Parte única.

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❝Lo escogí a usted porque me di cuenta de que valía la pena, valía los riesgos...Valía la vida❞   ─Pablo Neruda.

Liam Payne no podía creer la belleza que escondía la  Tierra

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Liam Payne no podía creer la belleza que escondía la Tierra. Tras varios siglos deseoso de poder viajar a aquel mundo, por fin lo había logrado; aunque no por las razones que él esperaba. Apenas podía disfrutar de la sosegada naturaleza que lo rodeaba, ni de la amabilidad de los humanos. Estaba allí por una obvia razón; para huir de su hermano, Tablyn, quién trataba de acabar con su vida ahora que el trono necesitaba un heredero. Siendo Liam, el hijo primogénito, el trono le pertenecía. Pero Tablyn le había desafiado a un duelo de muerte, lo cuál, en su reino, era aceptado. Negar el duelo se consideraba una deshonra, aunque nadie, en su sano juicio, podría obligarte a luchar. Sin embargo, Liam conocía a su pueblo —debía hacerlo, siendo el próximo rey—, y nadie le respetaría ni lo seguiría si no aceptaba el duelo que su hermano ofrecía. Se debatía entre la vida y la muerte, algo que él jamás tomaba a la ligera. ¿Cuán importante era aceptar el duelo y enfrentarse a su hermano, sangre de su sangre, por portar una corona sobre su cabeza? La respuesta era simple; no suficientemente importante. Por eso mismo, al día siguiente de que la oferta del duelo fuese presentada ante él, tomó un portal al mundo humano, llamado La Tierra.

El joven elfo sabía que su inesperada huida armaría un gran revuelo en Palacio, incluso en todo el Reino. ¿Un rey, que desaparecía tras ser desafiado? Nadie desearía a un cobarde cómo rey. ¿Pero qué hacer cuando habían envenenado tu comida? ¿Cuando alguien había puesto hiedra venenosa en su cama? Permanecer allí no era una opción.

Por otra parte, en la Tierra podía fingir ser un humano más, con los típicos problemas económicos —no llegar a fin de mes, estar en paro...—, incluso aunque aquello no fuese más que una absurda obra de teatro. Liam había adoptado un aspecto bastante elegante. Incluso en aquel mundo, no perdía su esencia. Usaba una camisa de seda hecha a medida por el mejor sastre de París —el cuál también era un viejo amigo de su padre—, y unos pantalones terciopelo de color granate, cómo la copa de vino tinto que bebía tranquilamente en el centro de la ciudad parisína. En esa ocasión llevaba el cabello recogido con una coleta suelta, dándole más libertad de movimiento. Excepto algunos mechones sueltos que tapaban sus orejas puntiagudas; lo cuál le evitaba miradas indiscretas o preguntas a las cuáles no podía, ni quería responder.

A pesar de sus intentos, aquello era inútil pues todas las miradas — de hombres, mujeres y niños—, caían sobre él constantemente. Quizás era su piel nívea, reluciente que le daba un aspecto etéreo. O los finos rasgos y aristocráticos de su rostro que combinaban a la perfección con unos ojos ligeramente rasgados, y unos orbes esmeraldas, tan profundos, que a menudo, parecían dos pozos negros de sabiduría infinita.

Liam, sin embargo, ya no prestaba atención a los humanos del restaurante, sino observaba a través del gran ventanal de la segunda planta, a un hombre en concreto.

Ashes of Hearts ©  ➳Ziam.Where stories live. Discover now