Capitulo 3

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CAPITULO 3

Algunos días habían pasado desde la visita del joven Callum Elphinstone, y Nigel aún no le decía a su hijo sobre el interés que el varón tenía en conocerlo. Desde aquel desagradable percance con Kirian Erskine, el interés de Elliot por los varones se vino a la baja. En mas de una ocasión, el joven le había dejado mas que claro que no entraba entre sus planes casarse, prefiriendo mudarse a un *monasterio como su hermano Ulan, dos años menor, antes de verse encadenado con algún hombre que le doblara la edad y lo sometiera a sus creencias y costumbres.

Como padre, Nigel le preocupaba el bienestar de sus hijos, inculcándole junto a su fallecido esposo, buenos valores y creencias, educándolos de la mejor manera posible. En ningún momento obligó a ninguno a hacer algo que no deseara y aceptaba las decisiones de cada uno. Aun cuando Ulan, su hijo mayor, tomara la decisión de unirse a un monasterio para llevar una vida religiosa, Nigel tomó la noticia de la mejor manera, a pesar de que creyera que era un desperdicio que un muchacho tan joven y apuesto como su hijo, pasara su vida entre rezos y ayunos.
De igual manera apoyaba a Elliot y su decisión por no casarse, tomando hasta con risa la forma en la que el joven rechazaba una y otra vez a cada uno de sus pretendientes. El ultimo había sido un muchacho de buena familia de alfahareros del pueblo de <Sen>, dos años menor que Elliot pero no por eso menos caballeroso y apuesto a ojos de cualquier doncel. El pobre varón solo hizo el viaje en balde, pues su hijo apenas si le dedico cinco minutos de su tiempo y solo para decirle que no estaba interesado en ser cortejado. Nigel intuía que eso mismo le pasaría a Callum Elphinstone. Había intentado ahorrarle al joven varón la pena y humillación de ser rechazado, pero este había insistido, y con las deudas que tenía con el joven y las cuales le pisaban los talones, no tuvo otra opción mas que aceptar.

—Elliot, hijo, ¿puedo pasar?— Tras pensárselo, Nigel finalmente se había decidido a ir hasta la habitación de su hijo e informarle que dentro de algunos días, tendría una visita de cortejo.

—Claro padre, entra. — Dejando sobre la cama el libro que leía, el rubio alzó la mirada, viendo como su padre entraba y se sentaba sobre la cama, justo a su lado, no sin antes darle un cariñoso beso en la mejilla.

— ¿Leyendo los últimos libros que Aiden te prestó?—Preguntó al ver el libro junto a su hijo, y los tres mas que había sobre la cama.

—Si, son sus cuatro nuevos favoritos y me dijo que tenía que leerlos. Cada vez que su hermano viaja, yo también salgo beneficiado. — Riendo un poco. Era bien sabido lo mucho que Keegan Lovat consentía a su hermano menor, Aiden, cumpliéndole hasta el menor capricho. Para muchos Aiden Lovat podía ser un chico egocéntrico y presumido gracias a la buena posición económica que su familia tenía, pero para Elliot era un chico dulce que se había convertido en su mejor amigo. No negaría que los primeros encuentros con el menor de los Lovat fueran un desastre, pero una vez que se conocía a Aiden y se traspasaba esa fachada de niño mimado, se podía encontrar a un fabuloso y cariñoso joven.

—Cuatro libros mas para esa enorme colección que Aiden tiene. —Comentó con una risita. Si su hijo y el joven Lovat tenían algo en común, eso era su amor por la lectura. Meses atrás, la habitación de Elliot parecía mas una biblioteca por los libros que tenía en las todas las repisas y gran parte de los muebles, pero después del robo, ningún libro se salvó de la avaricia de aquellos desdichados ladrones.

— ¿Y que tal te fue en tu visita al banco?— Al notar que su padre se quedaba callado y acariciando los libros que había en la cama, Elliot intentó colocar un pensamiento distinto en la cabeza de su padre. No era difícil saber que estaba pensando en todo lo que esos ladrones se habían llevado esa noche. Perder sus libros había sido mas doloroso que perder las pocas joyas que tenía en su pequeño alhajero, y el cual había sido un regalo de su padre por su cumpleaños número 13. Había estado triste por días, viendo con melancolía todas las repisas vacías, no solo de libros, sino de cualquier objeto de valor, y sola la promesa de su padre de que pronto volvería a comprarle todos los libros que había perdido, lo hizo sonreír. Sin embargo ya había pasado mucho tiempo y sus repisas seguían vacías, a excepción de uno que otro libro que Aiden le regalaba. Entendía que el dinero no estaba fluyendo como debería, y que los gastos de toda la casa debían reducirse un poco cada mes. Ponerse caprichoso no era una opción, y si su padre podía hacer sacrificios, él también los haría.

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⏰ Última actualización: Jun 24, 2017 ⏰

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