•Ambivalenza•

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Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.

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•Ambivalenza•

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"Mezclando el amor y el odio, se abren las cortinas de una nueva comedia."

Odio, era eso lo que sentía por él cada vez que hacía alguna cosa que terminaba en desastre, desastre al que lo arrastraba consigo cada vez y cuando. Como en ese momento.

Kardia había decidido "ayudarlo" a preparar las pociones que su maestro le encomendó. Había mezclado sustancias que no debía, y al final terminó por anular los efectos curativos de las hiervas, y además, con un sabor terriblemente amargo.

Cuando Krest estuvo de regreso, el joven mercenario se esfumó como por arte de magia y él quedó solo frente a su maestro. No hubo necesidad de probar la dichosa poción para darse cuenta de que estaba mal preparada. Así, Krest se mantuvo regañándolo por al menos una hora, y hubiese seguido de largo con eso, de no ser porque Zaphiri, el paladín que siempre acompañaba a su maestro, vino a buscarlo para que lo ayude con quién sabe qué. 

Y, como por arte de magia, a los segundos de que su maestro hubo desaparecido, apareció ese torbellino de problemas llamado Kardia, a preguntarle si lo quería ayudar a recolectar manzanas.

— No. Vete de aquí. — Le respondió de manera cortante, y con un deje de resentimiento. 

— No quiero. Quiero  que me acompañes. — Y Kardia insistía. E insistía. — No me iré hasta que aceptes acompañarme.—

Bien sabía que no se iría. Lo conocía tan bien como para saberlo. Aún así, se encontraba bastante molesto por el regaño de Krest que no quería saber nada de Kardia durante mucho tiempo. Y no se le pasaría en varios días.

O al menos eso era lo que él decía. Lo que inútilmente trataba de creer.

Una mano sujetando su brazo, junto a un jalón brusco lo llevaron a chocar su espalda contra la pared más cercana, y antes de que pudiese protestar por tan repentina -y un tanto molesta- acción, sus labios fueron sellados por unos que anteriormente había probado. Aunque, claro, sólo de manera fugaz.

Amor, era el sentimiento que se había apoderado de su pecho en ese momento y que le provocaba una extraña sensación en el estómago, así como el frenético latir de su corazón. Amor era aquel sentimiento que le dictaba corresponder a ese beso, y lo alegraba por tal hecho. Amor era lo que sentía por Kardia.

Pero también lo odiaba. O eso era de lo que quería convencerse, aunque sin éxito.

¿Qué sería de él si llegaba a enamorarse a tal punto de no dejar de pensar en alguien tan alocado como Kardia?

Aún no llegaba a ese extremo, pero casi daba por seguro de que no faltaba mucho para eso.

Y a pesar de que creía que en la ambivalencia entre amor y odio que Kardia le provocaba, al final ganaría el odio, no parecía que sería de esa forma. Quizás porque, al final, le gustaba que Kardia lo metiera en problemas. Le daba siempre un giro inesperado y divertido, en algunas ocasiones, a su vida.

—   Está bien. Te acompañaré. — Comentó una vez que el contacto entre sus labios desapareció, dando paso a unas ansias por volverlos a probar que Dégel logró mantener bajo control.

Se escabulló a un lado para marcar distancias con Kardia, quien ahora portaba una sonrisa socarrona en los labios. 

Sabía que lo tenía, y era tan consciente como él de que terminaría cayendo en sus redes más temprano que tarde.

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