2. Lo nuestro

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—Lo hemos conseguido.

Digo triunfante mientas miro junto a Ana la Tokyo Tower bajo una suave brisa que a la las calles de Tokyo. Este había sido nuestro sueño desde que nos conocimos, llegar hasta aquí, conocer y disfrutar.

—Así es Diego, lo hemos conseguido —Ana gira para mirarme quedando delante de mío—. Y conseguiremos más, aún somos jóvenes y aún nos falta mucho por conseguir.

—Así es, y lo lograremos junto —me acerco a sus labios y nos damos un suave beso—. Creo que es hora de volver se hará más de noche.

—Esta bien vamos —contesta Ana con una sonrisa.

La tomo de la mano y caminamos hacia el hotel donde nos estábamos hospedando. En el camino, observamos felices los alrededores, todo era tal cual como lo soñábamos, no, era mejor a como lo imaginamos.

—¿Te parece comer algo? — le pregunto a Ana mientras pasamos por un restaurante de sushi.

—Está bien, ya empezaba a sentir hambre  —contesta ella alegre.

Ambos lo estábamos disfrutando, y aunque al entrar al restaurante algunas personas miraban extraño, ambos sonreímos al saber que quizás aquella reacción era debido a que éramos extrajeron y a lo mejor llamábamos un poco la atención.

Comimos a gusto, pagamos y volvimos a tomar el camino hacia el hotel. Yo era el hombre más feliz del mundo, había conseguido mi sueño junto a la mujer que más amaba y nos esperaba un gran futuro juntos. Una casa propia, hijos, autos, más casas, una finca fuera de la ciudad, nietos y quizás podríamos llegar a conocer a nuestros bisnietos. No importaba en realidad lo que ocurriera siempre y cuando estuviera con ella y consiguiera verla feliz.

Al llegar a nuestra habitación en el hotel, varios hombres vestidos de negro nos esperaban.

—Ya estás aquí Diego ¿La pasaste bien? —dice el más alto de todos ellos.

—¿Quienes son ustedes? —mi cabeza empezaba a dolerme—. ¿Que hacen aquí? —empiezo a desesperarme al tener mis recuerdos revoltosos, médicos, pastillas y un cuarto oscuro.

—Tranquilo Diego todo estará bien —vuelve a decir tranquilo el hombre mientras los demás me rodean y me sujetan impidiendo que me moviera.

Trato de buscar a Ana y no la encuentro ¿Donde está? Estaba hace un momento conmigo, mi desesperación aumenta y no dejo de moverme para que los hombres no me controlen por completo.

—¡Ana! ¿Donde estás Ana! —grito con todas mis fuerzas.

Sigo buscando en la habitación, hasta que la encuentro, tirada en el suelo y un charco de sangre alrededor de ella. Empiezo a sudar frío, mis recuerdos se vuelven más claros y dejo de oponerme a los hombres.

—Bien Diego, debemos volver, ojalá lo hayas disfrutado.

Siento un pinchazo en mi brazo y poco a poco pierdo mi conciencia, mientras no dejo de pronunciar el nombre de Ana en mi mente.

»Diego había asesinado a Ana accidentalmente una noche, ambos habían salido a disfrutar junto amigos, mientras estaban ebrios Diego se enojo con Ana por celos, la discusión se alargó hasta que llegaron a casa y fue allí donde Diego descontrolado la asesino.

Él no pudo asumir aquello, por lo que sin veía viva a Ana, incluso logró escapar de donde lo tenían internado, robar y conseguir escaparse del país para cumplir el sueño que ambos tenían, visitar Japón«

Escritos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora