0. Las señales en los campos de maíz

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Oikawa, en el futuro, es una persona de pocas inseguridades. Es observador, trabajador y obsesivo. Sus inseguridades las corta desde la raíz con una gran medida de perseverancia y astucia. Todo gracias, probablemente a las tantas perlas de sabiduría que le daba su padre. La más importante siendo: Tu decides tu propio destino.

Por alguna razón esa fue la que más se le quedó; le dio una seguridad tremenda que poco a poco fue cultivando. Primero en la escuela, sus calificaciones y sus amigos. Luego fue el voleibol.

No nació siendo bueno, ni si quiera nació amándolo, pero desde el día que tomó un balón Mikasa y lo alzó al aire, no había querido nada más. Él jugaría hasta ser el mejor o morir en el intento. La satisfacción de un servicio perfecto, de conectar exitosamente una jugada complicada, de leer correctamente al equipo frente a él... esa satisfacción no podía ser comparada a nada. Aunque ver el brillo de orgullo en los ojos de sus padres era un plus.

Por lo contrario, todo lo que estaba fuera de su control era insoportable. Y cada que algo no salía bien, Tooru odiaba decir shoganai, como todos los demás. "No se pudo evitar." El no podía ser de esas personas que dejaban que las cosas pasaran y ya.

Mucho menos algo como su destino.

Es decir... La persona con la que pasaría el resto de su vida no sería determinada por ningún examen ni carta ni nadie. Ni siquiera el universo podría dictaminar algo de esa manera sin que él tuviera la última palabra.

Oikawa podía aceptar que su cuerpo reaccionara a otros cuerpos; el se sentía atraído por tanto hombres y mujeres desde que era muy pequeño. El aleteo en su estomago, la adrenalina en sus venas, la ligereza en sus pies y hasta el aliento contenido del primer contacto, todas esas emociones las amaba, incluso; para conocer al mundo claramente su herramienta de observación era él mismo. Y para él, sentirse atraído por otros era algo natural, especialmente cuando los demás también eran atraídos a él. No era su ADN; era un tire y afloje, palabras medidas, experiencias sensoriales, confianza construída durante años.

No era el destino que se enamorara se Iwaizumi, por ejemplo.

Iwaizumi llegó con sus bichos y sus curitas y ojos verdes que entendían todo. Fue su mejor amigo en la primaria, su compañero de clases, su mano derecha y as en el voleibol desde que los dos se voleaban el balón cuando tenían once. Iwaizumi fue su confidente y hombro confiable, una roca estable y responsable cuando el no. Fue su primer sueño erótico y su primer corazón roto (aunque no a consciencia).

Tampoco era el destino que su más grande rival fuera Shiratorizawa. Si entendías las leyes de la física era sólo cuestión de tiempo que una fuerza como la de Oikawa e Iwaizumi en Kitagawa Daiichi fuera opuestas por la fuerza que poseía Ushijima Wakatoshi en Shiratorizawa.

Cuando perdieron por segunda vez a Shiratorizawa en el torneo inter-secundarias de Miyagi, Oikawa miró a Ushijima a los ojos y prometió vencerlo si fuera lo último que hiciera. Practicaría el doble, estudiaría partidos y estrategias sin parar, aumentaría su repertorio de movimientos... lo que sea. Los ojos verdes de Iwaizumi reflejaban sus sentimientos. Al otro lado de la cancha, unos ojos oscuros estaban llenos de asombro y anticipación.

Ushijima le haría contra toda su vida, estaba seguro. Pero no por el destino; sino porque Ushijima y él eran atletas de alto rendimiento, obsesivos y testarudos, y lamentablemente parte de la misma prefectura.

Si veía al mundo de esta manera, objetivamente, nada quedaba en manos del mentado "destino".

Aunque...

Hoy en día, hay dos cosas que le hacen frente a su teoría: la posibilidad de la existencia de Dios y la existencia de la ubicación social de acuerdo a su biología secundaría.

Un día Iwaizumi cumplió diecisiete y recibió una carta del gobierno. Se la da a Oikawa. El castaño frunce el ceño y se la regresa.

-No es importante. Ya te dije mil veces Iwa-chan que esa carta no importa nada para mi.

Iwaizumi la esconde en uno de sus diccionarios de inglés y le dice a Oikawa que no la va a abrir hasta que él reciba la suya. Oikawa lo abraza fuerte, y el de cabellos negros suspira tranquilemte sobre su cabellera castaña.

-Entonces no me abrazes tan fuerte...

Oikawa se rehusa a sentirse nervioso o inquieto. Sin importar la carta o la sociedad o su ADN, los sentimientos que tiene por Iwaizumi, es más, los sentimientos que tiene por Ushijima, escondidos y olvidados en lo más dentro de su ser, son la creación de su cuerpo y su mente. Todo esto ha sido por su mano. Se rehusa a creer que sea lo contrario, y mientras el universo se mantenga callado y Oikawa siga gritando, él sigue ganando, y el universo no le dice lo contrario.

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⏰ Última actualización: Jun 29, 2017 ⏰

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Los aliens versus el silencio del universoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora