- Es una pena que hayas decido tomar esta decisión, Lucas. - Angélica me daba una de esas muecas de decepción.
- Lo siento, sé que es decepcionante. Mira, no puedo seguir aquí. Necesito buscar lo que me llena, ¿lo entiendes?.
- Por supuesto, yo misma he intentado instruirte. - de su boca salió un suspiro melancólico, tal vez recordando. - Sólo... Supongo que nada dura para siempre.
- Lo dices como si quisiera abandonarte, sabes que estaré siempre para ti. - dije seguido de un abrazo. ¿Por qué sentía este hueco en mi estómago?
- Adiós, Lucas. - Sentenció.
- Adiós, Angie.
Cerré la puerta de su despacho y salí más liviano del local.
Angélica había reemplazado el vacío que había dejado mi mamá. Tanto tiempo había pasado sin verla, pero me era difícil. No era justo. Tampoco para papá había sido fácil, ni para tía Cristina, pero el mundo no se detendría y yo seguía sintiéndome vacío por dentro.
•°•°•°•
Mi último turno terminaba en media hora. Limpiaría un par de mesas y dejaría el desolado lugar de comida rápida. De repente todo se me hacía tan triste y solitario. No fue sino hace un mes que recién cumplía la mayoría de edad. Debería estar haciendo algo con mi vida.
El ruido de la puerta abriéndose se hizo agudo en mi cabeza. Levanté la vista de la caja.
Elizabeth estaba aquí de nuevo, por tercera vez esta semana. Estaba con Estella, Adrián y Samuel. Estella estaba haciendo un buen trabajo, aunque eso era trampa.
Elizabeth tenía esa sonrisa tan dulce, y esas pecas moteadas que la hacían ver como una niña de quince. Me gusta tanto. Pero eso no detiene a Estella para torturarme, cada lunes, y ahora no era solamente entre risas de amigos. Esto era guerra.
- Yo los atiendo. - patricia se me adelantó, esto no podría ser bueno.
Tras una discusión entre Estella y Patricia sobre quién tenía poder sobre mí - a Estella le encantaba sacar la furia de Patricia - al fin habían hecho el pedido.
Ese par estaban desquiciadas. No podía apartar la vista de la escena. Era tan linda, sus gestos, su voz. Debí parecer un psicópata, puesto que Estella me hizo muecas raras. Entonces dejé de observar.
Mi amiga la desquiciada se acercó a pagar. Venía con malas intenciones, estaba completamente seguro.
- Luke, lindo. - me baboseó la mejilla. Es tan melosa. - Si la sigues perforando con tus ojos, no nos dejarás nada de ella.
- Cállate.- Dije nervioso y un poco avergonzado de que Elizabeth se hubiese dado cuenta de mi acoso visual.
- Mira, no digo que sea imposible eso, - dijo señalándonos al tiempo. - pero debes dejar de intimidarla, ¿quieres? Además, dijo que eras lindo. - sonrió con malicia. Sabía que era mentira.
- Son cincuenta - rodó los ojos seguido de empezar a husmear en su cartera.
- Sólo decía. - me tendió tres billetes. Me dio un rápido abrazo y se fue contoneando sus caderas como ella sabía.
Y así con llegaron, se esfumaron.
Una vez todo cerrado, me dirigí hacia la estación de buses, mientras Patricia se subía una de esas latas aplasta personas, yo esperaba mi uber. Había sido un día pesado, y todavía quedaba una semana para el choque emocional: visitar a mamá. Sí, genial.
•°•°•°•
Lucía
La carta había llegado. Miré mi reloj de pulsera. Ocho en punto de la mañana. Suspiré pesadamente. Hace dos años hubiera sentido ese temblor de manos y vacío en las entrañas; ahora no siento nada. Supongo que papá estará tan orgulloso.
¿Cómo decirle que el "amor de mi vida", ya no lo es más? Suspiro y me tiendo en la cama con el sobre blanco entre las manos.
La abrí, intentando no romperlo del todo. Leí detenidamente las letras pequeñas con serifa que le daban un toque de seriedad y elegancia. Me fije que el papel era bastante grueso, tal vez opalina. Todo esto para evitar leer lo que me suponía.
Mis ojos se estancaron en una palabra: aceptada.
No necesité más. Dejé la carta a un lado de la mesa y me eché sobre el vidrio.
Desperté con el grito de mamá, me había dormido sobre la mesa. ¿Me estaba regañando? No entendía nada. Tal vez no estaba diciendo nada. La carta ya no estaba sobre la mesa sino en sus manos. Ah, eso lo explicaba.
– Sí, te digo que la aceptaron... – hablaba por su samsung transparente con el que suponía era mi papá. – Sí, linda no te había podido llamar antes... – o tal vez no.
– Mamá, tu tono de voz sobrepasa mi subconsciente. – dije ronca y cansada. Ella salió de la cocina, pero aún la escuchaba parlotear.
Me estiré intentando desentumecer mis extremidades. Era hora del almuerzo. Yolanda estaba haciendo lo que parecía pollo con algo raro. Lo de siempre. Me levanté con un saludo de su parte. Estaba tan cansada que sólo atiné a sonreír y seguir caminando.
Este sería un día largo. Mi teléfono sonó. ¿Dónde estaba ahora? Subí a mi habitación. No estaba bajo mi almohada. Rayos, tampoco bajo la cama o en mi bolso. Ajá, sobre el felpudo colchón de Juno.
– ¿Adrián? – eugh, estaba baboso. Asco, asco. Lo limpié con rapidez, tapando la voz de mi mejor amigo al otro lado. – ¿Cómo dijiste?
– Aceptado, ¿lo puedes creer? – dijo demasiado emocionado. No me sorprende, si ya le habían dado dos aceptaciones antes, ¿por qué sería esta la excepción? – Luci, vamos a ir de compras a París, como lo hace las chicas nice.
– Claro, sí. Adrián, ¿cómo sabes que fui aceptad? – Mamá, mamá. No hay más respuesta.
– Según sé, bombón, tu mamá le contó a tu madrina medio famosa – Cristina, sí. – y luego ella le comentó a tu casi primo, – siguió intentando recordar su nombre – ¿Lucas? Bueno y él se lo dijo a Estella, ella a Sami y Sami a mí.
– ¿Samuel lo sabe? – Alcé demasiado mi tono de voz. – ¿Y qué dijo? ¿Por qué te lo dijo?
– Calma neni, espera... – sonó un ruido extraño, y continuó. – Pues, sólo dijo que habían sido enviadas las cartas, me preguntó si yo había sido aceptado, le dije que sí. Luego iba a llamarte y me dijo que le habían dicho que tú sí. Todo por whatsapp, obvio.
– Sí. Adri... – el bostezo mañanero me interrumpió, dando a entender mi cansancio. – Nene, amo hablar contigo, lo sabes, lo sé, todos lo sabemos, pero...
– Sí, ajá, tu sueño de belleza. – Otra vez sonidos raros. – Linda te dejo, más tarde te hablo sobre el chisme de tu casi primo, adiós amore. – Y colgó.
¿Chisme de Luke? ¿Y a mí eso de qué me servía? Aunque admito que me daba curiosidad. Desde lo del diciembre de hace cinco años nos daba vergüenza hablar entre nosotros, así que nos ignoramos en esas raras reuniones "familiares" que son más familia suya que mía.
Bostecé de nuevo mientras mi vista se volvía pesada.
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Zapatillas en el aire. [ZR2]
Teen FictionLuke acaba de cumplir sus 18 y siente que ha desperdiciado su adolescencia. Lucía no sabe cómo decirle a su padre que una agencia la ha escogido para una participación de baile fuera del país. Todo podría cambiar después de aquella reunión familiar...