Mar de la plata

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Emma besaba los labios de su morena igual que un hombre sediento perdido en alta mar sin una gota de agua, con ansia incluso rozando la desesperación.

Solo ella y su alma entendían lo que quería expresar ese beso, tantas emociones que la estaban desbordando, tantísimo amor, agradecimiento, deseo, ternura...

La febril necesidad de expresarle a su morena todo cuanto albergaba su interior se palpaba en ese beso. Labios con labios en una intensa lucha desesperada, en una conversación sin palabras, un beso de amor auténtico, mágico, sincero y para ambas eterno.

Deshaciéndose rápidamente de la corta prenda que servía como barrera entre sus manos y la suave piel de su amada, una vez más, la capitana se quedó sin aliento ante la magnífica obra de arte que era su Regina desnuda. A pesar de que conocía cada rincón de su amada de memoria, cada vez que la veía su corazón se detenía durante milésimas de segundo ante dicha perfección, una maravilla que le pertenecía. Emma había conocido mil lugares que incitaban a soñar, había tenido en sus manos tesoros codiciados por todos los reyes del mundo, y aun así, su morena era lo más hermoso que sus ojos habían podido contemplar jamás.

Despertó de sus ensoñaciones al sentir las suaves manos de su morena por debajo de su camisa, buscando el contacto con su piel, desnudándola lentamente y sus oscuros ojos buscando su mirada, sabiendo que no hacía falta pronunciar palabra alguna pues en ese momento sus manos, sus labios y ambas miradas expresaban más que cualquier conversación banal y sin sentido. Hablaban con tiernos gestos y ellas se entendían, sumergidas en su pequeño mundo donde solo existían ellas y el deseo de ser una sola.

Una corriente de aire frío erizó la piel de la capitana, que buscó el calor de su compañera pegándose a su cuerpo, embriagándose del aroma dulzón de la morena, un aroma que expresaba su nivel de excitación ante las tiernas atenciones que recibía de su rubia.

Sus labios se perdieron por el cuello de su amada, sintiendo las tiernas y cada vez más expertas caricias de la morena sobre su piel, buscando lentamente encenderla y llevarla a la locura. Se abandonó al placer cuando Regina empezó a jugar suavemente con sus pechos, mordiendo su cuello y haciéndola volar. Se dejó llevar por su morena, gritando palabras sin sentido al notar como la penetraba dulcemente, como la hacía suya. Penetrándola ella también mientras no dejaba de mirarla a los ojos, empezando ambas un baile cargado de amor y gemidos cada vez más largos que terminó en un clímax conjunto, un grito ahogado por un beso.

Finalmente, con las sábanas enredadas, agotadas y la respiración agitada, ambas cayeron abrazas, desnudas y con el cuerpo perlado de sudor. Regina se entretenía dibujando figuras inconexas en la espalda de su capitana, comida por la curiosidad y las ganas de saber qué había pasado entre Emma y su padre, mas la capitana no quería hablar y ella no iba a preguntarle, no quería causarle daño alguno. Emma había escondido su rostro en el cuello de la morena, aspirando su aroma y depositando tiernamente suaves besos en su hombro.

Finalmente la curiosidad pudo más que la razón y Regina rompió el silencio, sin dejar de regalarle tiernas caricias a su capitana en la espalda.

-¿Cómo fue?

-Estuviste increíble Sevillana, cada día me sorprendes más

-Eso no, idiota, me refiero a con tu padre.

-Está todo bien con él, lo acomodé en tu antiguo camarote, es una larga historia pero ya te la contaré, ahora no me apetece, estoy muy a gusto así contigo

-Está bien, pero me lo cuentas, me mata la curiosidad.

Emma no dejaba de sonreír ante la actitud infantil e impaciente de su joven amada, a veces se le olvidaba que tenía en sus brazos a una niña, mas asi la adoraba, infantil, curiosa e impaciente. Se dio cuenta de que jamás había querido tanto a alguien antes, que jamás había tenido tanta necesidad de alguien como de su morena.

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