Incliné mi cabeza hacia atrás estando echada en el sillón, dejándome llevar por mi imaginación. Estaban todos riendo viendo una película de comedia. Éramos mi novio Zalvus, cuatro de sus amigos y yo. La película era interesante pero no tanto como mis pensamientos, mis recuerdos, mi mente. Ellos hacían comentarios graciosos, o eso creo, porque reían muchísimo, o simplemente estaban muy drogados, había sido una noche de excesos, alcohol, comida, drogas. Siempre me sentí cómoda con ellos, era la única mujer, todos ellos eran mayores que yo y eso me sentaba genial. Durante la noche surgieron preguntas típicas sexuales, yo no comenté sobre eso, me limitaba solamente a reír de vez en cuando, si cazaba alguna frase. Irab estaba a mi lado comentando cómo a sus 13 años de edad había comenzado a masturbarse. De pronto, todos hablaron sobre su primera vez en el tema. Respiré hondo, no tenía ganas de pararme pero tuve que levantarme para ir al baño. Caminé torpemente hasta atravesar la cocina y llegar al pasillo, a la derecha estaba el lavamanos. Entré y me miré al espejo, se escuchaban las risas a lo lejos y en mi cabeza, una voz, la de siempre, la que me repetía una y otra vez que este no era mi mundo y lo sabía muy bien. No debía estar en otro plano, sino en otro país, haciendo mi vida completamente sola y viviendo de lo que siempre había soñado. Pero no descartaba la idea de que estaba muy bien en ese momento, con los chicos y mi bebé zal.
Al volver, todos estaban en silencio, viendo la película. Me senté nuevamente entre mi novio e Irab. En ese momento me sentí un poco extraña, ya no tan a gusto con ellos, quería que todos se fueran, pero a la vez no. Algo no andaba bien, pero no era yo.
- ¿Se fue alguien? – pregunté.
Nadie me respondió, miré a zal y él a mí.
- No, estamos todos. Bebé.
Fue su respuesta. Pero por más que intentara autoconvencerme, la idea de que alguien faltaba estaba carcomiendo mi mente. Sí, faltaba alguien. No sé quién pero no estábamos todos, ¿éramos seis desde un principio? Comencé a irme cada vez más en mi cabeza, estaba incomodándome. Continué mirando hacia todos lados para ver si aparecía alguien. También soy una conspiranóica, por mi mente pasaron cosas como: "cuando me fui al baño vinieron unos black-men y se lo llevaron, borraron la mente de todos incluyéndome a mí que estaba en otra habitación. Pero al estar más iluminada mi percepción, pude darme cuenta de que algo no andaba bien". Zalvus tomó mi mano y todos esos pensamientos desaparecieron. Me perdí en sus ojos marrones mientras preguntaba si estaba bien. De sobra sabía que yo seguía pensando en el sujeto que faltaba y sólo me sonrió. Volteé mi mirada e Irab estaba sonriendo también.
- ¿Cuándo empezó tu gusto por hombres mayores que vos?
Preguntó, aunque sabía que era algo común. De hecho me había enamorado miles de veces de hombres mayores que yo pero nunca había encontrado el inicio, por así decirlo, de estos gustos. Supuse que se había dado como se da todo, cualquier cosa, como cuando te gusta el chocolate, el arroz, las hamburguesas, nunca te preguntas cómo es que comenzó a gustarte, solo se dio. Pero recordé algo que, tal vez estaba mejor oculto.
- Cuando tenía diez.
Respondí y todos se callaron. Nunca le conté a nadie, entonces mi cabeza lo borró. Comencé a relatar.
Mi mamá se había separado de su último marido y estaba en el momento de "despecho", salía con cualquier imbécil que pasara frente a ella. Yo estaba algo cansada de eso, no me gustaba la idea de que haya sujetos en mi casa, guiñándome el ojo mientras sostenían una copa de vino en su mano y con la otra acariciaban mi cabeza, diciendo "buenos días, hija". Yo estaba acostumbrada a reír, dándoles con el gusto, siempre fui esa clase de "gente que quiere hacer sentir bien al otro". Mi mamá se dio cuenta de esto al poco tiempo y decidió detenerlo. Comenzó a buscar una relación seria y dejó de meter hombres a la casa. Se quedó mucho tiempo sola, alrededor de un año.