CAPÍTULO 9

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La instrucción era clara: Salir del domo. 

El hombre en terno se acercó una vez más, y les dijo: El primero en salir del domo será el único que pase a la siguiente fase, mientras los demás perecerán en el mismo. 10 chicos no pudieron más con sus horripilantes vidas y decidieron acabar con ellas. Aun quedaban 90, de los cuales la mitad ya se habían rendido. Se podría decir que los más entusiastas eran: Seba, Vee, Rob y Ana. Cuando ya eran conscientes de sus poderes y ya podían controlar los mismos, los 4 chicos hicieron de las suyas en Ciudad Esperanza. Aniquilaban a una persona por día, y se comían la carne de la misma al llegar la noche. Eso hicieron hasta que solo quedaban ellos, de 100 a 4, que desastre. 

Sebastián se despertó exasperado, había tenido una pesadilla. Pero lo más raro fue que escuchó una voz dentro de su cabeza que no era Vee, ni la suya, era del hombre en terno. Este le decía: Puedes controlar a Venus. Solo por un día. Aprovéchalo.

Se levantó, y fue a buscarla. Allí estaba ella, tan hermosa como siempre. La miró fijamente, y sintió como si su cerebro se dividiera en dos. Él la quería cerca, ella se acercó a él. Caminaron juntos. No sabía cómo explicarlo, pero ella simplemente hacía todo lo que él decía que haga, como si tuviera dos cuerpos, y por ende dos cerebros. Sabía que no podía perder el tiempo, solo tenía un día. Así que fue a buscar a Anaís, dispuesto a matarla. Llegaron, y Sebastián primero se acercó a Anaís, le estaba hablando cuando en eso entra Venus y le clava un puñal en la espalda a Anaís, se lo clava una y otra vez hasta que la pobre se queda inmóvil. Solo quedaba Roberto, y ya se hacía de noche. Llegaron hasta donde se encontraba Rob, pero esta vez fue Vee quien se acercó hacia él para distraerlo. Sebastián lentamente va de puntillas hasta donde se encontraba su víctima con una enorme piedra en sus brazos dispuesto a asesinarlo. Venus se acerca más a Roberto, cuando Sebastián impacta la enorme roca contra la cabeza de Rob. Estaba muerto, se aseguraron muy bien de que así sea. Perfecto, ahora solo eran ellos dos. 

Seb era consciente de que solo le faltaban unas cuantas horas para que pierda el poder de controlarla. Tenía que decidir rápido. Matarla, o morir él. 

Matarla. 

Llorando, se acerca hasta su tibio rostro y la besa, la besa con una pasión inimaginable, y acto seguido retira el puñal del bolsillo de su amada y se lo clava. Una vez, en el corazón, bastó para que cierre los ojos y nunca más los vuelva a abrir. 

EL SUEÑO DE SEBASTIÁN [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora