Day 4: Memento Mori

370 58 8
                                    

Dar una retrospectiva de la vida es una de las peores cualidades de la muerte. Cuando podrías estar pensando en las bellezas de las que disfrutaste, en los buenos momentos, y en aquellos que tal vez no fueron tan buenos de inmediato pero de los que algo positivo surgió; piensas en las tonterías que hiciste y las que no.

La muerte es una pésima anfitriona que al abrirte la puerta de su casa, te echa en cara cada arrepentimiento, de lo hecho, de lo dicho, de lo guardado o lo no realizado. Así es ella. Así es como en su lecho en vez de dejarte ir en paz, te acaricia el cabello con sus huesudas manos, enredando en sus articulaciones las hebras de tu dolor, tirando hasta arrancarte alaridos, y a besos de hielo te reclama al oído lo estúpido e imbécil que fuiste. Por si eso no bastara, su marido suele hacer tercio, y no, no es la vida. La vida es como su expareja, y de esa relación complicada surgimos nosotros, simples mortales en medio de la disputa de separación.

El esposo de la muerte es el miedo. Uno lo siente ahí, junto, murmurando cascadas de pensamientos locos y aterradores, que convierten el lento proceso de morir en un infierno eterno en el que nuestras opiniones o deseos... no es que valgan.

En fin. La muerte me abraza, y la vida se me va en quejidos.

En este limbo horroroso los susurros del marido no me interesan. Estoy acostumbrado a sus desvaríos. Tras asesinar incontables veces, torturar y hacer un sinfín de atrocidades, que vienen con el paquete de estar en la mafia y haber llegado a sus altos estratos, el miedo se vuelve una constante tan frecuente que pierde su efecto. Cuanto queda que incordie, es la retrospectiva, los "hubieras", que quieras o no te mueven, por más que le imploras a la muerte que sólo te lleve y ya, que se deje de juegos.

Uno piensa —en la agonía— en los "te amo" que no dijo, en los insultos pendientes, en los besos que no dio, en las caricias, en haberse tragado su orgullo antes, ¡mucho antes!, para haber empezado hace años esa locura de amor que estuvo aplazando. Uno piensa en lo tonto que fue negando sus sentimientos, en cuánto amó y amará por siempre a un maniático suicida que le robó el corazón... y de pronto, un pie se te hunde en el riñón y te lanza fuera de la cama.

Literal.

El mundo gira, el estómago se me revuelve, escucho sus malditos ronquidos y el enojo aparta a la muerte, la arroja por la ventana, colocándome en pie.

La habitación es un desastre. Hay botellas por todo el piso, la ropa llegó hasta las aspas del ventilador en el techo, y los calzones de Dazai giran y giran con la velocidad lenta.

El dolor, el maldito dolor de cabeza que queda de la borrachera y el martirio de las caderas tras el sexo, me hacen apretar puños.

Dazai aprovecha que me ha sacado de la cama, desnudo, y se extiende con expresión de lerdo felizmente dormido.

Yo me estoy muriendo por la maldita resaca, ¡y este me lanza a patadas sin si quiera despertarse!

Nada que un par de golpes no arregle.

La resaca de muerte puede traer a mi mente mil arrepentimientos sobre cuánto tardé en aceptar mis sentimientos por este vago, pero la vida, que aún tengo, me permitirá recuperar el tiempo perdido y los besos postergados, sin guardarme ni un insulto (o puñetazo) en el proceso.

. . .

Notas:

El amor, el amor, ¡que hermoso es el amor!

La verdad es que quería algo así, medio gracioso para una propuesta tan obscura como lo es en primera instancia el "Memento Mori". Espero que haya funcionado para ustedes, y le hayas sacando aunque sea una pequeña sonrisa.

Nos vemos en el siguiente día.

A normal Life, a normal Love [ #SoukokuWeek ]Where stories live. Discover now