| capricho |

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Aquella era la primera vez que Bangtan se encontraba en América y tenía un poco de tiempo para divertirse. El lugar en el que estaban era las Vegas, ciudad mundialmente conocida por los juegos de casino y las noches de fiesta incontrolable que terminaban encantando a todo el mundo. Era una noche de primavera, los siete amigos estaban demasiado felices, y lo único que necesitaban era celebrar. Se pusieron en camino y fueron a uno de los clubes de su hotel, que era un recinto grande y de primera clase, así no tendrían problemas con el acoso de los medios. Entre copa y copa, JungKook comenzó a cantar en un inglés muy malo, JiMin le hizo segunda con movimientos de baile dramáticos, NamJoon contemplaba atento una botella de vino como si quisiera buscarle un significado, HoSeok estaba tirado sobre un sillón y acurrucado al lado de su amigo TaeHyung, quien solamente miraba al vacío e ignoraba todo lo que sucedía a su alrededor. Podían ser chicos a prueba de balas, pero no eran chicos a prueba de alcohol. Entre tanto ajetreo, nadie se había dado de la desaparición de SeokJin y YoonGi.

Dos chicos acaramelados caminaban por los largos pasillos del hotel. Se dirigían al cuarto. El más bajito llevaba las pálidas mejillas rojas mientras se tambaleaba e intentaba aferrarse al contrario, también cantaba y soltaba maldiciones a diestra y siniestra. Su compañero parecía aún estar cuerdo, pero ya se había pasado del alcohol que usualmente consumía y comenzaba a sentir un hormigueo molesto en todo el cuerpo. También decía algunas cosas incoherentes, y le hacía segunda a su novio.

—Eres la persona más malditamente hermosa que conozco, ¿sabes? — le dijo mientras lo sentaba en la cama y le acomodaba la camisa. Estaban a una distancia peligrosamente reducida, y sus alientos se entrecruzaban. Se quedaron viendo fijamente por un momento, hasta que Jin reaccionó y se apartó, apenado, antes de que YoonGi pudiera plantarle un beso.

—YoonGi-chiiiiiiiii— dijo mientras se tiraba en la cama.

—No puedes dejarme con los jodidos besos al jodido aire— refunfuñó.

—No debo per-mi-tir que me des más be-sos— comenzó a reírse de una manera muy graciosa. YoonGi se volteó para verlo. Tendido sobre la cama, parecía un príncipe. O al menos eso se le figuraba.

—¿Por qué? Carajo, somos novios— le dijo de manera irónica— No es el primer contacto físico que tendríamos.

—Necesitamos ser más que e-so— lo miró con una expresión tierna, digna de un cachorro hambriento. YoonGi no sería capaz de resistirse a esos encantos, así que se acercó de nuevo, con las ganas de besarlo a tope, el corazón latiendo fervientemente. Sin embargo, su compañero se mostraba tan esquivo que daba miedo. Entonces comenzaron un juego en el que el pequeño quería acercarse al mayor, darle un abrazo, pero en su condición no podía alcanzarlo. Jin hacía movimientos patosos y ridículos, aunque, ante los ojos de YoonGi, que no percibían la diferencia entre la rapidez, la lentitud y el espacio-tiempo, estos movimientos estaban llenos de destreza.

—¿Qué carajos quieres que haga para que me dejes tocarte? — cuando estaba ebrio, tendía a decir groserías en cualquier oración que formulara.

—Necesito que me pidas ma-tri-mo-nio. No puedo vivir más si YoonGi-chi no es mi esposo— dijo sin pensarlo. Esa idea le rondaba la mente desde que habían llegado a las Vegas, pero solamente se encontraba en lo extraño de su mente, y era una cosa tonta e improbable. No obstante, ahí se encontraba, borracho, con el cuerpo pesado, y diciendo en voz alta todo lo que había pensado.

—Claro. ¿Quieres casarte conmigo? — SeokJin asintió. Eso era lo último que logró grabar en su turbada memoria. 

colored rings ; yoonjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora