Capítulo 1.

685 7 3
                                    

Era casi increíble imaginar como una frase podía tu vida cambiar en un segundo.

"Eres adoptada".

Podía sentir como mi vida se derrumbaba en un santiamén, como era despojada de mi identidad, como me perdía a mí misma.

¿Quién era yo en realidad? ¿Quiénes eran mis padres?

Y lo más importante:

¿Cómo es que nunca me di cuenta?

Hubo en la época en la cual me cuestione eso seriamente. Nunca había sentido que encajaba ahí; por el amor de Dios, ni siquiera me parecía a mis padres.

O mejor dicho, a las personas que yo creía que eran mis padres.

Recuerdo mi primer día de escuela, tenía el cabello de un castaño anaranjado y mi rostro repleto de pequeñas pecas que hoy en día cubro con una ligera capa de base antes de ir a la escuela. Mis ojos azules resaltaban en mi rostro y mis mejillas estaban igual de sonrojadas que siempre; pero aun así iba aferrada a la mano de mis padres. Ambos con la piel pálida, como si nunca hubieran salido a la superficie; mi madre con el cabello caoba y los ojos verdes, mi padre con sus rulos rubios y los ojos dorados. Ellos solían decir que había heredado los ojos azules de mi abuela materna, y que mi cabello rojizo se debía a mi edad, que cuando creciera sería idéntico al de mi madre.

Qué tal mentira.

Cuando inscribieron a mi hermana menor a la misma secundaria que yo, todos destacaban nuestras diferencias. Antonelle era alta como nuestra madre, con un cabello rubio ondulado y los ojos verdes. Siempre portaba en alto su identidad con nuestra familia, tan físicamente perfecta como todos ellos. Por el otro lado, aunque Antonelle era un par de años menor que yo, me llevaba media cabeza y mi cabello castaño y lacio a más no poder no tenía comparación al de ella. Ni siquiera nuestras personalidades concordaban. Ella era una chica modelo, sociable, llena de gracia. Yo era de un carácter más reservado, rebelde y un poco huraña en ciertas situaciones.

Simplemente no encajaba con los Manson, era como un ser extraordinario que había sido acogido por ellos.

– ¿Clare? –la voz de mi padre interrumpió mis pensamientos. Podía sentir su presencia tras mío.

Desde que había caído la "bomba" había evitado a toda costa hablar con mis padres o mi hermana respecto a ello. Siempre que trataban de interceptarme en la cena, solía retirarme con la excusa de que tenía cosas por hacer, pero qué demonios tienes por hacer en vacaciones de verano.

Los tranquilizaba diciéndoles que solo necesitaba tiempo para procesar algo que de alguna manera siempre había sabido, porque fue por mis medios que me enteré de todo esto.

Y por mis medios me refiero a que logré robar mis papeles de la administración de registros de la escuela.

Me encaré a mi padre, sorprendiéndome al encontrar a mi madre junto a él. Ellos me miraban exhaustivamente, como si fuera una supernova a punto de explotar.

Porque en sí, lo era. Y era una sedienta de respuestas.

En un ataque repentino de valentía pregunte la primera estupidez que se me vino a la mente al ver como mi madre tomaba asiento a mi costado, dándome entender que era el momento preciso para disipar todas las dudas respecto a mi verdadera identidad.

– ¿Ustedes conocían a mis padres?

Segundos más tarde me arrepentí de esa pregunta. ¿Realmente quería saber eso? Ya ni siquiera sabía que era lo que quería en esta vida.

–Sí. – respondió mi madre en un susurro casi tan delicado como ella. Exhale abruptamente.

– ¿Y es cierto que ellos me abandonaron? –pregunté, sintiendo como el corazón me saltaba en el interior.

Mis padres me dedicaron una mirada compasiva.

–Cariño, ella era tan joven, no sabía lo que hacía. – dijo mi madre refiriéndose, creo yo, a mi madre biológica, antes de romper en llanto. –Necesitaba ayuda, ella no podía hacerse cargo de ti... Y nosotros no podíamos concebir en ese entonces, fuiste nuestro pequeño milagro.

Sabía que no debía ser insensible con la mujer que me había brindado amor y protección durante los dieciséis años que he vivido. Pero estaba herida; y más que eso, estaba furiosa.

¿Cómo debería sentirse uno al enterarse que habías sido desechado, como las sobras de ese asqueroso almuerzo que te sirvieron en el comedor de la escuela?

–¿Estás tratando de decirme que ella vino y me obsequió como quien obsequia un peluche o algo por el estilo? –bramé molesta. Mi padre negó rotundamente con la cabeza a medida que se acercaba a mi madree y la consolaba.

–Dime, Clarissa, –empezó mi padre mientras me miraba fijamente a los ojos. – Si tú quedaras embaraza a esta edad y estuvieras completamente sola, ¿no crees que estarías propensa a tomar decisiones incorrectas?

Me quede en silencio.

Realmente no sabía que decir.

Podría haber respondido que yo nunca abandonaría a un hijo mío, pero quién sabe, en la hora de la hora yo podría hacerlo también.

Deje de darle vueltas al asunto y concentré mis pensamientos en la otra persona que estaba involucrada en mi creación.

–¿Y qué hay de mi padre? – pregunté cautelosamente. Ya que nadie lo había mencionado supuse que él fue quien me abandonó primero.

–Tu madre nos pidió que no le dijéramos que estabas con nosotros. Al parecer ellos se habían separado y ella huyó contigo. –explicó mi madre con voz temblorosa.

–¿Ella me separó de él para luego dejarme? –pregunte casi sin pensarlo.

Mis padres bajaron la mirada y supe que ellos tampoco tenían las respuestas a todas las preguntas.

–Clare, no sabemos muy bien porqué tu madre hizo lo que hizo, pero queremos decirte que siempre serás nuestra hija. –empezó mi madre tratando de contener las lágrimas. –Siempre serás nuestra Clarissa, esa pequeña niña pelirroja que se nos fue encomendada.

Sonreí levemente y esta vez no pude aguantar el impulso de abrazarlos. Ellos no tenían la culpa de nada, solo se habían dedicado a darme todo el amor que mis progenitores no habían querido brindarme.

Mi madre se separó de mí y sonrió antes de decir:

–Clarissa Marie Anderson. Ese es tu verdadero nombre.


N/A: Editado en diciembre del 2015. 

Esta historia de alguna manera tiene potencial, así que heme aquí, tres años después, corrigiendo mínimamente mis horrores de redacción que ciertamente no eran tan malos considerando que tenía apenas trece años cuando empecé esta historia.



Imperfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora