Cuando abrí la puerta de la oficina del director, me encontré con un amplio estudio, en él, hasta el fondo, había un pequeño escritorio de madera, en todas las paredes había fotos de varios alumnos, al parecer destacados. En el marco de cada fotografía había una inscripción con la fecha de estancia de los estudiantes, me acerqué a uno que me llamó la atención.
1978-1981 John Mascaro, me fijé en la foto, me pareció conocido, esos ojos, los había visto antes.
Cuando estaba a punto de recordar porqué me parecía conocido, una voz me sobresaltó:
- Señorita Salvin ¿Cierto? – Dijo un hombre bajito y rechoncho, asentí con la cabeza, me tendió la mano y al ver que no la tomaba la dirigió hacia la silla que estaba frente a su escritorio – Pase por favor, tome asiento.
Me acerqué a la silla que tenía en frente y me senté, levanté los ojos hacia un retrato que estaba en la pared frente a mí, era de una mujer hermosa, rubia y joven.
-Hermosa ¿no?
- Bastante, ¿Quién es? – dije tratando de no sonar maleducada ni inoportuna.
-Mi hija, mi única hija de hecho, estudia aquí está en último año – dijo con un tono de orgullo en la voz
- Es magnífico ¿contrató a alguien para que la pintara? – dije todavía admirando el retrato, tenía unas letras grabadas en la parte inferior, pero no las alcanzaba a leer.
-De hecho fue un alumno de nuestra escuela, Alexander Mascaro, tiene un don para el dibujo – dijo observando a su hija en la pared
- Si ya veo – dije recordando al muchacho de la foto en la pared de la oficina
-Ahora que lo recuerdo, estará en su clase, es de los mejores alumnos que tenemos así que podría pedirle que le enseñara la escuela y la ayudará a adaptarse
-De hecho estoy bien, ya hable con unos cuantos alumnos allá afuera, y creo que ellos podrían ayudarme – dije rechazando su oferta, no quería que nadie me ayudara, no lo necesitaba.
-Bueno señorita Salvin, aquí tiene su horario y los libros que necesitará – dijo entregándome unos libros de texto y un pequeño folleto en el que venía mi horario. Suspire al notar que ya era oficialmente "parte" de esta escuela. Me levanté y guarde los libros en mi mochila, tomé mi horario y me di la vuelta para salir ¿Por qué sentía que algo se me olvidaba? Cuando tenía la mano en el pomo de la puerta recordé que hay algo llamado modales y que se supone que los debo usar, me gire para ver al director—Gracias señor, ¿puedo ir a clase?
-Si Sophia, adelante – dijo con una fingida sonrisa, al parecer no le gustaron mis muy ensayados "modales". Que mal, practiqué tanto. Hasta el sarcasmo sonaba bien en mi mente.
Salí de la oficina y miré mi horario: Historia universal, la primera clase. Un fuerte timbre me sobresaltó, descubrí que era el que avisaba que empezaban las clases, sabía que eso no lo descubría la gente tan rápido como yo. Me adaptaba rápido. Me reí en mi mente. Que graciosa soy.
Aún era mucha tecnología para mí, en México no había timbres, ni casilleros, ni una escuela del tamaño de unas cuatro mansiones.
Me dirigí al aula 403, según donde daban historia universal.
- Como odio la historia – mascullé
Caminé apretujada por todos los alumnos que caminaban como zombies, cada uno metido en su mundo, para pasar tuve que dar codazos y unas cuantas patadas, por lo que recibí unas miradas de desprecio, pero conseguí pasar por el pasillo ilesa, parecían ganado a punto de ir al matadero.
Sonreí al ver el número de la puerta que tenía frente a mí: 403; suspiré aliviada y entré, ya había algunos alumnos en clase, pero los demás estaban entrando.
Una mujer alta y morena alzó la vista y la posó en mí, sonrió mostrando todos los dientes y caminó hacia mí
-Tú debes ser la nueva – dijo con una voz dulce pero firme
-Sophia – dije mirando sus ojos castaños – Salvin
- Muy bien Sophia, ve a sentarte en ese lugar de ahí – dijo señalando una banca libre en la tercera fila, unas cuantas bancas más allá, estaba un grupo de chicos hablando y riéndose. Sentado, había un chico con cabello castaño, no le pude ver la cara porque estaba con la cabeza mirando a otro lado, con la mejilla apoyada en su puño de manera aburrida
Agradecí en silencio que no me presentara a la clase, no porque me diera pena, o no quisiera que me conocieran, sino porque ya había pasado por ese ritual muchas veces, me lo sabía de memoria, y no tenía ganas de repetirlo aquí también.
Me senté y dejé mi mochila en el suelo, el chico volteó a verme, tenía unos increíbles ojos azules, era muy guapo, pero había algo en el que no me dio buena espina, de todos modos le sonreí y saqué mi teléfono para ponerlo en silencio
-No puedes sacar eso en clase – dijo el chico, punto malo para el: metiéndose en la vida de los demás. Puse los ojos en blanco y lo voltee a ver con cara de pocos amigos
- Gracias por el consejo – dije sarcásticamente, pero aun así lo guardé en el bolsillo de mi mochila
Me voltee hacia la puerta en el momento en que vi entrar al tal Alex por la puerta, si ese mismo que casi me atropella, el responsable de que tenga un moretón en mi trasero, si, él. Entró al salón caminando como si fuera estrella de rock. Quité mi vista de él y me concentre en un punto fijo en el pizarrón, con mi barbilla apoyada en mi puño.
De pronto sentí como un cuerpo se paraba junto a mí y una mano cayó en mi pupitre. Aburrida levanté la mirada y ahí estaba el atropellamujeres recargado sobre su mano.
-Se te ofrece algo – dije mirándolo a los ojos
-Solo vengo a ponerte furiosa, sacarte de tus casillas y ver como sacas esas garras de gatita enojada – puso una sonrisa burlona y rodé los ojos
-Lárgate ¿quieres? No estoy de humor para prestar mi poca paciencia a personas sin cerebro como tú – dije regresando la mirada a ese interesante punto en el pizarrón. Debió ser de algún marcador permanente o algo así. Alex rio, pero aun así no se fue,
- déjame sacar mis teorías sobre el punto y vete – Pensé. En vez de eso se acercó a mi oído y me susurró
- Tranquila, lo que quiero no es tu paciencia – Me guiñó un ojo. Sonreí maliciosamente y aprovechando la cercanía, le clavé mi codo en su estomago
- No, si ya veo que no, porque estas acabando con ella muy rápido – dije
Alex se dobló en dos y mi sonrisa se ensanchó, giré mi cabeza hacia la derecha para verlo mejor
- ¿Te pasa algo? – le pregunté inocentemente, abriendo mucho los ojos para parecer sorprendía. Que chico tan raro, solito se echa al piso.
Todos nos volteaban a ver, y algunos reían.
-Me las vas a pagar muñequita, y caro – dijo serio, en sus ojos se veía una furia enorme.
Reí ante su amenaza, aunque un escalofrío recorrió mi espalda, algo me decía que esa amenaza iba a ser cumplida muy pronto, y no me gustará nada.
-Cariño, no sabes con quien te metes. – Le susurré al oído
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Sálvame...
Novela Juvenil¿Alguna vez les ha pasado algo que les cambió la vida para siempre? Pues a mí sí. Ese suceso no solo destruyó mi vida. La cambió por completo. Estoy en una escuela diferente, en un país diferente. Me estremezco cada que veo a alguien caminar hacia m...