Llego a casa y encuentro a mis padres, cenando, apenas me ven llegar preguntan al unísono.
-¿Cómo te fue cariño?- no sé cómo explicarles que no conseguí la licencia y les empiezo a contar todo lo sucedido; ellos muestran una expresión facial e sorpresa y nada más atinan a darme comentarios alentadores. Entonces llega mi hermano y dice:
-¿Cómo te fue mocosa?- Desde que tengo uso de razón me llama de esa manera, y cuando se enteró de cuanto detestaba ese apodo, lo empezó a hacer con mayor frecuencia.
-Bien, caramelito- Le respondo entre risas, en menos de cinco segundos empiezo a notar que empieza a incomodarse y pregunta por el postre; festejo internamente porque logré molestarle. Hace poco había encontrado en el chat de su celular la manera cariñosa en la que se comunicaba con su enamorada; todo ese día no paraba de reír porque él aparenta ser un chico muy rudo, fuerte y serio y jamás me lo imagine en esa faceta; creo que el efecto de ese apodo en mi sentido del humor; siempre iba a ayudarme.
-Gracias ma- Me levanto de la mesa y me dirijo a mi cuarto. Mañana será un nuevo día; repito mentalmente y trato de darme ánimos.
Al día siguiente, abro mis ojos lentamente cuando la pantalla de mi celular me alerta que si no me levanto en ese instante voy a llegar tarde a mi clase portugués. Me levanto y me dirijo a la ducha. Mientras me voy bañando, voy recordando cómo empezó todo este amor hacia Nicolás; el famoso futbolista brasileño que con tan solo 22 años estaba empezando a romper todos los récords.
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En ese momento mi imaginación me transporta dos años atrás cuando todos emocionados alentaban a la selección. El mundial de fútbol tenía ese poder de reunir a toda una nación, olvidando por un momento todas las diferencias y uniendo los corazones para lograr esa ansiada copa mundial. Aún recuerdo cuando la vecina Cindy y la doña Paty, dueña de la ferretería alentaban emocionadas a la selección, pasando por alto que en algún momento compartieron al mismo hombre. Particularmente; este tipo de eventos no era de mis favoritos; consideraba que no era para tanta emoción que un grupo de once jóvenes se pasaran noventa minutos en la cancha; solo intentando encajar la pelota en el arco opuesto; hasta que lo vi.
Nicolás salía del auto que los trasladaba hasta el estadio, cada uno intentaba hacerse un camino, ayudado de sus guardias para evitar a los desesperados periodistas, y llegar lo más rápido posible a la concentración. Entraba ahí con su peculiar corte de cabello, su rostro enmarcado por una muy poblada barba y unos ojos verde esmeralda que capturaban la atención de todo aquel que le mire. Su cuerpo atlético mostraba los esfuerzos físicos que él realizaba para encontrarse en forma, y vaya que lo conseguía.
En ese momento olvide todos mis pendientes y me senté a lado del oloroso de mi hermano para compartir ese mágico momento. Empezaron a entrar a la cancha y los goles comenzaron a llegar; era infaltable la participación de Nicolás ya sea como creador de los goles o como el que los defina. Durante toda la competición me iba involucrando más con ese maravilloso deporte, cada noche antes de dormir revisas las crónicas deportivas y conforme me iba enterando de cómo es que maquinaba el mundo del deporte más y más me fui sumergiendo en un ambiente mágico. Ese era mi lugar, así me sentía feliz.
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Termino de bañarme y salgo en busca del atuendo ideal; elijo un pantalón negro que se amoldaba a mi figura y me ayuda a resaltar mi figura; lo acompaño de un polo gris y una casaca jean con algunos detalles; completo el atuendo con una bufanda marrón, me enfundo en los zapatos y salgo de prisa. Cristian, ha prometido llevarme todos los días a la academia y lo está cumpliendo a la perfección; los momentos a su lado están plagas de risas.
-Cris, ¿qué tal?- le saludo con un beso en la mejilla a través de la ventana del carro; él me corresponde el saludó y me apresura porque si no, no lograremos llegar a mis clases y sabiendo lo estricto que es mi profesor, no me dejará pasar si llego un minuto tarde. Llegamos al instituto de idiomas y tomo mi cartera para dirigirme corriendo a mi salón, llego en el preciso momento en el que la campana anuncia el inicio de las clases. Tomó asiento agitada y aprovecho unos cuantos segundos para recuperar el aliento; las clases transcurren normales como cualquier otro día.
Cuando estoy saliendo y dirigiéndome hacia la pista, alguien se atraviesa en mi camino y me impide seguir avanzando; nada por su sombra puedo reconocer quién es y siento que con su mera presencia, ya me incomoda.
-Hola dulzura, ¿Cómo has estado? ¿Me extrañaste? Pff para qué pregunto eso, si es obvio que sí; ¿quién no echaría de menos a un bombón como yo?- Dice mientras me mira de manera insinuante, trato de ignorarlo; pero me sujeta el brazo; intento soltarme pero siento que la presión que él estaba ejerciendo aumenta y comienzo a asustarme. En ese preciso momento aparece Cristian; y puedo que su semblante no predice nada bueno.
-Suéltala, maldito imbécil- Vocifera-¿Acaso no te han enseñado como se trata a una dama? ¿O acaso es necesario que yo te algunas clasecitas, grandulón? Porque si es así, empecemos ahora mismo- Dice mientras se remanga su camisa; temiendo lo que pueda pasar debido a la diferencia de musculatura y tamaño frente a mi mejor amigo; decido lanzarle un rodillazo en sus partes íntimas. Sorprendido por el acto, lo único que atina a hacer es llevar sus manos a ese lugar mientras aprovecho para dirigirme al auto. Cuando veo que Cristian no me está siguiendo, me giro para traerlo arrastrándolo si es posible; para que nos vayamos lo más pronto posible de ese lugar y así la situación no empeore.
Logró convencerle contándole mi plan sobre la venganza contra le grandulón y accede entre carcajadas. Una vez que llegamos al auto ruego que los motores enciendan rápido y nos alejemos raudamente de ese lugar.
Cuando llegamos a casa Cristian, no duda en contarle lo ocurrido a mi hermano; ellos son mejores amigos desde la infancia y en muchas ocasiones se aliaron para jugarme bromas muy pesadas.
Ya en la cena, mi papá se entera de lo ocurrido y muy enojado me dice que si no me sigue molestando, él mismo tomará cartas en el asunto. Ruego porque no sea así; ellos ya tienen muchos problemas para que yo les sume uno más.
Ya en mi habitación, googleando logró encontrar la dirección exacta del grandulón y con ayuda de Cristian logró escapar de casa. Mientras estamos de camino; voy planeando los últimos detalles de la venganza para que ningún detalle, arruine el resultado final. Me acerco a su ventana con cuidado de no hacer ruido y así levantar sospechas, cuando tropiezo con unas piedras. Maldigo mentalmente y ruego porque el grandulón no se haya dado cuenta. Cuando estoy a unos pasos de la casa me doy cuenta que las luces de los que aparenta ser el comedor están prendidas. -Qué raro, ¿A quién se le ocurrirá reunirse con amigos en el comedor? Definitivamente este tipo está loco- me digo a mí misma.
A través del juego de sombras que emiten las luces en las cortinas puedo darme cuenta que otros dos hombres, de su misma contextura; están enojados por algo que no logró oír bien. Tengo un mal presentimiento, pero decido seguir con el plan.
Acerco mi cabeza a la ventana cuando notó que las luces se apagan y alguien toca mi hombro...
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Tun tun tuuuuuun *sí, es música de terror*
¿Quién será el que tocó el hombro? ¿Qué creen que vaya a pasar con Sammy?¿Suponen que nuestra protagonista esté corriendo peligro?
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Never Ending Love
Ficção AdolescenteSamantha, radiante, llena de vida; una chica que al igual que muchas soñaba con conocer el amor verdadero, de esos que solo en lo más remoto de tus sueños puedes imaginar, pero las cosas no siempre suceden como lo planea una, ¿verdad? Pocas histo...