Decir que Kenjiro Minami estaba nervioso era poco. Angustiado y aterrado sería más apropiado, e incluso dichas descripciones se quedaban cortas para describir su estado de ánimo.
Se contuvo de llorar cuando su nombre salió seleccionado en la cosecha de su distrito. Tampoco lloró al despedirse de su familia, aún si el nudo en su garganta le dificultaba hablar y la opresión en el pecho casi lo asfixiaba, cuando les prometió que ganaría y regresaría con ellos. No fue sino hasta su viaje al Capitolio que se permitió desahogarse. Lloró durante todo el camino.
Sus primeros días ahí le resultaron más bien surreales, como si fuera alguien más lidiando con todo aquello en lugar de él. Fue presentado a su equipo de asistentes personales, a su mentora, y de pronto se encontró siendo exhibido como la novedad que era, aclamado por una gran multitud de desconocidos a los que tenía que sonreír y con los que debía mostrarse lo más simpático posible y siempre enfatizar en lo orgulloso que estaba de representar a su distrito, todo mientras usaba un traje incómodo, pero elegante y ridículamente llamativo. Esa fue la primera vez que pensó seriamente en escapar.
La segunda vino durante el desfile. Si bien le resultó relativamente más fácil dejarse llevar y disfrutar de la atención, no quitaba el sentimiento de incomodidad, aunque pronto todo eso quedó de lado cuando la gente comenzó a vitorear con más entusiasmo al tributo que venía tras él. Instintivamente, se giró para contemplarlo y la imagen le robó el aliento.
Un joven de cabellos obscuros saludaba a los espectadores lleno de confianza, como si se tratara de un tranquilo paseo en lugar de que los estuvieran exhibiendo y sobre todo, como si no temiera a las llamas que lo envolvían. Cuando lo reconoce, apenas puede contener su sorpresa.
A pesar no haber hablando nunca con Yuuri Katsuki, sí que ha escuchado comentarios acerca de él desde que llegaron al Capitolio. Es el único tributo de los elegidos que se ofreció voluntariamente a ocupar dicho puesto, salvando a otra desafortunada alma, otro chico de su distrito, un tal Viktor Nikiforov según pudo entender, de participar en los juegos. También ha escuchado que carece de mentor, pero que Minako Okukawa, una legendaria ganadora de una competición anterior lo ha tomado bajo su ala, lo que en sí es toda una hazaña dado el desinterés de la mujer en todo lo relacionado a los Juegos del Hambre y lo cual no hace sino enfatizar lo especial que es Yuuri y Minami siente el poderoso deseo de hablarle.
Pronto tendría la oportunidad.
***
El glamour termina para dar paso al periodo de entrenamiento y una vez más, Minami siente que no puede respirar y le tiemblan las piernas. Se siente insignificante entre los tributos mayores y claramente más fuerte que él y piensa que en realidad no tiene ninguna oportunidad contra ellos.
Una zona está destinada al combate cuerpo a cuerpo y la descarta de inmediato. En otro lado una serie de pantallas proyectan imágenes de plantas y animales las cuales no logra identificar, por lo que tampoco se acerca. Un sonido metálico llama su atención. De pronto recuerda lo emocionado que estaba por poder usar una espada.
El primer problema viene cuando trata de sacar una de su lugar. No contaba con que fuera tan pesada, así que tiene que forcejear un poco antes de poder retirarla. El segundo problema se manifiesta cuando al fin la tiene entre sus manos, apenas puede levantarla pero de alguna manera de las ingenia para avanzar hasta uno de los maniquíes que usan durante la práctica. Puede sentir las miradas de los otros sobre él y una nueva ola de nervios lo invade. Trata de verse lo más determinado posible y emplea todas sus fuerzas para levantar el arma y asestar un golpe...
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No hay lugar como el hogar
FanfictionPara Minami, Yuuri representa muchas cosas: Alguien a quien admirar, alguien en quien puede confiar en un lugar desconocido rodeado de gente desconocida y una fuente de apoyo y de consejos. Representa la calma en noches repletas de pesadillas y que...