1.

541 69 6
                                    

Si había algo que Lance detestara de Keith era su forma de actuar. Siempre le pareció distante, diferente...inalcanzable. Nada definía mejor a Keith para Lance como esa palabra, no importaba las veces que tratara de llamar su atención, casi siempre mediante insultos, nunca conseguía nada más que una pelea tonta, que a veces llegaba a las manos y otras veces era ignorada por el chico de cabellos negros. Pero lo de que verdad detestaba de él era su sonrisa. Pocas veces la había visto, pero cuando el chico sonreía su estómago dolía, al igual que su pecho. Sentía calor por todo su cuerpo, al igual que su pulso aumentaba. Podía observar esa sonrisa por horas y no darse cuenta de nada de su alrededor, solo prestaría atención a esos labios fino inclinados y haciendo esa curva que la definía como perfecta.


Keith, por otro lado, odiaba todo de Lance. Su forma de comportarse cuando había alguna mujer en la sala le producía nauseas, esos intentos de cortejo que él calificaba de molestos. Su aura despreocupada le ponía nervioso, incluso en los momentos más serios Lance siempre bromeaba, no podía entenderlo. Siempre se estaban peleando, entre ellos dos se había creado una rivalidad que Keith nunca llego a entender. Pero, a pesar de todo, lo quería. Cada vez que lo veía sentía un pequeño dolor en su pecho, que se transformaba en una angustia al verlo con otra chica. Sabia ocultar sus sentimientos, nadie lo sabía ni lo sabrían jamás, pensaba llevarse el secreto a la tumba si hiciera falta. Cuando nadie se daba cuenta se permitía el mirarlo de reojo, podía verlo sonreír y bromear con tranquilidad con Hunk, en esos momentos sentía celos, él también deseaba poder ser así de natural con el chico, pero nunca lo conseguía, siempre acababan en una pelea que a veces llegaba a las manos.


El sentimiento entre esos dos paladines, tan diferentes, pero con algo en común, no era algo que no supieran los demás. Las miradas discretas cuando alguno no miraba al otro, ese brillo en los ojos que aparecían en Lance cuando veía a Keith sonreír, sus peleas que escondían tanto. Por mucho que ambos, por separado, negaran sus sentimientos cuando una curiosa Pidge les preguntaba, por mucho que decían odiarse, no podían esconder un leve sonrojo que aparecía junto a un "no" por respuesta.


El destino podía ser caprichoso cuando quería, tan rápido como separaba a gente la podía unir.


Tras una batalla y salir victoriosos, como casi siempre, abrieron un agujero de gusano. El enemigo, para su mala suerte, había previsto aquello, por lo que hicieron exactamente lo mismo al lado del león rojo, que fue absorbido en un segundo. Lance estaba cerca de él, no dudo ni por un momento el lanzarse dentro de este y seguir el mismo camino que el otro león. Ambos se estrellaron en un planeta parecido a la tierra, pero a simple vista desierto. Del impacto Lance estaba inconsciente, por lo que no oía la voz de Keith llamándole a través del casco. Preocupado, salió de su león para acceder al azul, viendo al piloto en su asiento sin moverse. Tuvo miedo de que le hubiera pasado algo, por lo que rápidamente lo cogió y se tiró al suelo con él. Lo zarandeaba, pero veía que aquello era inútil, el chico no despertaba.


Sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas, no podía perder a Lance, se negaba a aquello, haría lo que fuera para que estuviera bien. Le quito el casco, viendo sangre en su frente, se había dado un golpe por el aterrizaje. Eso provoco que las lágrimas se resbalaran por sus mejillas, cayendo en el rostro de Lance.


-¿Lance? Por favor abre los ojos.


Suplicaba susurrando, aunque veía que no había reacción por parte del chico.


-No me dejes solo.


Sollozó, la ansiedad y la presión en su pecho aumentaba.


-No puedo perderte, abre los ojos Lance. Maldición, no puedes morirte aquí, no sin antes haberte dicho lo que siento. Eres un imbécil, te odio, pero te quiero, así que por favor si esto es una broma abre los ojos ya.


Seguía sin haber respuesta. Keith solo pudo abrazarlo con fuerza, estrechándolo contra su cuerpo. Temblaba, tenía miedo, solo quería que aquello no estuviera pasando de verdad y fuera una pesadilla. Acaricio la mejilla del chico, con suavidad, la notaba cálida. Un momento, ¿cálida? Se sobresaltó, eso significaba que el chico estaba vivo, pero aún no había despertado. Se sintió aliviado, expulsando en un suspiro toda la ansiedad acumulada en un momento. Volvió a mirar al chico, acercándose cada vez más a su rostro. No debía, pero no se daría cuenta de aquello, por lo que rozó sus labios con los contrarios, sintiendo un cosquilleo agradable.


Iba a separarse hasta notar que Lance lo estaba besando. Sentía sus labios, tan cálido y suaves, contra los suyos, besándole de forma lenta. Del susto se separó, ¿no se suponía que estaba inconsciente? Sus mejillas estaban completamente ruborizadas ante la mirada del otro chico, que le sonreía.


-Y así el príncipe despertó a la princesa Keith. Yo también te quiero.


El paladín rojo no supo cómo reaccionar, por lo que se tiró encima del chico y empezó a golpear su torso, junto a una serie de insultos y murmullos que a veces no se entendían. Había temido perderlo de verdad, agradecía en su mente que estuviera bien.


-Keith, para, no seas tan violento.


Se quejó Lance, agarrando sus manos con suavidad y volviendo a besarlo, esta vez fue correspondido y seguido. Sus manos estaban en las caderas de Keith, ya que este se encontraba sentado encima del paladín azul. Lo que había empezado con un inocente beso se estaba convirtiendo en una batalla por llevar el control.


El aire empezó a escasear entre ambos, obligándolos a separarse para poder respirar y soltaran algún suspiro. Entre ellos empezaba a crecer el deseo, las ganas de continuar devorándose, olvidándose por completo que debían de contactar con los demás para ser rescatados. En esos momentos no les importaba lo mas mínimo. En aquel silencio se oyó una pequeña tos, procedente de los cascos de los chicos.


-Chicos, nos alegramos por vosotros, pero dejar de sobaros que vamos a rescataros ahora.


La voz de Pidge hizo que sus mejillas enrojecieran, aunque compartieron entre ambos una sonrisa de complicidad, proporcionándole a la chica las coordenadas mientras esperaban a ser rescatados.

Love me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora