Día 2

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Martes, 7 de octubre

Otro día más y con él... regresa mi rutina. Baño, desayuno, besos insípidos, niños a la escuela y llegar al trabajo. Lo bueno es que noté a mi niño grande de mejor ánimo y hoy me habló. Aunque al principio fue para pedirme dinero, pero algo es algo. Le he dicho que estoy aquí para él cuando sea que me necesite, y me sacó una sonrisa al decirme que sabe que puede contar con nosotros. Según él, sus problemas son más existenciales. Aun así, me sorprendió su pregunta un par de horas atrás.

«¿Cómo podemos aceptar a las personas que son diferentes a nosotros o que les gustan cosas diferentes a las nuestras?» —preguntó pensativo antes de bajar del auto.

«Echando las diferencias a la basura» —contesté luego de meditar mis palabras por unos pocos segundos. Me miró sin comprender y reí por su confusión—. «Todas las personas estamos acostumbradas a ver lo malo, lo negativo y lo diferente que tenemos unos con otros, que normalmente son cosas mínimas. Si quitas esos nimios detalles de esa persona, te darás cuenta de que son más las cosas que tienen en común» —finalicé con una sonrisa.

«¿Y si es alguien a quien has conocido por muchos años, pero resulta no ser lo que tú creías?» Le contesté que aplicaba de igual manera. Si conocemos a las personas que son importantes para nosotros, en nuestros corazones sabemos qué tipo de personas son en realidad. Eso es lo único que de verdad importa. El exterior y lo que mostramos a otros, siempre engaña, porque las personas vemos sólo lo que deseamos ver.

La peor parte fue cuando me señaló como un vivo ejemplo, y se alejó huyendo de mí con una estruendosa risa cuando golpeé su brazo. Los niños de hoy no respetan a sus padres. A donde hemos llegado.

No sé si habré ayudado en algo a su problema existencial, pero me agradó verlo más relajado y risueño, a costa mía, pero, aun así, me alegro de volver a ver esa brillante sonrisa igual a la de su padre. Espero, pronto vuelva a ser mi caballerito alegre.

Mi jefe llama mi atención y me entrega los documentos del día anterior ya firmados, y no evita preguntarme por mi sonrisa. Le contesto que mis hijos están locos y él asiente. Sé que comprende, tiene un niño un par de años menos que mi Amy.

El almuerzo también es una rutina, aunque reímos un poco con las tonterías de Paula y me libero del cuestionario incómodo sobre mi matrimonio, no deja de ser un hábito lo que hacemos cada día. Siempre lo mismo en el mismo lugar con las mismas personas. No fue muy agradable ver discutir a Paula con Georgina, porque ésta no sale a divertirse y tener sexo. Pau debería aceptar que todas las personas somos diferentes. Aun no entiendo cómo podemos ser amigas, siendo todas tan distintas unas de otras. Al volver a mi puesto de trabajo, el señor Anderson me da una grata sorpresa. Hay que volver a hacer una convocatoria para conseguir una nueva secretaria para gerencia. Todos los meses es lo mismo —incluso dos veces al mes—, o ellas renuncian o el gran jefe las corre como perros. No es un hombre muy sutil. Siempre directo y sin peros que lo atajen.

Adam Walker es, en definitiva, ese hombre por el que todas las mujeres serían capaces de servir de tapete, pero, según tengo entendido, él no se involucra con el personal. Básicamente, esa es la razón por la que cambia constantemente de secretaria. O eso es lo que creemos. Eso para mí es un real dolor de cabeza. Hacer convocatorias, recibir hojas de vida, llamar a las preseleccionadas, hacer entrevistas y elegir a la adecuada, que al final terminar desagradando al jefe. Lo mejor de todo, es que tengo que empezar ya, si es que quiero conseguir una buena secretaria para antes del mediodía de mañana.

Sí, la quiere para mañana mismo.

Las mujeres mayores no se lo aguantan por ser tan exigente y él no soporta a las jóvenes por ser tan ineficientes, y algunas veces lanzadas. A veces me pregunto si será gay, y más, luego de verlo cada sábado en la cafetería con el señor Collins, su mejor amigo, con quien vive.

Aventura De Una Ama De Casa Desesperada #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora