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Era perfecto. El príncipe azul que cualquier chica puede soñar en tener. De repente, el empujón que me dio hizo que despertará de mis mundos. Me giré y vi como se dirigió decidido hacia una puerta que decía: "Prohibido el paso, excepto personales".

Quería y me apetecía seguirle pero un chico alto, moreno, con ojos negros y mandíbula marcada se tropezó conmigo.

— ¡Oh, perdón! No te he visto, ¿estás bien? — dijo cogiéndome de la cintura. Me volví roja. ¿Era mi día de suerte o qué? Ya iban dos chicos guapos que se encontraban conmigo. — Por cierto, me llamo Ian.

Abrí los ojos de repente. ¿¡Ian!? ¿¡El modelo sexy que a Chelsea le vuelve loca!? ¡Tenía que presentarle a Chelsea! Pero... no. Esta vez, punto para Daiana; otra vez.

— Me llamo Daiana, encantada. — Quise tenderle la mano pero él acercó sus labios a mi mejilla para dejar un cálido beso en ella. Me coloqué un mechón detrás de la oreja. Si mis amigas estuvieran delante, sabrían que hice eso porque estaba nerviosa.

— Daiana... Me encanta ese nombre y todavía más al saber que una hermosa chica como tú se llama así. — Sonrío dejando ver una sonrisa perfecta y brillante.

— Gr-gracias.

— Te invito a una copa, venga. — Me cogió la mano delicadamente y nos dirigimos hacia la puerta donde el chico encapuchado había entrado. Antes de entrar, Ian susurró algo al oído de un guardaespaldas. Abrió la puerta y me invitó a entrar primero.

Era una sala pequeña donde había sillones, cachimbas y una luz oscura roja. Había un grupo de chicas riendo y besándose con chicos que iban vestidos con traje. Me incomodé.

— Chicos y chicas, necesito que os vayáis a otra sala y que por favor uséis condones. — Todos rieron y se fueron a otra sala. — Siéntate, anda.

Me senté en un sillón blanco en el cuál enfrente tenía una cachimba de... ¿¡oro!? Vale, esta gente tenía dinero; demasiado diría.

— He pedido el mejor champán para ti ya que, por lo que puedo ver, eres joven, ¿verdad?

— Voy a cumplir 19 el mes que viene.

— Lo sabía.

Se sentó a mi lado y colocó su brazo alrededor de mis hombros. De repente, una chica entró y dejó dos copas de champán y luego una botella de vodka.

— Salud — dijo levantando la copa para luego chocarla con la mía y tragársela de golpe.

Bebí un sorbo y la dejé en la mesa. El champán no era una bebida que me gustara mucho.

— Bueno, cuéntame un poco sobre ti. — Se giró hacia mi y dirigió su mirada al escote de mi blusa, la cuál tenía un botón desabrochado y dejaba ver mis pechos.

Fui a abrocharlo pero antes de que pudiera, Ian lo abrochó no sin antes pasar sus dedos por mi escote. Me pusé roja como un tomate. Jamás un chico me había tocado y menos un desconocido. Se acercó a mi oreja y susurró:

— Quedaba mejor desabrochado y no me imaginó como te quedaría sin nada. — De repente, noté como su mano se metía en mi entrepierna acariciándola.

— Ian... No... Por favor... — Le intenté empujar pero no pude ya que él hacia fuerza en contra mía. Me cogió de las muñecas y me tumbó en el sofá. Estiró con fuerza la camisa hasta el punto de romperla. — ¡Ayuda, por favor!

— Gritar no te servirá de nada, nena— susurró en mi oído. — Venga no te opongas... lo vas a pasar genial.

— ¡No, por favor, para! ¡Te lo suplico! — Pataleé pero no sirvió de nada. Bajó mi falda y comenzó a desabrocharse los pantalones.

De repente, vi un chico encapuchado detrás de Ian y luego lo único que vi fue como un cuchillo atravesaba el estómago de Ian. Comenzaron a caer gotas de sangre en mi estómago desnudo. El chico encapuchado tiró a Ian del suelo y le retiró el cuchillo del estómago. Se acercó a mí.

— De nada, guapa.

Se metió el cuchillo en el bolsillo y se fue por donde había entrado. No tenía palabras. Habían acuchillado a una persona delante de mí. Cogí mi blusa rota y mi bolso y me subí la falda para luego salir por la puerta. La música tan alta y las miradas de hombres en mis senos hicieron que despertará a la realidad. Tenía que llamar a la policía. Me dirigí fuera de la discoteca. Seguía habiendo una cola larguísima. El guardaespaldas me miro de reojo y se rió. Me miré el pecho y me percaté que iba sin blusa. Me cubrí con lo que quedaba de ella. Caminé hasta un callejón que había lo bastante lejos de la discoteca.

Saqué el móvil del bolso y marqué el 9-1...

— ¿Se puede saber que haces, mosquita muerta? — Era su voz... la del chico encapuchado.


Criminal ✘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora