The hunter.

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En su mente la música sonaba de fondo, aunque en las bocinas la música estaba a todo volumen y aunque aún no habían cumplido las 24 horas desde su llegada a la ciudad y ya se las había ingeniado para encontrar un antro donde comenzar. El lugar estaba oscuro y las bailarinas bailaban al compás de la música mientras que los hombres parecían no haber visto una mujer en sus vidas. El joven cazador con un vaso de whisky en sus manos observaba desde lo lejos a un joven vampiro, un reciente convertido que no había podido dejar de sucumbir ante el deseo y la gula. Sí, porque él sabía que la criatura no solo vería cierto encanto en los cuerpos de las féminas, si no, que las haría su propia cena.

Faltaban veinte minutos para el cierre del local, y aun quedaban hombres bebiendo y encantados con las vistas. Olía a cigarro, alcohol y perfume barato de mujer. Frunció el ceño y bebió lo que quedaba del contenido de su vaso, tenía que prepararse para lo que estaba por venir y cuando cruzo las puertas del antro de mala muerte aquel se dirigió hacia el callejón, justo aquel donde estaba la puerta de salida de las mujeres que se ganan la vida bailando la noche entera. Todo lo que tuvo que hacer fue cambiarse las típicas ropas de calle por su traje de combate, tenía su arco, algunas flechas e incluso algunos cuchillos. No había traído traído arma alguna por el mero placer de hacer de esto algo lento y doloroso.

El joven cazador sabía que aquí no se había roto ninguna ley, ninguna de sus leyes pero de todas formas él sentía ansias y deseo de sangre. De venganza, y cualquier pensamiento de cordura había sido nublado por varios vasos de whisky ingeridos hacía un rato atrás. En el fondo el castaño había cambiado, su esencia era otra, no era un asesino, pero necesitaba serlo, aun podía recordar sus viejas épocas, donde la ira y el dolor eran saciadas con sangre de las criaturas que el mismo cazaba. Para él, estos no eran más que bestias, criaturas que amenazan el bienestar de los seres humanos, no importa que tengan nombre, apellido, que se vean como personas o incluso tengan familias, el cazador estaba dispuesto a cortarle la cabeza al vampiro.

Todo lo que tuvo que hacer fue esperar en la oscuridad, eran las seis de la mañana y el frío invierno de la ciudad hacía que todo fuera más oscuro, frío y sombrío de lo normal. A penas podía respirar, apenas podía sentir, sentía entumecido su pecho y sus sentidos distorsionados, pero tenía una clara visión de lo que era el combate, de cómo cortarle la cabeza a un vampiro o clavarle una flecha en el corazón a una criatura de la noche. Desde el tejado del edificio continuo, con su azulada mirada pudo divisar el cuerpo esbelto de una mujer saliendo por aquella puerta trasera, abrigada y lista para irse a su hogar justo cuando en el inicio del callejón apareció una figura masculina.

Desde la escalera de incendios, Damien bajó con rapidez y agilidad hasta caer justo entre medio de los dos sujetos. El cazador alertó a la mujer de que saliera de allí, que se marchara y la muchacha hizo caso y se fue corriendo ante el aviso del enmascarado esmeralda. El vampiro, joven pero testarudo se sorprendió y se preparó para lo que era una batalla de la cual no podría zafarse. El cazador lo tomó de sus ropas y cuando se acercó pudo divisar mejor el rostro del sujeto, pero sin hacer caso a aquello lo lanzó estrellándolo contra la pared más lejana en el fondo del callejón. Tenía una sonrisa en los labios, lo disfrutaba, disfrutaba del aroma a miedo, de cuando sus presas creían ser tan fuertes como para contraatacarlo y al final a segundos de quitarle la vida, es cuando ellos se daban cuenta de que tal vez se equivocaron y que habían perdido ante su verdugo.

El sujeto no tendría más de unos 25 años, pero a Damien no le importaba, no se fijaba por su edad, su género ni en sus particularidades que los hacían únicos y diferentes. Para el todos ellos eran abominaciones, algo que no debería existir en esta tierra. El cazador uso de su telequinesis para mantener a la criatura con su espalda pegada contra el frío concreto, podía oler ese fétido olor a alcantarilla, esta ciudad siempre le había parecido una gran jungla de metal pero tenía su lado precioso, excepto por estas criaturas, él creía que estas eran capaces de opacar hasta lo más hermoso de una ciudad y es por eso que estaba decidido a erradicar la existencia de estas criaturas en su ciudad natal.

― No me hagas daño, por favor, no iba a hacerle daño lo juro.

― ¿Sabes que es lo gracioso de las criaturas como tú? Siempre juran que no iban a hacerle daño a las personas... ¿Pero sabes qué? Yo si voy a hacerte daño a ti.

Una mirada alarmante apareció en el rostro de desgreñado sujeto, estaba asustado pero tenía cierta chispa salvaje que lo animaba a pelear e intentar salvarse su ejecución. Pero el no iba a salirse de estas, cuando el cazador atrapa a su presa, raramente lo deja vivir, y este no sería uno de esos milagrosos casos. Damien lanzó una flecha a cada punta, cada una de sus extremidades, fueron cuatro, sus dos brazos y sus dos piernas. Era como si quisiera agarrar un papel a la pared, con la diferencia de que estaba haciéndolo con el cuerpo de un sujeto. Este gritó de dolor, cosa que fastidió al joven cazador e hizo que el sacara un cuchillo de entre sus ropas. Tenía una notable sonrisa, y lo que hizo después lo disfruto con sumo placer, lo obligó a abrir su boca, pero no sin antes amansar a la bestia con unos cuantos puñetazos.

Sabía que ese simple cuchillo no iba a poder cortar la cabeza del vampiro que tenía delante de él, pero con un corte justo y la fuerza justa ejercida con su arco en el cuello, se lo quebraría y solo sería cuestión de algo de trabajo para cortar la cabeza. Algo sangriento e imperfecto ya que con un machete podría haber sido más fácil, pero el arquero no era de los que andaba con un machete. De un corte abrió sus ropas, no le importó si cortaba parte de su piel o no, de hecho lo hizo, pero no le importó. Sabía cómo ser minucioso a la hora de hacer un corte, sabía cómo cortar, mutilar y matar, pero esta vez estaba siendo descuidado en una bruma de dolor que no le dejaba actuar con racionalidad.

Cortó el abdomen del sujeto frente a él, trazando una perfecta A en su vientre donde comenzó a brotar sangre de a montones, incluso las manos del cazador se llenaron de ellas, y los ojos azules de este se iluminaron con diversión. Sus guantes negros estaban bañados en color escarlata y el parecía estar jugando un juego de niños donde la diversión nunca acaba. El vampiro había perdido la conciencia, tal vez por el dolor, pero sus heridas sanarían pronto, lo harían porque está en su ADN modificado. Pero aprovechando que este deliraba de dolor, Damien sacó una de las flechas que contenía el carcaj que tenía en su espalda, la misma flecha verde con la que suele atravesar a sus presas, la clavó justo en la mejilla del sujeto, en sus mejillas, atravesando su boca con la afilada punta de flecha. Para él era toda una obra de arte y eso que aun no había terminado.

― Ya dejemos de jugar...

El cazador se había aburrido, de hecho, tan rápido como había aprecio su interés, así de rápido se había ido. Necesitaba más alcohol, necesitaba nublar los sentidos y olvidar. Cortó, le dio el primer corte justo en la garganta del vampiro, cortó varias veces, atravesando cada capa de piel con la afilada hoja de su cuchillo, la sangre brotaba a montones, pero eso no hacía más que alegrar las vistas para el cazador, el sujeto solo agonizaba, tal cual lo habría hecho el día de su transformación, solo que ahora si moriría de verdad. Damien conocía a la perfección la anatomía humana, porque sabía cómo matar, y como hacer un corte limpio. Cortó lo suficiente hasta que dejo caer el ensangrentado cuchillo en el suelo. Tomó su arco con sus dos manos e hizo presión contra el cuello del vampiro, bastó un poco de fuerza para arrancarle la cabeza, ya estaba muerto, incluso cuando Damien se había topado con la última capa de piel de este.

La cabeza fue a dar directo hacia el suelo, salpicó algo de sangre, pero el cazador no fue alcanzado ni si quiera por una gota de la misma, había quedado un escenario magnífico, para él lo era. Acomodó la cabeza justo en el suelo derecha y expectante con sus ojos cerrados. Justo por debajo del que había sido su cuerpo y antes de marcharse desde lejos el castaño observo el tamaño de escena que había armado allí. Con una sonrisa en los labios se marchó de allí, claro que lo único que dejo de su rastro fueron sus flechas, el cuchillo y su arco se fueron con él. Tenía algo de sangre que limpiar y necesitaba un trago por lo que se alejó de ahí corriendo por los tejados.

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⏰ Last updated: Jun 27, 2017 ⏰

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The art of killing.Where stories live. Discover now