IV. Quinto reino, cinco lunas y un alto nivel de convicción

29 7 2
                                    



Los dos días siguientes pasaron sin mayores sorpresas. Grace había mejorado en cuanto al entrenamiento de espada y arco, sin embargo, seguía en la categoría de «ca- teta», pese a sus innumerables esfuerzos. Tenía una espada en su nuevo cinto y un arco con sus flechas a la espalda, también apariencia de guerrera, por suerte nadie fuera de aquella embarcación conocía su categoría.

El cielo tenía un manto espeso de nubes grises, y el mar movía la embarcación de forma casi temeraria. Las sirenas que los habían franqueado hasta la entrada hacia el quinto reino, surgieron momentáneamente a la superficie para despedirlos con las manos. Luego, se perdieron bajo el mar camino de nuevo hacia el cuarto reino.

Calíope se había subido al mástil para observar el mar, en busca de algún peligro. Argos había plegado varias velas del barco, para que el viento no las rompiese y pudiesen navegar sin llamar demasiado la atención, aunque con la mitad de las velas plegadas, la velocidad se reducía a la mitad.

Briego se hallaba manejando el timón, pues las sirenas ya no estaban para guiar la embarcación.

Acababan de cruzar el tramo de mar que separaba el cuarto del quinto reino, y como algún tipo de señal, empezó a llover. Primero la lluvia cayó lentamente y en forma de gotas finas como agujas, tras unos minutos, las gotas se hicieron más pesadas y tomaron velocidad, como si alguien estuviese escurriendo las nubes.

Las olas del mar eran cada vez más grandes. Por momentos, parecía que el mar se abría para engullir la embarcación. Los relámpagos lo iluminaban todo, dándole a aquel lugar una apariencia terrorífica para aquellos que no habían navegado antes en mitad de una tormenta.

Calíope se había atado con una cuerda al mástil para no caerse, Briego había hecho lo mismo amarrándose al bajo del timón, pese a que este apenas obedecía. Argos había subido al mástil junto a Calíope para observarlo todo de forma más amplia, y Grace, había terminado por guarecerse en su camarote, incapaz de encontrar algo útil para hacer en aquellos momentos. Sentía vértigo cada vez que el barco subía y bajaba como en un parque de atracciones. Por suerte, no estaba mareada, pese a que la situación era para estarlo.

Grace apenas aguantaba el equilibrio estando de pie, así que se sentó sobre la cama deseando que toda aquella tormenta finalizase de una vez. Por otra parte, sus camaradas deseaban todo lo contrario, pues aquella tormenta podía despistar a Idón, el monstruo marino.

Grace se tambaleó hasta la cubierta, dado que en su camarote se estaba agobiando. La lluvia golpeó con fiereza su rostro, y sus manos resbalaron ligeramente por la barandilla mientras se aferraba a esta. Contempló el océano y descubrió con espanto como infinitos muros de agua arremetían contra el barco ferozmente.

Argos había plegado las velas del barco por completo, pues la fuerza del viento podía haberlas arrancado de un tirón. Briego hacía un soberano esfuerzo por manejar el timón y reconducir el barco hacia el sexto reino. Calíope le gritó algo a Grace, y esta fue incapaz de escucharla con nitidez debido a los truenos, la lluvia y el viento huracanado.

Grace caminó con bastante dificultad mientras se dirigía hacia el mástil en donde Calíope observaba el mar. Entonces su voz sonó con más claridad.

-¿¡Qué haces!? He dicho que te vayas abajo, no que te acerques. Es peligroso.

En ese momento, Briego se cayó al suelo en una de las sacudidas de la embarcación. Su cuerda de seguridad había impedido que se precipitase hacia el mar, pero él no había podido hacer nada mientras el timón rotaba desenfrenadamente sin capitán. Momento en que el barco cambió de rumbo de forma inminente. Calíope y Argos se aferraron al mástil, pero Grace no tuvo dónde agarrarse, así que rodó sobre sí misma hasta caer por la borda.

Los espejos de Whitney RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora