2. Drácula, el Señor de la Noche.

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Te despiertas en el bosque.

Es de noche, hace frío y niebla. En ese momento agradeces llevar puesto tu pijama de invierno más abrigado.

Los rayos de luz de luna se filtran entre las copas de los árboles, iluminando tenuemente el suelo poblado de helechos, matorrales y hierbas altas.

Sientes incertidumbre pues no sabes cómo has llegado a ese bosque. Un impulso te hace moverte y observar tu entorno. Ves una rama del tamaño de un bate y decides cogerlo para poder defenderte.

A tu izquierda, entre los matorrales descubres un pequeño sendero entre la vegetación. Lo sigues.  Caminas con pasos lentos y cautelosos, intentando minimizar el sonido de tus pisadas. Estás tenso, preparado para lo que pueda suceder.

El pequeño sendero te introduce en la espesura del bosque. Escalas rocas y bajas colinas. En lo alto de una pequeña montaña, observas lo que parece ser un valle, aunque no lo sabes con certeza por la densa capa de niebla que cubre todo.

Sigues caminando, pierdes la noción del tiempo. El cansancio parece no afectarte, continúas como si estuvieras empujado por una fuerza extraña.Según te adentras en el bosque, la luz apenas llega y la niebla y el frío aparecen. Por alguna razón eso no te molesta.

Pero sin darte cuenta, se te eriza el vello, y tienes una incómoda sensación. Te observan.              Te das la vuelta y no ves a nadie. Supones que son imaginaciones tuyas.Pero no lo son.

Aparecen detrás de ti.

Ojos.

De todas las formas y tamaños, que siguen tus movimientos. Te vuelves a girar. No ves nada y sigues caminando, esta vez un poco más rápido, con el pulso acelerado.

Un aullido te pone alerta, y caminas aún más rápido, con el corazón en un puño. Escuchas pisadas y silbidos de aves, y el bosque de repente, te parece un lugar extraño y peligroso.Miras a todos lados y sin pensarlo hechas a correr. Esquivas árboles y ramas bajas, y aunque te tropiezas varias veces no te detienes. Quieres escapar de lo que sea que te persigue.

Vuelves al sendero, que casi por arte de magia aparece de nuevo guiándote a una salida. Sigues corriendo con todas tus fuerzas, te duelen las piernas del esfuerzo y te cuesta respirar.

Dejas atrás la espesura del bosque que, abruptamente, da paso a una hermosa playa. Al contrario que en el bosque, el mar está en calma, solo perturbado por las pequeñas olas que surgen en la orilla.

La calma del mar te tranquiliza.

Aunque estás más sosegado, la incómoda sensación sigue ahí, sientes que los ojos te vigilan. En ese momento, te das cuenta de que hay luna llena. Algo no esta bien. No recuerdas cuando fue la última vez que hubo una SuperLuna, pero sabes que nunca habías visto al satélite tan grande y nítido.

De repente, todo cambia.

Notas mucha presión en tus pulmones, te quedas sin aire. Caes de rodillas al suelo. Te quema la espalda. A la altura de lo omóplatos nacen dos enormes alas de espesas plumas negras. Te crecen colmillos, y las uñas se alargan hasta parecer garras. Tus ojos se transforman, en una penetrante y casi felina mirada azulada.

Te sientes más fuerte, audaz y poderoso. Y gritas al cielo. Extiendes tus alas, observando tu transformación. Estás cómodo. Sonríes a la nada, disfrutando del poder.

Ahora tú eres Drácula.

Tu has sido el elegido para ser el Señor de la Noche.

Microrrelatos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora