La historia del virrey

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El corazón de Emma parecía tener vida propia mientras sus inseguros pasos la conducían a enfrentar cada uno de sus fantasmas.

En su mente bailaban las imágenes de tantísimos años atada a la condición de esclava, tantos años en los que su vida se medía en doblones de oro, en los que ella no era nada, no era persona solo una moneda de cambio. Recuerdos del látigo castigando su piel ante su insubordinación, recuerdos de ser inferior a un animal en la escala de la sociedad, recuerdos de haber sido ultrajada, usada y humillada por culpa de un hombre que la había despreciado desde el mismo momento en el que nació, el mismo hombre que le había dado la vida y ahora permanecía preso en las entrañas de su buque.

Un sudor frío recorría su espalda mientras las dulces palabras de su amada resonaban en sus oídos, palabras que la alentaban a desprenderse del lastre de su pasado mediante el perdón y el olvido, ella sabía que su odio la había mantenido rota y hundida demasiado tiempo y las palabras de Regina tenían sentido, quizá perdonar era la cura a los tormentos de su alma mas no sabía si sería capaz de hacerlo, tantísimos años de odio en su interior no podía simplemente dejarlos pasar a pesar de que haría el esfuerzo, no por ella misma sino porque sentía, desde lo más profundo de su ser, que debía recomponer todos los trozos que la formaban y ser una mujer completa, una mujer digna del amor de morena.

Al llegar a las entrañas de su propia nave, el pánico se había apoderado de ella, paralizada ante la entrada al calabozo con el rostro desencajado y el miedo bailando en su pecho. Se arrepentía de no haber dejado que Regina la acompañase mas era algo que debía afrontar sola y lo sabía, era su pasado, su dolor y su miedo, solo ella podía enfrentarse a todas las emociones que la habían acompañado desde niña.

Cogió suavemente aliento, en su mente los oscuros ojos cargados de amor de su morena le dieron la fuerza necesaria para penetrar en esa estancia y encarar, después de tantos años, al hombre que le había dado la vida y a su vez se la había arruinado.

Permaneció en las sombras pues no quería delatar aun el parentesco que los unía, no hasta saber qué extraña misión portaba su progenitor, una misión por la cual estaba dispuesto a dar la vida.

En las sombras observaba a ese hombre, jamás había olvidado su rostro, cómo la separó de su madre ya la entregó a cambio de una suma considerable, sin inmutarse, sin variar un ápice sus rasgos señoriales y perfectos. El hombre que observaba en esos momentos era un hombre derrotado, su porte seguía siendo regio mas observaba el infinito con dolor en sus ojos, un inmenso dolor al verse en esa situación que le impedía cumplir con su objetivo. En sus manos portaba un retrato que Emma no pudo ver, supuso que era de su esposa, la señora de la casa en la que Emma nació, una mujer de la que apenas tenía un breve recuerdo.

Sin poder aguantar más su curiosidad, por fin la rubia venció ese miedo que se le aferraba a la garganta y le impedía hablar.

-Me han dicho que querías hablar conmigo, bien, te escucho

El virrey miró a las sombras de donde salía la dulce aunque autoritaria voz de una mujer, supuso que era la capitana del navío, que había recibido su mensaje y se dignaba a aparecer a darle una audiencia. No podía verla oculta en las sombras y eso le incomodaba mas necesitaba que esa mujer comprendiera y le liberara así que, a pesar de que temía por su vida e intentando adivinar quién podía ser dicha mujer y porqué lo odiaba simplemente decidió rebajarse y suplicar, suponiendo que un acto tan bajo viniendo de alguien importante como él, conmovería a la muchacha de la que dependía su vida.

-Os suplico, os ruego que me dejéis proseguir con mi viaje, podéis quedaros con todas mis pertenencias si lo deseáis, os daré todo cuanto me pertenece mas necesito culminar mi viaje, es de vital importancia para mí.

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