capítulo uno

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¡Le habían sacado su paleta!
Era la cuarta vez que Jimin lloraba, en aquel banco del colegio, a causa de esos niños malos que siempre lo molestaban.
No entendía por qué no lo dejaban en paz. ¡El solo quería su paleta!

Había ahorrado por unos días para poder comprar ese dulce que desde hace tiempo deseaba, y ahora todo iba a haber sido en vano.
Miró, con sus ojos llorosos, a ese niño que ahora disfrutaba de algo que era suyo.

-N-no puedes hacer eso...--dijo el pequeño, mientras aún mantenía sus ojos llorosos.-- m-mi mami dice que no tenemos que ser malos con otros n-niños...

Sus palabras parecieron haber sido un chiste, ya que esos tres niños riéron tanto, que incluso el que comía de la paleta disparó saliva.

-Pues mi mami dice que puedo tener lo que quiero, ¡y quiero tu paleta!

Y podría haber reído aún más, de no ser porque un cuaderno voló por su cabeza, haciendo que tosiera de manera exagerda para no tragarse el dulce.

Un cuarto niño apareció en la escena, haciendo que Jimin abultara sus pequeños labios, mientras secaba unas lagrimas con la manga de su buzo color amarillo.

-Mi mami dice que las personas malas, siempre reciben su castigo.--habló el que recién llegaba, mientras cruzaba sus bracitos y les sacába su lengua en forma de burla a aquellos tres que se atrevían a molestar a Jimin.

Se acercó al pequeño que lloraba y lo tomó de la mano ante las miradas de confusión y enojo de los demás, quienes no hicieron más que quedarse callados y atónitos. ¡Les había tirado con un cuaderno! ¡Y de tapa dura!

Cuando Jimin se encontró lejos de esas personas malas, se permitió admirar al pequeño que aún lo sostenía de su dulce manito. Tenía el cabello oscuro y era un poco más alto que él. Lo había visto antes, pues siempre sentía su mirada cuando era molestado aunque nunca lo había ayudado. Bueno... hasta ahora.

Sorbió de su naríz mientras hipaba, pues no solo no había comprado su almuerzo durante tres días para guardar dinero, sino que ahora su esfuerzo no había valido la pena.

No sabía a donde estaban dirigiéndose, por lo que la mano de Jimin empezo a sudar un poco, llamando la atención del otro niño, el cual decidió romper el silencio.

-No deberías llorar, ¿sabes? ¡Ellos no son batalla para mi! --habló el más alto, relatando una frase de su superheroe favorito, mientras inflaba su pecho con orgullo.

El pequeño que antes lloraba, casi salta de alegría al escuchar aquello, ya que también le gustaba ese dibujito, por lo que lo miró y sonrió en grande, haciendo mas fuerte el agarre de su mano.

-¡¿Eres un superheroe?! ¡Ahora podrás salvarme cuando necesite ayuda!

El contrario lo miro con una ceja en alto, confuso, hasta que entendió a que se refería, por lo que suavizó su expresión y le devolvió la sonrisa, mientras que se permitía jugar con los suaves deditos del otro.

-Voy a protejerte siempre que lo necesites, tú solo tienes que llamarme y yo iré a por tí.--

Y, antes de que Jimin pudiese preguntar por su nombre, el niño se detuvo un momento, sacando de su bolsillo un dulce para tendérselo a él. No podía compararse al que le habían arrebatado, pero para Jimin era el más bonito desde ahora.

Lo tomó algo dudoso, parecía de fresa, ¡él amaba la fresa! Por lo que la mando a su boca en cuanto ya no tenía envoltorio.

-¡Muchas gracias!-- dijo, como pudo, mientras saboreaba aquel caramelo.

Su mami le había hablado sobre los angeles. Le dijo que eran seres inocentes, bondadosos. Que eran bellos. Y quizás Jimin nunca había visto uno.
Pero aquel aquel niño que le había regalado algo tan rico como lo era un dulce, ese que lo había defendido de las personas malas, ese que incluso jugó con sus pequeñas manitos.

Favorite Hero  (yaoi) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora