-Capítulo diecinueve-

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staba besando a Nathan, justo ahora, en este momento.

Era maravilloso, no solo el cómo besaba sino el sabor que hacían nuestros labios juntos, una rara combinación de dulce con salado, como al caramelo-salado de las palomitas acarameladas del cine. Algo de verdad delicioso.

Era increíble.

Aunque lo besaba con los ojos cerrados, lo notaba nervioso.

Como si temiera que me rompiera en cualquier momento, sus manos temblaban acariciando mis pómulos, sus labios también temblaban. Pero sabía que él hacia todo para seguirme el ritmo.

Era tierno aun cuando está nervioso.

Ambos tomamos aire cuando por fin nos separamos, Nathan aún me tomaba por las mejillas, donde se había quedado al querer conocerme. Acaricio sus parpados cerrados con delicadeza, pidiendo permiso para poder verlos.

Jamás los eh visto y quiero verlos. Pero Nathan niega con la cabeza y no insisto.

Nuestras respiración se fusionan por la cercanía que tenemos el uno del otro.

—Nathan.

—Emily.

Ambos nos quedamos en silencio.

—Necesito un baño -le aviso, sentía mi cuerpo arder bajo la pijama-. ¿Puedo?

Nathan asiente, nervioso, con la cabeza. Me encierro en el baño y me dejo caer en la pared. Mierda, lo había besado y no sabía porque. Tal vez fue el momento en el que nos encontramos, los dos, solos después de una confesión, sus manos en mi rostro conociéndome...

¿Le habrá gustado? La verdad, no lo sé. ¿Me gusto a mí? Demasiado.

A veces me dan ganas de decir a los cuatro vientos: «¡Al diablo todos los malos recuerdos del amor y lo que pase después!» Si fuera capaz de decir eso, tal vez pudiera tener un futuro feliz, tal vez el miedo desaparecería por fin de mi vida.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora