Prólogo

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-¡Daniel! -llamó mi madre desde el comedor, con cierta furia- ¡Baja ahora mismo! -ya sabía de lo que se trataba.
-¿Y qué es esto? -sostuvo una carta en su diestra.
-Una carta... -la miré con un poco de miedo, tartamudeando.
-Más específicamente...
-Una confesión -dije bajando la mirada de a poco. Aquella confesión era para ella, explicaba un poco la situación en la que me encuentro, por decirlo de alguna manera.
-¿Qué es esto de que te gustan los chicos? ¡Yo no me esforzé en criar un hijo que se vaya a hacer cosas del demonio!
-P-Pero, no lo s-.
-¡Claro que sí! -me interrumpió -Tú... ¡¿qué he hecho para que me hagas esto?!
-Mamá, no es algo malo...
-¡Agh! Ya no te soporto. ¡Ve ahora mismo a tu cuarto, agarra tus cosas y lárgate! ¡Nadie va a querer nunca a un chico como tú! ¡Ustedes son unos sucios y maleducados seres humanos despreciables!

Con lágrimas en mis ojos subí a mi cuarto y tomé una mochila, puse las cosas más importantes y la ropa que necesite. Una vez que terminé de empacar todo, me puse un gorro de lana simple, gris oscuro, con un pompón del mismo color que apenas y sobresalía por detrás de mi cabeza; abrí la puerta, mi madre estaba abajo, con la puerta de entrada abierta, esperándome.

En esos momentos tenía las mejillas mojadas por las lágrimas; como era invierno, dolían mucho éstas al soplar el viento. Tiritando, llegué hasta una plaza y me senté en el banco más cercano y dejé la mochila al lado mío.

Una vez allí, comencé a llorar.

Me saqué los lentes para que no se humedecieran con mis lágrimas y los dejé en mi estuche, dentro de la mochila.

Nunca me sentí tan solo en mi vida.

No tengo lugar a dónde ir, nunca tuve un mejor amigo y no me ha fascinado mucho socializar con personas, ni puedo. Mi ansiedad hace que me ponga demasiado nervioso y tartamudeo mucho, pensando en si lo que diré será ofensivo para ellos. Más en situaciones de presión, en las que comienzo a hiperventilar, mi respiración empieza a ser irregular y me es difícil mantener una idea por mente, mientras internamente solo quiero gritar de frustración. Y no me había dado cuenta.

Por estar hundido en mis pensamientos, no me fijé que alguien se había sentado al lado mío en la banca, mientras yo luchaba contra mi cuerpo, tratando de mantener regularidad en la respiración.

Empezé a respirar cada vez más rápido y desesperado por aire, busqué mi inhalador en mi mochila a mi lado.

Lo había olvidado, dejé de usarlo tres años antes.

Volví a mi posición, mirando hacia adelante, sin punto fijo y me centré en mis pies, estaba tan concentrado en respirar que no me percaté de que aquella persona me estaba llamando.

-Oye, ¿estás bien? -Era una voz dulce y calma, pero como me había llamado varias veces antes y yo sin saber nada de su presencia, su voz era más preocupada.

-E-Estoy... bi-bien -trataba de respirar entre cada palabra, sin parecer que en verdad estaba muy mal, pero mis mejillas aún húmedas y mis ojos irritados por llorar me delataron.

El chico a mi lado giró mi cabeza hacia él con sus manos; era castaño oscuro, tal vez era un poco más claro que el mío, pero castaño claro, casi rubio oscuro, en el medio de su cabello, por su cresta*, tenía ojos color celeste azulados, muy hermosos, podrías navegar en ellos y quedarte hipnotizado, tenía una nariz de botón redonda, muy bonita y tierna, lo hacía verse amistoso, sus labios eran algo delgados, pero el superior era fino a comparación con el inferior; tenía earrings negros en ambas orejas y lo combinaba bien con su gorro de lana rojo grisáceo con pompón. Aunque estaba abrigado no llevaba guantes y sintió más fácil mi llanto con las yemas de sus dedos en mis mejillas.

-No te creo...

El chico agarró mi mochila con su brazo izquierdo y se la llevó a su hombro, mientras con la otra mano me agarró la muñeca firmemente. Tenía la cara casi petrificada en una expresión de sorpresa, mientras comenzamos a caminar.

-Soy Jack, ¿tú eres?
-Daniel -tartamudeé mi nombre unas cuántas veces. Llegamos a la esquina de aquella cuadra, paró esperando a que pasaran los autos, volteó a mí.
-Un placer Danny -dio una sonrisa amigable y cálida, mientras asentía de forma de rápida reverencia, yo sentí cómo mis mejillas se calentaban por la sangre subiendo a ellas. Pareció que él lo notó, porque al darse vuelta rió un poco.

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*Sé que los chilenos (no todos y tal vez en otros países) usan 'cresta' de manera distinta a la que me expresé (así como 'ándate a la cresta' que sería como 'ándate a la mierda'), con cresta me referí a la parte central/del medio de la cabeza.

¡Bueno! Este es el inicio de una historia muy bonita (o al menos para mí).

Esta historia va a ser más que nada creación mía, pero tal vez en algunas partes necesitaré ayuda de la otra admin. Agus.

Espero que disfruten la historia :D
-Dan

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