Capítulo 2: Sin balas.

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A veces las grandes amistades pueden provenir de diferentes lugares, ya sea en lugares aglomerados o en lo más recóndito del lugar. Un Brooks nunca abandona ni olvida lo que el ajeno hizo por ellos, o lo que tiene en su contra. Si eres inteligente, tratarás de ser lo positivo del asunto, y si quieres pelea, debes estar preparado para lo que venga.

Tener buena memoria no te garantiza un lugar en la familia, sólo el hecho de que sepas lo que nosotros somos capaces de hacer es más que suficiente.


Oliver A. Jones, tantos nombres y tantos apodos salían de la boca de sus compañeros de trabajo en una pequeña tienda de insumos en el norte del país, donde residía junto con su padre y sus tres hermanas, unas mayores y la menor que apenas y podía gatear con sus pequeñas extremidades, la verdad se podría considerar delito no tener algo de ternura por aquella criatura, a Oliver le encantaban los bebés.

Las veces en las que Oliver salía de trabajar y se encontraba con algunos amigos fuera del local era un día que celebrar, pocas veces éste podía estar en alguna parte con el trío de acompañantes que, si bien se veían casi todos los días, los horarios a veces diferenciaban a la hora de terminar con su labor, dependiendo de lo que el jefe mayor haya considerado eficaz para el avance de su negocio.

Sus tardes de entretenimiento no eran más que ir a pasear a lugares que no hayan visitado aún, o a subir a la cima del punto más alto de la ciudad para admirar la hermosa vista de ésta en la noche, a veces llegando a quedarse a dormir en el suelo del mismo.

Lo que muchos no sabían era el verdadero problema que escondía detrás de esa piel, de esa personalidad tan tranquila y a la vez divertida, lo que en verdad parecía que nunca presenciarían en lo que quedaba de sus vidas.

O tal vez estaban un poco equivocados al respecto. . .

Una mañana en la que varios empleados estaban yendo de sus casas más temprano de lo que hubiesen querido, tal vez podría ser coincidencia pero ya sería depasiada por ello, Oliver estaba desmañanado por pasar el resto de la noche corriendo entre los árboles porque un perro se había llevado parte de su ropa debido a un reto que formularon los secuaces que tenía. Tal vez le hubiera servido disimular el enojo que tenía consigo a causa de ello o de la tremenda migraña que se cargaba, tenía miedo que algo pasase.

Y tal cual, el jefe mandó a traerlo con uno de los gerentes del local, no sabía el por qué, pero estaba sintiendo una vibra extraña en su cuerpo, como si cualquier acción o palabra le causara una explosión interior. Por si fuese poco, unos días atrás había tenido una disputa con uno de los que consideraba su mejor amigo, el cuál le timó y utilizó sólo para llegar a conseguir una pareja que ni siquiera valía la pena. La amistad se había vuelto difícil hoy en día y tal vez no podría encontrar ayuda en esto.

—Jones, tome asiento, tal vez sea la última vez que pueda hacerlo.

Al escuchar esas palabras sólo pudo deducir algo, algo que en verdad estaba pasando y que tal vez sólo le causaría una batalla por librar en su mente y cuerpo. Despido.

La típica excusa: recorte de personal. Pero sabía que no sólo era eso, su rendimiento no había sido tan bueno últimamente, pero no fue eso lo que le hizo explotar. El hecho no era pensar de que su familia tenía necesidades grandes, sino que la forma en que aquel hombre tan prepotente hablaba parecía querer provocar pelea en donde quiera, pero sabía que no podrían hacer nada.

Lo que no contaba, es que una mínima ofensa a la integridad de Oliver le hizo terminar con su vida. Tal vez hubiese preferido quedarse callado.

Un pequeño segundo de cordura hubiese bastado para que unas tijeras puntiagudas no terminaran en la cabeza de aquel hombre, terminando con su vida instantáneamente. Oliver fue el responsable de aquello, aunque tampoco es que tuviera noción de lo que hizo.

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