Adrián Haynes.
Bien, creo que esto de la universidad no es lo mio ni lo será jamás.
Necesito un descanso, una cerveza y un libro.
Un cerebro, tal vez. Me recalca la vocecita en mi interior, si no fuera por que es mi yo interno..., la hubiese agarrado a patadas.
Camino a un paso acelerado, no se qué es mayor en estos momentos; si el aburrimiento o las tremendas ganas de sexo con la maestra de inglés.
Y, sí, si es una fantasía sexual.
Pero es que esa mujer es capaz de llevarte a la locura, hacerte estremecer en cada paso que da mientras se contonea. Inclusivo, parece una actriz porno.
Y por mí no estaría mal hacerle la película completa.
Pero volviendo a la realidad —muy poco agradable, ya que todos son unos idiotas.— trazo el camino hacia mi auto.
Salgo y la luz intensa del sol me derrite. No literal, pero pronto tal vez si no comienzo a moverme.
Y en mi nube de pensamientos, no me doy cuenta de que he pisado el pie de una chica —realmente no me hubiese dado cuenta si no fuese por el grito tan horroroso y rompe tímpanos que dio— quien comienza a dar saltos en un solo pie.
— Ou, lo siento. — me disculpo y sigo caminando.
Varios me miran estáticos, fríos, congelados, bueno para ser más exacto: como estatuas.
— ¡Boludo! ¿No te vas a disculpar con la chica? — me dice un tipo más enano que yo, bueno, yo no soy enano.
Él sí.
Y eso me provoca una risa enorme.
— Ya lo hice — me limito a decir abriendo la puerta de mi auto.
— Formalmente. — dice con soberbia, todos sus amigos me abuchean.— Como un hombre lo haría.
— Pídele disculpas entonces. — respondo.
— Pero yo no fui el que pisó su delicado y bello pie. — ya lo caché, es de los típicos empalagosos que hablan bonito para follar.— Anda Pibe, sí no quieres que te parta el ojete.
Bien, llevo tres años viviendo en Argentina así que esto no me sorprende en absoluto. Todos contra el Europeo.
Soy un hermoso Ruso hablando español. No se me ha hecho fácil pero según la ciencia, la adaptación es un proceso al que todo ser humano se somete.
Mi padre es el argentino, yo no tengo por que aguantarlos. Algunos son buena gente y no te dicen que te van a partir el ojete por casi todo. En cambio, otros, te dicen hasta que tipo de ruptura será y cuantos puntos de sutura se ocupan.
Pero me niego a perder mi dignidad en el simplón que tengo en frente.
— Deja, es de los que tiene cajeta en vez de pene. — comenta una morena, de brazos y piernas delgadas. Sus ojos son negros y su cabello está en azul, y yo creyendo qué era ridículo.
Su comentario no me enoja, todo lo contrario, me causa mucha gracia. Y cómo quiere probar, le daré una probada. Tiro mi mochila al asiento del copiloto sin fijarme si cae o no, me acerco a ella rápidamente y tomo su mano llevándola a mi entrepierna, hago que la apriete y que vea que mi amigo, tiene más tamaño y grosor que un consolador.
Su rostro tiene una expresión inigualable de sorpresa y la hace quedar muda. Eso me dice todo.
— Claro, tengo vagina. — suelto su mano, no sé si fue muy inteligente ya que su tacto me deja más urgido de lo que ya estaba.
Pero al recordar su rostro, creo que mi pito se vuelve más pequeño.
Me giro sobre mis talones y voy nuevamente hacia mi auto, pero la chica parece estar muy lastimada. ¿Tan pesado soy o está fingiendo?
— ¿Necesitas ayuda? — pregunto.
— La necesito desde que me diste ese pisotón. — masculla con cara de pocos amigos.
Bufo. Tengo una dramática como víctima.
— Deja te ayudo. — digo mientras me camino hacia ella.— no quiero ir preso por maltrato infantil.
— ¿Me estás llamando niña? ¡Idiota! — me insulta. Pero antes de que pueda decir algo más la subo a mis hombros— ¿¡Qué mierdas haces!? ¡Bajame!
Yo como niño obediente la bajo, claro que la bajo..., pero al asiento trasero del auto y me adentro a la parte del piloto. Cerrando todas las puertas con seguro.
— No me digas que me vas a violar — chilla asustada.
Acaricio mis sienes y la miro por el retrovisor serio. Todo menos una histérica loca.
— Te llevaré a un maldito médico, pero si vuelves a mover tu boca te llevaré a un psiquiatra. — enciendo el auto quitándole la vista de encima.
Como por arte de magia cierra su boca y aunque no lo digo, lo agradezco con todo mi corazón.
Con todo mi hipotálamo.
— ¿Cuál es tu nombre? — pregunta.
— ¿No entiendes la parte de quedarte callada? — rápidamente evito de alguna manera responderle.
— ¿Cuál es tu nombre? — vuelve a preguntar.
Entorno mis ojos y aprieto el timón levemente, debo ser paciente. Por lo menos ahora.
— Adrián Haynes.
— ¿Edad?
— 21.
— Estas hiper viejo. — musita.
Freno de golpe para reclamarle pero no fue un acto muy inteligente; se ha estrellado contra el asiento delantero, y no parece responder.
— Oye, como sea que te llames... — muevo su pierna, si la acabo de matar prometo darme un premio como el pendejo más grande a nivel mundial.
¡Se supone que la llevaría al doctor! No a la funeraria.
Pero para mi alivio y el de mi billetera, comienza a quejarse. ¿Qué diablos dice?
— Yo... — se levanta de golpe y tiene un morado en la frente.— ¡YO NO VINE A QUE ME TERMINARAS DE JODER!
Grita lo último y se baja del auto.
Bajo el vidrio del auto y acelero con lentitud siguiendo su paso.
— Adiós.
Acelero dejándole atrás y comienzo a reír. Eso le pasa por inteligente.
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No te enamores de mí.©
Teen FictionNo quiero que te dañes, ni que me hagas daño. Así qué, retira las esperanzas sobre mí, yo no soy de las que creen en el mañana ni seguirán una rutina. Es posible que no quieras follar a las tres mañana; ni que te parezca pasar desvelos sólo para pre...