La playa

30.2K 163 3
                                    

Era un día soleado de verano, había quedado con las amigas para pasar la tarde en la playa y tomar un poco el sol. Días antes había estado hablando con Keunam, cosa que hacía muy pocas veces porque no tenía ni idea de que podíamos hablar los dos.

Justo el mismo día que quedaba con mis amigas, coincidíamos en la misma playa, a la misma hora. El primer pensamiento que recorrió mi mente fue: " Que casualidad que tenga que ser hoy cuando me lo encuentro". En ese momento me quise levantar e irme, pero su grupo de amigos y él nos vieron y pusieron sus toallas justo al lado de las nuestras.

Al ver que se sentaba cerca de mi, empecé a temblar para no notar su calidez cerca mía, porque sabía que no aguantaría mucho más sin hacer nada con él.

Llevaba mucho tiempo queriendo algo con él y sabía que hoy, tendría una oportunidad, la cual fui aprovechando poco a poco.

Al principio pasé de él, para que supiera que no iba a lograr nada. Pero al pasar unos minutos, me di cuenta de que lo tenía justo al lado, emanando ese calor tan suyo y que tanto anhelaba.

Intenté obviar la sensación que me invadía el cuerpo, y también la mano que empezaba a acariciar mis piernas. Nuestros amigos no se daban cuenta porque estaban tan concentrados en sus cosas que no nos hacían caso, cosa que agradecí.

Seguía subiendo y bajando su mano por mi pierna, cosa que me volvía loca, sobretodo cuando llegaba al muslo y mi cuerpo se encendía cada vez más.

En el momento en el que no bajo la mano hacía el gemelo, sino que siguió subiendo, le cogí la mano y la paré, porque no quería que nadie nos viese.

Tomé la decisión de ir a tomar un baño porque necesitaba refrescarme, además de alejarme un poco de él. Cosa que no funcionó porque al levantarme e ir hacia el mar me di cuenta de que me seguía por detrás.

En el momento en el que estuvo detrás mía me susurró:

- Me encanta como me provocas moviendo esas caderas tan bonitas que tienes - y me las acarició poco a poco.

- Déjame en paz que no quiero dar el espectáculo aquí - le solté, aunque en mi interior deseaba que me cogiera más fuerte de las caderas y que me apretase contra él para así poder sentir su miembro preparado para mí.

- Pero si sé que te encanta que te preste atención, no te hagas la dura - y justo como había querido, me apretó contra él y pude notar lo bien dotado que estaba.

Empezó a menearse poco a poco detrás mía, lo que provocó el primer gemido de muchos, menos mal que estábamos lejos de todos.

Besó mi cuello pocos poco, excitándome más por momentos, y en un segundo me volví y le agarré con fuerza con mis piernas, sujetandome a su cadera para así sentir del todo su virilidad.

Siguió dándome besos por el cuello hasta llegar a mi boca, donde se entretuvo, y sus manos agarraron mi pecho y mi culo. Fue acariciando mi pecho, poco a poco, y yo me acerqué más a el para sentir toda su mano en él. Eso le gustó y empezó a pellizcar mi pezón, lo que me volvía aún más loca y me provocaba gemidos cada vez mayores, aunque se acallaban por sus besos.

En ese momento me sentía preparada para que se adentrara en mi, pero debía volverle un poco más loco, y por eso bajé mi mano a su miembro y empecé a acariciarlo.

Sentirlo tan duro y preparado, me encantó porque sabía que era yo y nadie más quien provocaba eso. Y por eso al empezar a acariciarlo, él apartó mis bragas y me metió dos dedos, de los cuales disfruté increíblemente.

Metí la mano dentro de su bañador y empecé a mover la mano arriba y abajo, provocándole gemidos guturales, que me encantaban.

Y en un segundo, su arrebato me dejó sin bragas y a él sin bañador. Lo que nos dejaba listos para disfrutar de un momento íntimo y esperado.

Se quedó mirándome, pidiendo permiso para lo que iba a hacer a continuación, y yo le miré con fuego en los ojos afirmando las ganas que tenía de que llegara ese momento.

Me embistió con fuerza y como acto reflejo, empecé a mover las caderas para satisfacer esa necesidad que sentíamos el uno por el otro.

Pasamos así, disfrutándonos, bastante tiempo, a veces con movimiento rápidos y fuertes, y otras de manera suave y transmitiéndonos lo importante que era ese momento, hasta que llegamos al clímax y nos besamos apasionadamente.

Lo malo de aquello situación era que estábamos en el mar, y que él me había arrancado el bañador, cosa que me impedía salir del agua. Pero eso al lado de lo que acababa de pasar era una minucia.

Relatos Eróticos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora