Algo mutuo.

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- ¡Sólo 5 meses, Mia! - así se levantaba el primer día de cada mes, gritando el tiempo que quedaba para que naciera nuestro hijo.

Yo le solía responder con una cara muy adormilada acompañada de una tenue sonrisa y un bombo en la tripa que no era normal.

Todas las tardes me llevaba a pasear. Siempre dijo que era bueno para el bebé, al igual que escuchar música, aunque Griezmann y yo siempre pusiéramos reggaeton o raps en francés...

Acudíamos también a clases de preparación para el parto, lo cual consideré una chorrada, pero Grizi siempre quiso que todo estuviera perfecto.

- Mia, sé que pensarás que soy un coñazo de hombre... pero quiero que todo esté a punto, es nuestro hijo. Tuyo y mío. Entre nosotros. Mi sueño.

Esas clases consistían en masajes que un chico me daba en la tripa y ejercicios que debía hacer yo, cuyo objetivo sigo sin saber cuál era. El caso es que daba miedo cómo una chica como yo, con una tripa tan grande, podía hacer esas cosas...

En casa reinaba la tranquilidad, excepto cuando el pequeño Antoine lloraba, la pequeña Mia también, cuando lo hacían a la vez o cuando poníamos música a mil.

- Ahora dice que no me conoce... - cantaba Grizi bailando mientras sonaba esta canción en el altavoz.

- ... no, no, no, no... y si me ha visto se supone... - continuaba yo, tirada en el sofá.

- Va a salir como Bad Bunny, baby.

- Un conejito malo - reí.

- Un pollito malo. - dijo entre carcajadas Antoine.

- Me duele todo, Grizi.

- ¡Sé fuerte Mia! - gritó tirándose al sofá casi encima de mí. - Mira, te voy a preparar un mate.

- No me apetece.

- ¡Siii que te apetece! Venga , ya sabes... - sonrío con complicidad. - ... "tomate un mate y... - dijo con acento uruguayo.

- ... olvidate". - concluí.

- ¡Yaaass! ¡Eso eees! - gritaba un Griezmann completamente acelerado corriendo hacia la cocina.

[...]

Entre Antoine y yo siempre sucedió algo raro... pues pudimos confiar el uno en el otro nada más conocernos. Fue una conexión diferente a las demás, pues me enamoré de la manera en la que me tocaba sin usar las manos.

Jamás olvidé aquel momento en el que nuestros ojos se cruzaron por primera vez. Éramos dos villanos, robando nuestras miradas, secuestrando un corazón ante un crimen de seducción. Desde ese instante, fuimos el siempre mejor usado.

Tras muchas despedidas, abandonos y malos ratos que parecían eternos, nos convertimos en adictos al juego de caer y levantarnos, y lo único que podíamos pedirnos mutuamente era: "Por favor, no te vayas". Yo no lo haría y él seguro que menos.

Pero, sin duda, el mejor de todos, fue el día en el que nació nuestro/a hijo/a (es sorpresa).

La semana 39 de embarazo fue la peor. Nunca había visto a Griezmann tan nervioso, y eso que él ya lo era. Estaba muy estresado, incluso más que yo. Sólo sabía preguntarme:

- Mia, ¿cómo estás?

- Mia, ¿notas algo?

Llamémosla Paola (Parte 3) - Antoine GriezmannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora