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Miré por la ventana del avión y vi como se alejaba mi vida, todo lo que conocía, lo que había vivido, las personas que me importaban, mis tormentos, todo... Era un nuevo comienzo, y eso me alegraba.

— Déjalo todo atrás y dale una oportunidad a la vida. — dije recordando las palabras de Travis.

Estábamos en el lago al que siempre íbamos, esta era mi última noche aquí y debía pasarla donde empezó todo.

— Me alegro tanto, no sabes la de veces que me castigaron por obligar a los padres que venían a que te adoptaran. — dijo Travis riendo.

Estás loco. — respondí negando con la cabeza y riendo.

Las horas pasaban y los dos observábamos el lento movimiento de las nubes sin decir ni una palabra, sin que el silencio estorbara.

Déjalo todo atrás y dale una oportunidad a la vida. — dijo rompiendo el silencio. Y seguidamente se giró para mirarme. Prométemelo.

Sí, lo prometo. — contesté para quitar su preocupación. —Prométeme que aguantarás un año sin mi, hasta que vuelva a sacaros de aquí.

Ya sabes que puedo vivir perfectamente sin ti. — contestó con aire burlón mientras se levantaba.

Ya lo veremos. El último le cortará el pelo a la señora Ogro. — pronuncié las últimas palabras al mismo tiempo que eché a correr.

Sonreí al recordar la noche de ayer y me coloqué mis cascos dejando que el Rock inundara mis oídos.

El aeropuerto estaba lleno de gente pesada que gritaba y empujaba.

— Te juro que como me des otro codazo te mataré y venderé tus órganos. — le susurré al oído al niño que me estaba destruyendo las costillas, a lo que el respondió llorando y corriendo hacia su madre, que al instante me miró con cara de asco.

Sorry not sorry, yo no hago distinción de edades cuando se trata de que alguien me está molestando.

Después de recoger mi maleta me puse a caminar en la misma dirección que todo el mundo, no sabía a donde ir, así que era lo único que podía hacer.
Acabe siguiendo a una familia, lo bueno es que pude salir del aeropuerto, y lo malo es que estábamos en el parking y yo estaba delante de su coche como una loca.

— Umm, lo siento. Os he seguido porque no sabía como salir de ese gallinero. Bye y gracias. — le tendí un caramelo del avión a la niña que el padre llevaba en brazos.

Digamos que ya estoy acostumbrada a acabar en situaciones extrañas.

Estaba en el coche con el que parecía ser el chofer de la familia. Vaya, pensaba que vendrían a buscarme ellos.

— Señorita, ya hemos llegado. Puede ir entrando, el señor y la señora Williams la esperan. — dijo parando en frente de una casa parecida a la de las revistas que le robábamos a la señora Ogro.
Crucé el enorme jardín y vi a una pareja que me esperaba en la entrada de la casa.

— Cariño, que bien que ya estés aquí. — la mujer se abalanzó sobre mí y me llenó de besos. —Estás hermosa.

— Bienvenida a casa, Jael. — el hombre me dio un abrazo. — ¿Qué tal el vuelo?

— Gracias por esto, señores Williams. El vuelo ha estado muy bien. — contesté recordando al bebé que no paraba de llorar y al viejito que me contó toda su vida.

— Oh, no nos llames así. Nos puedes llamar papá y mamá, cuando estés lista, claro. — me dijo la mujer empujándome al interior de la casa.

Hold OnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora