era una mujer fascinante, extremadamente inteligente, aprendía a una velocidad de vértigo. Y, a pesar de todo cuanto había cambiado y se había desinhibido con ella, seguía siendo en muchas ocasiones una niña, su temprana edad para Emma era algo completamente adorable. No tenía una sola duda de que amaba a esa muchacha como no había amado antes en toda su vida.

Finalmente, la rubia se dejó vencer para gran gozo de la joven morena, cayendo las dos en la arena, pronto sus ropas fueron extraídas con prisa y ambas se encontraron desnudas sobre la playa, con los rayos del sol como única vestimenta.

La visión de Regina sobre ella, de sus ojos mirándola fijamente teñidos de deseo, la forma en que la morena la recorría con la mirada, con la boca entreabierta en una mueca de placer extremo ante esa visión, bastaba para que Emma se volviese loca de deseo, quiso tocarla, quiso ser ella la que tuviese a la morena debajo para poseerla y tener acceso a cada rincón de su amada mas Regina la tenía fuertemente sujeta y no la dejaba moverse. Con una pícara sonrisa en sus labios se acercó al oído de la rubia y susurró con una voz cargada de ironía y ronca por el deseo.

-Hoy mando yo mi capitana, hoy tú serás mía.

Emma tragó saliva y notó como todo su cuerpo se estremecía. Sabía que Regina deseaba tenerla pero jamás la vio tan osada para ser ella quién diera el paso. Irremediablemente le temblaron las piernas y empezó a humedecerse ante los dulces besos que su morena le regalaba por el cuello. Intento soltarse de su agarre mas esta la tenía bien sujeta, con las muñecas por encima de su cabeza, sin poder tocar a su amada sintió que se iba a volver loca, ese juego le estaba gustando demasiado. Gritó cuando sintió la suave lengua de Regina acariciando sus pezones, despertándolos con sus dulces atenciones, pequeños besos, lametones y finalmente suaves mordiscos que la estaban llevando a la locura. Si su morena seguía así iba a llevarla a la cima sin tan siquiera tocarla, sin dejar de jugar con sus pechos y sujetando a Emma para que no se moviera, con su mano libre fue descendiendo por el cuerpo de la rubia dibujando su figura con sus dedos, hasta que finalmente llegó a su destino sin poder evitar sonreír cuando notó lo húmeda que estaba la su rubia.

LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora