[CAPITULO 2 - ROJO]

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—¡¿Puedes callarlo?! —Exclamó Lauren con una evidente frustración.

La segunda reunión del grupo de apoyo había comenzado incluso peor que la primera. El constante lloriqueo del hijo de Dinah los había obligado a cambiar su locación al parque cercano.

No todos parecían felices ante tal idea.

—Leo tiene tres meses, Lauren. Llorar es su única forma de comunicarse.

—Mi perro se llama Leo y tiene mejores formas de comunicación —Espetó.

—Está bien. Ya basta —Las interrumpió Ally, quien no quería presenciar una discusión en ese momento.

Camila, quien hasta ese momento había estado observando aquella disputa con una sonrisa en el rostro, decidió elevar una de sus manos. Amaba que la atención de todos fuera suya.

—¿Qué vamos a hacer hoy, Ally?

—Supongo que podríamos empezar por hablar un poco. Solo hablar —Dijo su mejor amiga con suavidad—...Todos aquí, incluyéndote Mila, no saben cómo hacerlo.

—¿Hablar? —Cuestionó Axel mientras reacomodaba su cabello rubio. Se lo veía confundido— ¿Hablar sobre qué?

Ally agitó sus brazos con nerviosismo y se reacomodó en aquella banca que habían ocupado.

—Supongo que si mi intención es ayudarlos debo empezar por ayudarme a mí misma —Murmuró. El labio le temblaba, así que Camila tomó su mano bajo la mesa. Una sonrisa de alivio decoró su rostro cuando la sintió calmarse— Mi padre me golpeaba de pequeña. Lo hacía todo el tiempo.

Camila se quedó callada. No sabía reaccionar ante la tristeza, pues nunca la sentía, pero su amiga le había dicho una vez que a las personas no les hacía mucha gracia el ver a otra gente riendo ante sus problemas, incluso si no tenían mala intención al hacerlo.

Es por ello que prefería quedarse callada y tensar los músculos de su rostro, pues sabía que eso hacía feliz a las personas tristes.

—Nunca me abrazó o besó. Nunca se sintió orgulloso de mi. Yo era una niña prematura, un error, una nube de problemas, y no le importaba recordármelo —Una lágrima resbalaba por mejilla, lágrima que Camila limpió con aquello que de pequeña su amiga no había recibido.

—Ally, no tienes que hablar si no quieres hacerlo —La detuvo Normani, quien parecía sentirse bastante afectada con su historia.

—No —Se negó la mayor—. He creado este grupo de apoyo por esa razón: Todos necesitamos hablar.

Ally tenía razón.

—Mi madre le temía casi tanto como yo —Continuó hablando al armarse de valor—. Nunca tuve un regalo de navidad, una fiesta de cumpleaños, una cena de graduación... Solo había golpes, gritos, llantos e insultos.

—Es horrible, Ally —Dijo Lauren, quien alimentaba su tristeza con la de los demás.

Se arrepentía de vivir en un mundo tan asqueroso.

—Lo fue —Confirmó—. Escapé de casa a los dieciséis. No lo volví a ver, pero tampoco a mi madre... Y a veces creo que debí resistir un poco más, por ella.

Intentaron reconfortarla, hacerla sentir mejor, pero ella no estaba allí para eso. Ally había creado el grupo para hablar, para hacerlos hablar, y para finalmente lograr que todos encontraran una solución a sus problemas por su propia cuenta.

Estaban allí para crecer. Para avanzar.

—¿Ahora quieres que hablemos también? —Interrogó Lauren. La pequeña, secándose las lágrimas, asintió— Pero Ally, mis problemas no son tan graves. No es nada comparado con lo que tú has vivido... Estoy segura de que nadie tiene problemas como los tuyos, y contarlos mientras lloramos como idiotas sería como escupirte a la cara.

—No puedes restarle importancia a un problema, Lauren. Puede afectar solo a una persona, pero sigue siendo un problema.

—Ally, he visto gente lloriquear por un auto robado frente a un hombre sin hogar.

—Y puede hacerlo. El hombre sin hogar sufre, sí, pero el dueño del auto tiene sus razones para sentirse triste. ¿Has pensado acaso en todo lo que debió trabajar para poder comprarlo? —Argumentó— Cada quien tiene una perspectiva propia del dolor, y debes aprender a respetar eso.

La chica de ojos verdes habría continuado con aquella discusión, pero Ally la calló con una simple frase.

—Los he traído hasta acá para hablar, porque sé que lo necesitan... No lo habría hecho si pensara que mis problemas superan los otros, así que deja de ofenderte por algo que a mí no me importa.

Estaba enojada, tal vez demasiado. Camila besó su mejilla para verla sonreír, pero ni eso funcionó.

—¿Alguien quiere hablar ahora?

Nadie levantó la mano. Ninguno estaba listo.

Camila se cruzó de brazos. Ella era feliz, no tenía ningún problema, pero estaba allí para ayudarlos. El problema era que ellos no estaban listos para recibir ayuda.

—Está bien. Supongo que tendremos que esperar un poco, pero no importa... Ahora los agruparé en parejas para que se conozcan. El primer paso para hablar sobre todo lo que necesitamos con alguien es la confianza.

Se escucharon suspiros. Ally volvía con sus locuras.

—Planeaba colocar a Dinah con Lauren, pero ella no tolera al pobre Leo, así que irás con Normani —Dijo a la más alta, quien sonrió amablemente a la chica morena—... Axel, tú irás con Camila.

—No. La chica feliz se viene conmigo —Impuso la chica triste.

Ally gruñó. Su reciente confesión y el comportamiento de sus amigos no la ayudaban a mantener la calma que la caracterizaba.

—Lauren, por favor...

—Tengo una promesa que cumplir, Allyson.

La pequeña suspiró. Lauren era un hueso duro de roer.

Camila, por otra parte, solo podía sonreír ante aquella disputa. Tal vez una parte de Lauren quería estar junto a ella porque, muy en su interior, comenzaba a añorar la felicidad.

Tal vez podría hacerla sonreír.

—Está bien. Axel, vendrás conmigo.

—Pero Ally... —Se quejó el chico rubio.

—No te desesperes. Algún día —Lo animó la mayor. Camila intentó entender a lo que su mejor amiga se refería, pero no fue capaz de deducirlo.

No tuvo tiempo de pensarlo demasiado, en realidad. En lo que dura un parpadeo, Lauren ya la había alejado de los demás para comenzar a hablar.

Las promesas pronto iban a cumplirse.


Días de mierda y una madre loca. Solo eso diré.

—Lore—

¿Qué tal ustedes?



Tengan una buena vida


||Antes del Arcoíris - CAMREN||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora