Capítulo 2

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Llego a casa y encuentro a mis padres, cenando, apenas me ven llegar preguntan al unísono.

-¿Cómo te fue cariño?- no sé cómo explicarles que no conseguí la licencia y les empiezo a contar todo lo sucedido; ellos muestran una expresión facial e sorpresa y nada más atinan a darme comentarios alentadores. Entonces llega mi hermano y dice:

-¿Cómo te fue mocosa?- Desde que tengo uso de razón me llama de esa manera, y cuando se enteró de cuanto detestaba ese apodo, lo empezó a hacer con mayor frecuencia.

-Bien, caramelito- Le respondo entre risas, en menos de cinco segundos empiezo a notar que empieza a incomodarse y pregunta por el postre; festejo internamente porque logré molestarle. Hace poco había encontrado en el chat de su celular la manera cariñosa en la que se comunicaba con su enamorada; todo ese día no paraba de reír porque él aparenta ser un chico muy rudo, fuerte y serio y jamás me lo imagine en esa faceta; creo que el efecto de ese apodo en mi sentido del humor; siempre iba a ayudarme.

-Gracias ma- Me levanto de la mesa y me dirijo a mi cuarto. Mañana será un nuevo día; repito mentalmente y trato de darme ánimos.

Al día siguiente, abro mis ojos lentamente cuando la pantalla de mi celular me alerta que si no me levanto en ese instante voy a llegar tarde a mi clase portugués. Me levanto y me dirijo a la ducha. Mientras me voy bañando, voy recordando cómo empezó todo este amor hacia Nicolás; el famoso futbolista brasileño que con tan solo 22 años estaba empezando a romper todos los récords.

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En ese momento mi imaginación me transporta dos años atrás cuando todos emocionados alentaban a la selección. El mundial de fútbol tenía ese poder de reunir a toda una nación, olvidando por un momento todas las diferencias y uniendo los corazones para lograr esa ansiada copa mundial. Aún recuerdo cuando la vecina Cindy y la doña Paty, dueña de la ferretería alentaban emocionadas a la selección, pasando por alto que en algún momento compartieron al mismo hombre. Particularmente; este tipo de eventos no era de mis favoritos; consideraba que no era para tanta emoción que un grupo de once jóvenes se pasaran noventa minutos en la cancha; solo intentando encajar la pelota en el arco opuesto; hasta que lo vi.

Nicolás salía del auto que los trasladaba hasta el estadio, cada uno intentaba hacerse un camino, ayudado de sus guardias para evitar a los desesperados periodistas, y llegar lo más rápido posible a la concentración. Entraba ahí con su peculiar corte de cabello, su rostro enmarcado por una muy poblada barba y unos ojos verde esmeralda que capturaban la atención de todo aquel que le mire. Su cuerpo atlético mostraba los esfuerzos físicos que él realizaba para encontrarse en forma, y vaya que lo conseguía.

En ese momento olvide todos mis pendientes y me senté a lado del oloroso de mi hermano para compartir ese mágico momento. Empezaron a entrar a la cancha y los goles comenzaron a llegar; era infaltable la participación de Nicolás ya sea como creador de los goles o como el que los defina. Durante toda la competición me iba involucrando más con ese maravilloso deporte, cada noche antes de dormir revisas las crónicas deportivas y conforme me iba enterando de cómo es que maquinaba el mundo del deporte más y más me fui sumergiendo en un ambiente mágico. Ese era mi lugar, así me sentía feliz.

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Termino de bañarme y salgo en busca del atuendo ideal; elijo un pantalón negro que se amoldaba a mi figura y me ayuda a resaltar mi figura; lo acompaño de un polo gris y una casaca jean con algunos detalles; completo el atuendo con una bufanda marrón, me enfundo en los zapatos y salgo de prisa. Cristian, ha prometido llevarme todos los días a la academia y lo está cumpliendo a la perfección; los momentos a su lado están plagas de risas.

-Cris, ¿qué tal?- le saludo con un beso en la mejilla a través de la ventana del carro; él me corresponde el saludó y me apresura porque si no, no lograremos llegar a mis clases y sabiendo lo estricto que es mi profesor, no me dejará pasar si llego un minuto tarde. Llegamos al instituto de idiomas y tomo mi cartera para dirigirme corriendo a mi salón, llego en el preciso momento en el que la campana anuncia el inicio de las clases. Tomó asiento agitada y aprovecho unos cuantos segundos para recuperar el aliento; las clases transcurren normales como cualquier otro día.

Cuando estoy saliendo y dirigiéndome hacia la pista, alguien se atraviesa en mi camino y me impide seguir avanzando; nada por su sombra puedo reconocer quién es y siento que con su mera presencia, ya me incomoda.

-Hola dulzura, ¿Cómo has estado? ¿Me extrañaste? Pff para qué pregunto eso, si es obvio que sí; ¿quién no echaría de menos a un bombón como yo?- Dice mientras me mira de manera insinuante, trato de ignorarlo; pero me sujeta el brazo; intento soltarme pero siento que la presión que él estaba ejerciendo aumenta y comienzo a asustarme. En ese preciso momento aparece Cristian; y puedo que su semblante no predice nada bueno.

-Suéltala, maldito imbécil- Vocifera-¿Acaso no te han enseñado como se trata a una dama? ¿O acaso es necesario que yo te algunas clasecitas, grandulón? Porque si es así, empecemos ahora mismo- Dice mientras se remanga su camisa; temiendo lo que pueda pasar debido a la diferencia de musculatura y tamaño frente a mi mejor amigo; decido lanzarle un rodillazo en sus partes íntimas. Sorprendido por el acto, lo único que atina a hacer es llevar sus manos a ese lugar mientras aprovecho para dirigirme al auto. Cuando veo que Cristian no me está siguiendo, me giro para traerlo arrastrándolo si es posible; para que nos vayamos lo más pronto posible de ese lugar y así la situación no empeore.

Logró convencerle contándole mi plan sobre la venganza contra le grandulón y accede entre carcajadas. Una vez que llegamos al auto ruego que los motores enciendan rápido y nos alejemos raudamente de ese lugar.

Cuando llegamos a casa Cristian, no duda en contarle lo ocurrido a mi hermano; ellos son mejores amigos desde la infancia y en muchas ocasiones se aliaron para jugarme bromas muy pesadas.

Ya en la cena, mi papá se entera de lo ocurrido y muy enojado me dice que si no me sigue molestando, él mismo tomará cartas en el asunto. Ruego porque no sea así; ellos ya tienen muchos problemas para que yo les sume uno más.

Ya en mi habitación, googleando logró encontrar la dirección exacta del grandulón y con ayuda de Cristian logró escapar de casa. Mientras estamos de camino; voy planeando los últimos detalles de la venganza para que ningún detalle, arruine el resultado final. Me acerco a su ventana con cuidado de no hacer ruido y así levantar sospechas, cuando tropiezo con unas piedras. Maldigo mentalmente y ruego porque el grandulón no se haya dado cuenta. Cuando estoy a unos pasos de la casa me doy cuenta que las luces de los que aparenta ser el comedor están prendidas. -Qué raro, ¿A quién se le ocurrirá reunirse con amigos en el comedor? Definitivamente este tipo está loco- me digo a mí misma.

A través del juego de sombras que emiten las luces en las cortinas puedo darme cuenta que otros dos hombres, de su misma contextura; están enojados por algo que no logró oír bien. Tengo un mal presentimiento, pero decido seguir con el plan.

Acerco mi cabeza a la ventana cuando notó que las luces se apagan y alguien toca mi hombro...

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Tun tun tuuuuuun *sí, es música de terror*

¿Quién será el que tocó el hombro? ¿Qué creen que vaya a pasar con Sammy?¿Suponen que nuestra protagonista esté corriendo peligro?

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⏰ Última actualización: Jun 29, 2017 ⏰

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