(…)
Después de una cena algo incomoda por el tema de “Aria convive con chicos”, y las pláticas de mi padre diciendo lo importante que son los estudios, que los niñatos de ahora son unos buenos para nada y calenturientos, que se debe ser… cuidadoso, fui a dormir. Todo eso arruino una cena que pudo haber sido tranquila. Claramente mi madre se veía satisfecha avergonzándome, y yo no soy de quedarme de brazos cruzados ¡oh, no! Mi madre me las pagará. Así es nuestra hermosa relación madre e hija, hay muchísima confianza.
Un estruendoso sonido me despertó. La maldita alarma… maldigo por lo bajo tener que despertar temprano y me dirijo a mi armario. Tomo una blusa negra de manga corta con bordado blanco al final de estas, un short de mezclilla obscura, un cinturón rojo, mis converse rojos y unos calcetines que llegan a los tobillos de color blanco. Tomo una ducha -a velocidad media, ni muy corta ni muy larga-, me visto y me dirijo al tocador. Aplico mi típico maquillaje, dejo mi cabello suelto y me aplico mi esencia a vainilla. Tomo mi mochila y bajo a desayunar.
-Buenos días Aria –me saluda mi madre alegremente desde la cocina. Que ni crea que olvide su bromita de anoche-.
-No sé que tienen de buenos –dije seca-.
-¿No estás contenta de tu segundo día? ¿No estás contenta de ver a tus novios, hijita?
-¡Ha, ha, ha! ¡Qué graciosa madre! –Dije con sarcasmo-.
-No puedo evitarlo mi amor, ¡es como soy yo!
Niego divertida, vaya madre tan ocurrente que me toco… ¡La amo! Me siento en el comedor y empiezo a devorar mi cereal corn pops.
(…)
Termine mi cereal, cepille mis dientes y subí al carro en el cual mi madre ya me estaba esperando. El transcurso de mi casa a la escuela fue como el almuerzo, burlas carrilleras por parte de mi madre. Ella es prácticamente mi mejor amiga. Cuando llegamos le di un beso en la mejilla para despedirme y baje del auto. Entre por el portón principal, pasando a un lado de la banca en la que tuve que esperar a mi madre ayer. Entonces recordé como los deje con el ojo cuadrado a esos niños fresas, espero haberles cambiado su forma tan machista de pensar que tienen. Entre por la puerta de la sección de bachiller y me dirigí a mi salón.
Ahora estoy sentada en mi lugar, escuchando a Paramore, una de mis bandas favoritas.
-Cause you… are, the only exception… -empiezo a tararear en mi mente el estribillo-.
-¡Castaña! –me giro alarmada para ver quien grito en mi oído libre [ya que en el otro está el audífono], y me lo esperaba. Nada más y nada menos que Lou- ¡Hola! –dice sonriente. Maldito desgraciado… si no fuera mi mejor amigo patearía su trasero que no podría sentarse ni pararse en un año-.
-Serás… -dejo la frase al aire-.
-Está bien, está bien perdóname.
-De acuerdo.
-¡Bien! Y… ¿Siempre que deporte eligió mi castaña preferida?
-Soccer ¿y mi rubio favorito?
-Soccer también. Sabes que amo el futbol pero… terminaría con todos mis huesos rotos y con la cara deforme y digamos que necesito mi cara para seguir siendo un don Juan.
-¡Ay, por Dios Lou! Tú, ¿un don Juan?
-¿Qué? ¡Eso soy! –chilla sentándose en la banca de enfrente que tengo vacía-.
-A ha, sí claro…
-¡Hey! ¡Niña fresa! –volteo a ver hacia la puerta y me encuentro a Derek y a John. Derek saludando como si estuviera limpiando un vidrio y se estirara lo más que puede para alcanzar una mancha. Y John… creo que el sí capta que su amigo está haciendo el ridículo y solo me sonríe tímidamente, pero luego se borra su sonrisa-.