° Prólogo °

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"Tienes una sonrisa por la que vale la pena luchar"Brave, Honest, Beautiful (Fifth Harmony)


Amaba mirar las estrellas junto a su padre. No creía que existiera en el mundo nada mejor.

Ella tenía cinco años, y él era todo lo que conocía sobre el amor. Él era su superhéroe, su príncipe azul, su caballero de brillante armadura, su mejor amigo.

—¿Papi? —Lo llamó.

—¿Sucede algo, Kaki?

—Un niño me regaló una flor hoy.

Su padre la miró con sorpresa. En sus tiempos las cosas no habían sido tan apresuradas.

No pudo molestarse, por supuesto. No con la pequeña niña que se encogía avergonzada a su lado.

—¿Y qué hiciste con ella?

—Él no me agrada, así que se la regalé a Selena. Ella es linda y siempre comparte sus galletas conmigo.

Su padre hizo los prejuicios a un lado. Camila era solo una niña, así que la flor no tenía por qué significar algo. Y, aunque lo significara, realmente no podía importarle menos.

—¿Y qué te dijo ella?

La pobre niña bajó la mirada repentinamente, tal y como si la pregunta de su padre le hubiese roto el corazón.

—Dijo que yo era rara, porque las niñas no pueden regalar flores a otras niñas.

Su padre la abrazó. Sabía que lo necesitaba. Amaba a su hija más que a cualquier persona en el mundo, así que solo quería verla sonreír.

No podía permitir que las palabras de una niña la hirieran de tal forma. No cuando ella solo había intentado hacerla feliz con un gesto tan inocente.

—¿Recuerdas a tu dragón de peluche, Kaki?

—¿A Draco? —Preguntó con una sonrisa— ¡Claro que sí! ¡Es mi juguete favorito porque me lo regaló una estrella fugaz!

El hombre sonrió. Amaba ser capaz de apreciar la perfección que se escondía tras la inocencia de su pequeña.

—Bien. Él y yo tuvimos una conversación hace unos días, y puede que no quiera casarse con otro dragón —Notificó a su pequeña hija, la cual lo miraba atentamente mientras chupaba uno de sus dedos—... Le gustan los unicornios —Confesó con un susurro, tal y como si fuese el más importante secreto en la historia de la humanidad. Ni el viento debía escucharlo.

Camila lo miró unos segundos sin saber exactamente qué decir. Sus pequeños ojos color café se habían abierto debido a la sorpresa.

—¿Crees que está mal, Kaki?

—No —Se negó de inmediato—. A mí también me gustan los unicornios, papi. Son lindos.

Acarició el cabello de su hija con orgullo. Esa niña parecía ser perfecta y no creía merecerla.

En ella veía todo lo que él deseaba ser.

—No permitas que nadie te diga lo que debes hacer o no. No permitas que nadie te diga lo que te debe gustar, quien te debe agradar —Aconsejó sabiamente mientras la sujetaba con delicadeza contra su pecho. La pequeña Camila, cerrando los ojos, escuchaba atentamente cada latido de su reconfortante corazón—. No permitas que nadie arruine tu felicidad.

Ella suspiró. Escucharía sus consejos.

Papá siempre tenía razón.

—¡Mira, papi! —Exclamó de repente mientras señalaba el cielo nocturno— ¡Una estrella fugaz!

Ambos cerraron los ojos y pidieron un deseo con una sonrisa. Y, por un momento, en el patio no existieron un padre y su hija, sino dos pequeños niños llenos de esperanza.

—¿Qué le has pedido, Kaki?

—Que le lleve saludos al abuelo. Debe de estar muy solo en el cielo, porque la abuela se ha quedado aquí.

El hombre contuvo las lágrimas. La muerte de su padre, al ser tan reciente, siempre lograba conmoverlo.

—¿Qué le has pedido tú, papi?

—¿Yo? —Camila lo miraba expectante— Le pedí a la estrella que siempre fueras feliz.

—¿Siempre? —Rio ella— ¡Eso es imposible!

—¿Cómo lo sabes?

—Porque a veces siento ganas de llorar, y si lloro a veces entonces no puedo ser feliz siempre.

Su lógica era impresionante para una niña de su edad.

—¿Sabes lo que viene antes del arcoíris, Kaki?

—¡La lluvia! —Respondió animadamente. Pasaba por esa etapa de su vida en la que amaba tener la razón.

—Exacto. No puedes tener felicidad sin un poco de tristeza, hija... Solo tienes que recordarlo y pensar que, cada vez que algo malo sucede, algo bueno está por llegar. Sonríe por lo que viene.

Las palabras de su padre se grababan en su alma con firmeza. Su pequeña mente no planeaba olvidar esa charla fácilmente.

—¿Serás feliz, Kaki?

—Lo seré —Afirmó.

—¿Siempre?

—Siempre.

Y fue así como el deseo de aquel hombre se hizo realidad.

||Antes del Arcoíris - CAMREN||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora