Ethan

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Llegué mi casa vacía. Mi esposo estaba trabajando en el hospital y llegaría tarde. Mi madre estaba en su casa junto a mi padre, a millas de la mía. Y  no había hecho ningún amigo en aquellos 29 años. Entonces no tenía opción, tendría que quedarme sola tan solo unas horas. Nunca me gustó estarlo,  al pasar toda mi adolescencia de esa manera, estar así me hacía sentir melancólica y a decir verdad, me aterraba.
Me senté en mi sofá con una copa de vino a mi lado y leí hasta que mis ojos, secos por derramar lágrimas, se entrecerraban. Mis lentes rodeados por un marco algo amarillento, estaban sucios a causa de la ceniza de mi vieja chimenea,  en aquella casa de campo. Madera y madera a donde mirase. Me acerqué a la cocina para limpiar el vidrio y vi por la ventana un niño. Un niño perdido que me miraba con tristeza. Salí de la casa para ver si se encontraba bien.

-¿Hola, te encuentras bien cariño?¿Donde está tu mamá? 

El niño no respondió.

-¿Tienes frío?¿Quieres entrar a mi casa a tomar algo?-volví a preguntar. Yo, mientras tanto, abrazaba mi saco y sacudía mis brazos con mis manos para mantenerme caliente.

Me agaché y me miró a los ojos y pude ver los de él, tan familiares como el mismísimo sol reflejado en el agua del arroyo. El niño puso su mano en mi mejilla y desapareció, dejándome en mi cabeza la imagen mi vieja bicicleta con alguien detrás mío. 

-¡Cariño!¿Te encuentras bien?-preguntó mi esposo mientras corría hacia mi.

Negué con la cabeza. Mis huesos temblaban y mi postura se erguía poco a poco, mientras yo seguía mirando el lugar vacío del césped,  donde se hallaba la sombra del niño tan conocido...como un viejo amigo.

-Ven, entremos.-me dijo mientras abrazaba mi espalda-Vayamos a dormir.
Me acompañó hacia la habitación y se acostó a mi lado, abrazándome mientras sostenía mis manos.

-Lo siento.-dijo.

-¿Por qué?

-Por dejarte sola. No debería haberlo hecho.

-Cariño, sé que tienes una vida fuera de aquí. Trabajo, amigos...no quiero que dejes eso por mí.

-Lo haría con placer, ¿Sabes? Solo tienes que pedirlo.

-No puedo. Porque te amo y no te quiero librar de algo que tú amas también.

-Entonces no me libres de ti. 

Callé y velé por la imagen del extraño niño sentado en la parte trasera de mi bicicleta. Donde ni siquiera yo aparecía. 

-Duerme.-dijo Ethan por última vez antes de que yo cerrase los ojos.

Recuerdos de un amigo perdido...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora