Coincidencia - y.m

único

—Ha pasado mucho tiempo.

Él me ve, me mira de tal manera que no logro saber qué sensación es la que me quisiera dar. Me confunde. No sé si es un sentimiento de irritación al tenerme frente a él o si verdaderamente se siente sorprendido de habernos topado después de tanto tiempo. Y yo, yo no sé qué sería lo mejor para contestar, ha vuelto nula mi capacidad de contestarle tan espontáneamente como lo hacía antes cuando estábamos juntos.

Un chico se ha acercado a él, le ha tomado del hombro tiernamente y con una sonrisa le ha dicho un par de palabras que no pude alcanzar a escuchar, él sencillamente asintió sonriendo dejando que se marchara su acompañante. Nuevamente no sé cómo sentirme o más bien, no sé si lo que siento debería ser lo correcto. Nunca me ha gustado verle sonreír a otros que no sean yo, no por un sentido de posesividad, no por falta de confianza en él o en mí sino porque su sonrisa es escasa y cuando lo hace significa que la persona que está con él es en serio importante; yo podría sentirme un poco celoso.

Ha repetido las palabras cual disco rayado agregando su típico tono de voz sardónico, finalmente he forzado una sonrisa y las mismas palabras que ha dicho él. Me sorprende que después de estar tanto tiempo juntos queriéndonos, disfrutando uno del otro, siendo apoyo y sobre todo, siendo amigos, ahora seamos más que unas personas recién conocidas con temor a desempolvar el pasado de nuestros corazones.
Así como aquel chico le sonrió amorosamente, así me sonrió a mí en el pasado haciéndome creer que siempre estaría destinada para mí con la misma intensidad y lo creí porque en aquel tiempo lo decía honestamente.

—¿Vamos por un café?

—Seguro.

Torpemente iniciamos nuestra plática en medio de la caminata la cafetería más cercana, sus preguntas fueron las mismas de cuando nos topamos en la preparatoria y mis respuestas habían cambiado aunque la nostalgia que sentía en ellas al contarle era exactamente igual que la de aquel día de preparatoria. Recuerdo que llevaba su cabello negro, ahora lo tiene teñido de rubio y no sé entre cuál escoger para catalogarlo "el que mejor le luce". Su rostro se ha vuelto más maduro, su voz incluso más grave y su cuerpo ha tomado ligeramente más musculatura, pero sigue siendo el mismo y no tardé en decírselo.

Encontramos la mesa perfecta, está alejada de la poca gente que se encuentra consumiendo. Veo que le agrada la idea de estar un poco más alejados de los demás y es que siempre he recordado lo mucho que le gustaba la tranquilidad y de vez en cuando su soledad. Poco más tarde la conversación insulsa se ha transformado a una mucho más interesante y comienzo a sentirme más en confianza de soltarme, de hacerle un par de bromas entre palabras y sonreírle sinceramente.

Él bebe de su café escuchando atentamente lo que le cuento, su mirada no se ha apartado de la mía y sé que mis mejillas se han tornado carmesí, él lo ha notado y baja su tasa escondiendo su rostro «¿Lo he incomodado?» guardo silencio y aprieto mis dedos entre sí esperando a que el valor vuelva en mí para retomar la plática o que se retire diciendo que tiene cosas por hacer.

Creí no ser demasiado dramático, pero lo comprobé cuando levantó su vista y la sonrisa que me daba en los días que compartíamos juntos se plantó en sus delgados labios, me sentí aliviado, mucho más nervioso aunque de forma distinta que cuando nos topamos hace un rato.

«"Creí que lo habías superado"» Oh, ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo? Si cuando estoy frente a él todo se rebobina y me deja de la misma manera que estuve con él iniciando todo, cuando nos vimos a los ojos y sentimos esa terrible conexión, cuando me estremecí por primera vez con su toque o su dura voz llamándome, no, no he podido superar que mire como me mire consigue sonrojarme fácilmente. Al momento nos reímos porque no supe que contestarle o tal vez para calmar nuestros nerviosismos al tocar temas antiguos, o porque en verdad queríamos hacerlo sólo por la curiosidad de saber qué es lo que tiene el otro qué decir sobre ello.