II

11 1 2
                                    

"Il salto innocente"

Su familia no era pobre ni era de ese tipo a las que llamaban "clase media"; y ella no era exactamente una niña feliz. A pesar de que nunca le faltó nada, tampoco sentía que tenia lo suficiente, ¿pero que podría saber de riqueza o pobreza a su corta vida?.

Solía pasear por las ruinas de una iglesia que había detrás de su casa y jugar allí. Sus padres habían acordado construir una casa de huéspedes, o un estudio para su padre, pero ella no quería que quitarán esas ruinas, era su lugar favorito y el único donde sentía que podía hacer todo lo que quisiera. A veces llevaba consigo un libro y lo leía en voz alta sólo para escuchar el eco, e imaginaba que habían duendecillos escondidos por allí para escuchar la historia, aunque ella no sabia que sí había alguien que la escuchaba.

Al llegar la tarde, su dama de compañía la iba a buscar y la llamaba desde una lejana distancia, por que la pequeña le había dicho que ningún adulto debía acercarse allí cuando ella estuviera ocupando el lugar; la llamaba a la hora de la cena, y la niña se despedía del viento que la había acompañado, y de los duendecillos claro. Así era todos los días, por la mañana debía estudiar y el resto del día la pasaba afuera hasta la tarde cuando su dama iba por ella. Al no tener hermanos, la pequeña se sentía algo sola; rogaba al cielo que le enviara alguien con quien jugar... pero nunca obtuvo respuesta.

Una tarde ella se dispuso a terminar un cuento que había estado leyendo, trataba sobre una doncella que, al besar un sapo, este se convertía en un apuesto príncipe. Paso la tarde leyendo al viento... como siempre, hasta que escucho a su dama llamándola.

-¡Ya voy!- se levantó del suelo y limpió el polvo su vestido, pero al correr se tropezó con algunas rocas, su vestido se rasgó- mamá se enfadará mucho- expreso la niña con lágrimas en sus ojos. De pronto vio algo extraño entre los escombros, se acercó para ver de que se trataba- ¿Un conejo?- lo sacudió un poco, al principio le pareció cualquier cosa, pero la entristeció ver que no tenia ojos- ¿Qué te pasó pequeño?- escucho a su dama llamarla de nuevo y tuvo que apresurarse a volver. Escondió el peluche tras de ella, pero su dama alcanzó a ver un par de orejas sucias entre las manos de la pequeña.

-Señorita, ¿qué trae allí?- la drama intentó ver lo que ocultaba y la niña tuvo que mostrarle a la mujer el bicho que escondía- oh señorita... ¿de dónde sacó eso?, sus padres jamás aprobarán que se quede con eso- la niña se preocupó, no podía dejar al pequeño conejo sin vista
-Por favor, déjame llevarlo. Mira, no tiene ojos el pobre y quiero devolverle la vista- los ojos de la pequeña estaban llenos de preocupación y deseo por querer curar al peluche, eso enterneció a la dama
-Está bien, te ayudare a llevarlo

Acordaron que la mujer se llevaría el peluche y lo guardaría en la cocina hasta la hora del baño, de este modo lo llevaría hasta su alcoba. Cuando llegaron a la mansión hicieron lo acordado, la niña fue a su habitación y espero a su dama con las "cosas para su baño".

-¿Qué cosa es esa?- la cocinera miro asqueada el sucio peluche que llevaba consigo la dama
-La señorita lo encontró y me rogó para traerlo- respondió la dama con nerviosismo. Podría meterse en problemas por cumplir el capricho de la niña
-Si la señora lo encuentra te despedirá y no te recomendará para trabajar en otra parte
-Ya lo sé, pero la señorita quiere repararlo. Lo llevare a donar junto con las cosas que sacó la señora

Pero cualquiera, sobre todo los niños, le toman afecto a algunos objetos.

La dama subió las cosas para el baño de la pequeña. Le dio el conejo y ambos tomaron un buen baño.

-No te preocupes pequeño, después de cenar te devolveré la vista- la niña miraba con cariño al peluche y eso preocupo a la dama

Durante la cena, la niña estaba muy inquieta, sentía la necesidad de volver a su habitación y ver a su conejo, pero tuvo que tratar de calmarse para que sus padres no sospecharan de que les ocultaba algo. En cuanto se llevó la última cucharada a la boca se despidió de sus padres deseándoles buenas noches y corrió a su habitación; claro que a sus padres no les pareció extraño que su hija volviera con tanta impaciencia a su habitación, ya que ella normalmente hacía eso para poder jugar con su gato o sus canarios a gusto.

Cuando llegó a su habitación y cerró la puerta detrás de ella, olvidó todos sus modales y dio un gran salto hacia la cama provocando que las almohadas y sus cobijas se volvieran un desastre. Tomó entre sus brazos al conejo andrajoso y lo abrazó con el mismo cariño con el que un niño abraza a su peluche nuevo. Después de un buen abrazo la niña levantó al conejo para observarlo.

-¿Qué clase de botón te gustaría?... ¿De poliéster?... ¿Esmaltado?... ¿De madera?- Acarició la tela descocida de su ojo mientras esperaba una respuesta por parte del inanimado objeto; pasaron unos segundos, entonces la niña esbozó una sonrisa de oreja a oreja, salió de la cama hacia uno de sus baúles y llevó con ella una caja llena de botones de poliéster; comenzó a probar uno por uno en el espacio vacío de la tela- Oh...- Encontró un par que quedaban perfectos: grandes botones de color negro con decoraciones doradas- Estos son bonitos, te verás muy bien con ellos- Y como si coser botones fuera su hobby favorito, cosió uno por uno con mucho cuidado- Ya está, ahora vuelves a ser muy lindo- Volvió a tomarlo en brazos y a dejarse caer sobre la cama. Estando satisfecha con su trabajo, poco a poco la pequeña se quedó dormida.

Así pasaron los días.

La pequeña solía llevar con ella al peluche, siempre ocultándolo de sus padres. Ahora ya tenía quien escuchase sus historias, quien fuese testigo de sus aventuras imaginarias cuando jugaba, pero sobre todo ya tenía a alguien con quien no se sentía sola.

Pero un día su padre la llevo con él a visitar a unos parientes.

Ocultó al peluche en lo alto de un armario, donde su madre o las otras sirvientas no lo encontraran tan fácilmente. Quizá debió llevarlo con ella, pero temía que su padre lo encontrara en su valija, o que lo olvidara en algún lugar y lo perdiera, por ello prefirió dejarlo en casa.

La mañana en que ellos volverían del viaje, su gato encontró el peluche y el brillo dorado de los ojos del conejo le llamó la atención que comenzó a jugar con él, arañándolo y mordiéndolo hasta que consiguió romper un poco la tela.

La madre de la pequeña escuchó unos ruidos extraños provenientes de la habitación, entonces entró al lugar y quedó horrorizada al ver al viejo conejo con su gato.

-!Deja eso¡- Y como si su mundo estuviera siendo atacado por una plaga, llamó con desesperación a las sirvientas hasta que acudieron a ella- ¿Por qué mi hija tiene... "esto" entre sus cosas?- Las sirvientas se quedaron calladas con la mirada al suelo, sólo esperando las órdenes de su señora- Mi hija no pudo haber traído esto a la casa por su cuenta... su padre o yo nos habríamos dado cuenta...- Miró a cada una de las damas tratando de adivinar quien de ellas había dejado que su hija metiera a la casa el objeto andrajoso- Bien... espero una respuesta...- Dijo con seriedad- Saben que si no me dicen a mi, mi esposo encontrará a la culpable- Sujetó el brazo de una de las muchachas con violencia- Si nadie dirá nada, una de ustedes deberá pagar...- Entonces, como si no tuviera opción, la dama de la niña dio un paso al frente aún con la mirada el suelo y habló.

-Discúlpeme señora, yo ayudé a su hija a meter el conejo...- La señora liberó el brazo de la otra chica y dejó que todas se fueran.

Por la tarde la niña volvió, corrió hacia su habitación para buscar al conejo, pero no lo encontró. Escuchó que alguien entró y giró para mirar de quien se trataba.

-¿Buscas algo cariño?- La niña estaba asustada, su conejo no estaba y justo cuando lo buscaba su madre aparece. Algo no andaba bien.

-N-no madre... sólo creí ver algo- La niña bajó la mirada con tristeza. Su madre estiró su mano hacia ella y la llevó consigo para comer.

Después de la comida su madre comenzó a hablar con seriedad y contó a su marido lo que había ocurrido. A cada palabra la niña sentía que su corazón se salía de su pecho; ella fue regañada por haber hecho aquello, pero nadie le dijo en dónde estaba su conejo y cuando preguntaba solo le respondían con un "se fue". Volvió a su habitación con el corazón destrozado y los ojos hechos un río. Lloró y lloró hasta quedarse dormida.

Ese día no cenó... no volvió a saborear nada.

Ese día... fue su último día.

Salió de la casa sin que nadie lo notara y caminó un largo trayecto hasta llegar a un barranco; había sido amenazada, si no desaparecía al peluche sería despedida y no sería recomendada para trabajar en otra parte; lo dejó caer...

Y la mansión se puso de luto... la señorita estaba muerta...

Entonces una muchacha lo encontró...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 16, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Mr. BunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora