Las lágrimas de la Luna

Perdona, te conozco?

(Esme)

Me pasé el resto del día acurrucada en la cama en posición fetal, con los ojos abiertos como platos, por alguna razón, no sabía qué hacer ni cómo reaccionar, pero lo que más me asustaba era el pensar que ese intenso dolor que ahora sentía solo era el principio, y es que no alcanzaba a ver cómo será el dolor en el momento clave de la transformación.

De vez en cuando, cuándo mi madre me oía llorar, venía a mi habitación y me acariciaba la espalda y la cabeza, lo que, por mala suerte, solo hacía que llorara más fuerte y más desesperadamente hasta que no podía más y paraba.

Y es que en lo que mayoritariamente pensaba era en lo muchísimo que había cambiado mi vida en dos días, solo dos. Cómo es eso posible? De ser una chica normal de 17 años con un novio perfecto, a encontrarme fatal, venir a casa y que mi familia me diga que somos vampiros y que me prepare para la transformación que dolerá muchísimo. Pues que ilusión…

De repente, oí como alguien llamaba a la puerta, yo estaba con los ojos cerrados y decidí no decir nada y hacerme la dormida, no me apetecía hablar con nadie, solo quería estar sola, tranquila. Era tanto pedir?

Supongo que quién fuera el que estuviera llamando, al ver que no respondía, decidió entrar, y es que estoy absolutamente en desacuerdo con la persona en cuestión. Lo único que quería ahora era el abrazo de la soledad.

Sentí que alguien se sentó a mi lado, por la fragancia pude adivinar enseguida que era mi madre, empezó a acariciarme el pelo, se acercó a mi oreja y me susurró:

-Todo se arreglará cariño, aunque ahora se te haga cuesta arriba. Sé que es difícil mantenerse contenta con lo que te está ocurriendo, pero es así mi amor, no puedo hacerle nada, solo me queda apoyarte y mimarte mucho. Todo irá bien. – se separó levemente de mí y me dio un beso en la cabeza. Se levantó tranquilamente, salió de la habitación y cerró la puerta. 

En ese momento, supe que no podía hacer nada para cambiar mi destino si me quedaba en la cama lamentándome en silencio de lo que me estaba ocurriendo, y me movería, sí, pero mañana, porque dos minutos después caí rendida en un sueño reparador del que no querría escapar.

Mientras yo dormía plácidamente, mi familia discutía en el salón con otra familia que era absolutamente desconocida para mí, pero que dentro de muy poco tiempo sería conocida por mí.

De mientras, en el salón...

Mi madre, mi padre y mi hermano estaban en el sofá sentados, mirando a esos tres extraños que estaban en su salón, cada uno tenía la mente en diferentes cosas y a la vez, sabían porque habían venido estos extraños a su casa. Después de varios minutos de un silencio bastante incómodo, mi padre les hizo una señal con la mano invitándoles a sentarse al sofá que había delante del suyo, así podrían hablar con más tranquilidad. Segundos después, Marisa, Javier y Nicolás se sentaron en sofá, más relajados.

Mi padre se aclaró la garganta y empezó a hablar:

-Bien… Todos sabemos porque estamos ahora aquí. – todos asintieron, Nicolás desvió la mirada, molesto por el tema del que estarían hablando durante las próximas horas. 

(Nicolás)

Empezaba a sentirme molesto del tema por el que había tenido que acudir a la casa de mi futura mujer. Todo estaba yendo demasiado rápido y yo necesitaba libertad. Quería salir de allí lo antes posible, quería ir con mis amigos, a mi rollo. Mi mente fue divagando tema por tema, controlando minuciosamente cualquier cosa que dijeran. Pero una pregunta hizo que volviera a la realidad.

-Y entonces Nicolás, que te parece nuestra hija? – levanté la ceja derecha.

-Como? Como podría siquiera gustarme su hija si no la conozco ni de vista? – Levanté un poco la voz.- Oh sí, claro, me encanta, y los gustos musicales e intelectuales que tiene son exquisitos! Divinos! – ironicé y lo enfaticé con un movimiento pijo de manos.- Como podéis decir que me parece? – abrí la boca para añadir otra queja más pero mi padre me lanzó una mirada de advertencia y me callé.